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La última oportunidad del Popular para romper su círculo infernal

El banco se juega su independencia con el éxito de la segunda ampliación de capital

Íñigo de Barrón
Ángel Ron, presidente del Popular, el pasado 30 de enero.
Ángel Ron, presidente del Popular, el pasado 30 de enero.SERGIO PEREZ / Reuters

A la segunda tiene que llegar la vencida. En el Popular son conscientes de que esta segunda ampliación de capital, otra vez de 2.500 millones, es la última oportunidad que tienen para seguir siendo independientes y evitar una absorción.

Cuando cierre la operación, el próximo 11 de junio, Ángel Ron habrá pedido 5.000 millones a sus accionistas desde diciembre de 2012. Ha evitado las ayudas públicas, pero ha exprimido a los dueños de títulos del banco, que no pueden estar satisfechos porque desde entonces han visto cómo las acciones han ido perdiendo valor en Bolsa. El Popular está en los niveles de cotización de hace 24 años, los de 1992. Ahora vale 3.797 millones, un 40% menos que Bankinter. Y eso que el tamaño de este último es casi la tercera parte del Popular.

Los 2.500 millones de la ampliación llegarán para desatascar una situación que parece irresoluble. El Popular tiene una gran cartera de inmuebles y suelo que le consumen recursos financieros y operativos. No puede venderlos porque le generan pérdidas. Al mismo tiempo, los bajos tipos de interés golpean al 90% de su negocio, que es de banca minorista, lo que cercena sus ingresos de forma irremediable.

Por si esto fuera poco, ha tenido que recortar en 350 millones los beneficios de 2015 para asumir la devolución de las cláusulas suelo de las hipotecas. Esta bajada de ingresos ha provocado que el Popular tenga una rentabilidad sobre recursos propios (ROE) del 0,83%, una de las más bajas del sector, frente al 6,34% del Sabadell. La consecuencia de todo esto es que los inversores venden sus acciones, se devalúa la entidad y el peligro es que sea comprado por un competidor.

El Sabadell siempre ha intentado adquirirlo (aunque la química entre los presidentes es nula) al igual que CaixaBank, que se ve como un socio dominante. Ángel Ron conoce estas intenciones y ayer, con la ampliación, admitió sus debilidades —tantas veces negadas— y lanzó un último mensaje pidiendo confianza a los accionistas. El Popular, si consigue ser dueño de su destino deshaciéndose del empacho de inmuebles adquiridos en la burbuja, preferiría adquirir el banco de alguna antigua caja (Unicaja sería la que más se adecua) o firmar una alianza con su socio francés Crédit Mutuel, siguiendo el camino de las fusiones transnacionales que pide el BCE.

La clave de la ampliación será la reacción del consejo, que tiene el 24% del capital. Si se diluyeran mucho porque no acuden a la ampliación, Ron recibiría un mensaje negativo a su gestión y se quedaría sin su mejor escudo defensivo anticompras. Segunda y última oportunidad para el presidente.

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Sobre la firma

Íñigo de Barrón
Es corresponsal financiero de EL PAÍS y lleva casi dos décadas cubriendo la evolución del sistema bancario y las crisis que lo han transformado. Es autor de El hundimiento de la banca y en su cuenta de Twitter afirma que "saber de economía hace más fuertes a los ciudadanos". Antes trabajó en Expansión, Actualidad Económica, Europa Press y Deia.

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