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El BCE rechaza el núcleo de los cambios del Pacto de Estabilidad

En la disputa terciará Jean-Claude Juncker, nuevo 'mister euro'

El Banco Central Europeo (BCE) no tendrá derecho de voto cuando el Consejo Europeo modifique el próximo año el Pacto de Estabilidad, pero desde ahora está dejando sentir su voz para rechazar el núcleo de las propuestas del comisario Joaquín Almunia. Sin embargo, excepción hecha de un duro comunicado por institución interpuesta (el Bundesbank), sus críticas han sido muy comedidas hasta ahora.

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El tono es tan moderado como firme el rechazo: la autoridad monetaria es contraria a los cambios en el Pacto de Estabilidad propuestos por la Comisión. "La partida apenas ha empezado", según recuerda el economista jefe y miembro del comité ejecutivo del BCE, Otmar Issing. En la disputa intervendrá un nuevo protagonista: el luxemburgués Jean-Claude Juncker, designado presidente del Eurogrupo y nuevo mister euro.

El mensaje que un día sí y otro también repite el BCE es de difícil comprensión para el ciudadano de a pie: "Podemos modificar la implementación del Pacto, pero no su letra". El trasfondo de este aparente sinsentido es que la inmensa mayoría de las modificaciones impulsadas por el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, no requiere de ningún cambio en los varios textos legales y políticos que componen el Pacto.

Además, el BCE comulga plenamente con algunas de estas propuestas, en especial aquella de mejorar los incentivos para que los Estados ahorren más en épocas de vacas gordas. Si sólo fuese por esto, el asunto podría zanjarse con una resolución política del Consejo Europeo.

Pero hay dos puntos en la iniciativa de Almunia que con toda probabilidad requerirán de cambios en los reglamentos. Uno es incluir entre las "circunstancias excepcionales" que puedan justificar un déficit superior al 3% del PIB el "prolongado estancamiento" de la economía.

Ciclos económicos

El otro es tener en cuenta los ciclos económicos a la hora de corregir los déficit, lo que en hablando en plata significa que los afectados podrían disponer de más tiempo para ajustar sus cuentas. Ambos son puntos que claramente benefician a Francia y Alemania, hoy principales infractores del marco regulatorio. "Cualquier cambio en estos textos aguaría el Pacto", explica Ken Wattret, economista jefe para la zona euro de BNP Paribas.

Así lo piensa también el BCE. Al referirse a este asunto en conferencias de prensa, su presidente, Jean-Claude Trichet, hasta ahora ha utilizado un lenguaje muy comedido y posiblemente seguirá haciéndolo en la comparecencia ante el Parlamento Europeo prevista para este miércoles. La ofensiva verbal ha sido más bien delegada en el Bundesbank, que el pasado 7 de septiembre publicó un comunicado contundente. "En vez de fortalecer el Pacto de Estabilidad, los cambios propuestos lo debilitarían", formuló el banco central alemán.

Hay un detalle, sin embargo, que juega a favor del BCE y explica por qué Issing apenas da por iniciada la partida: cualquier cambio en el reglamento tendrá que ser decidido por unanimidad en el Consejo Europeo. Al menos tres países, Austria, Holanda y Finlandia, se oponen. El problema parece haber sido detectado también por el ministro de Finanzas alemán, Hans Eichel, quien esta semana afirmó que "no habrá necesidad" de cambiar el texto de los reglamentos. "Es crucial contar con una política dura y estricta que se aplique por igual a todos los países", sostiene Karl-Heinz Grasser, ministro austríaco de Finanzas.

En una evidente concesión a los partidarios de no ceder un ápice, Grasser acaba de ser nombrado vicepresidente del Eurogrupo que reúne a los ministros de Finanzas de los 12 países que participan en la moneda única. Como tal, ejercerá de número dos de Jean-Claude Juncker, más cercano a las posturas alemanas y francesas. "Hay que cuidarse de convertir el Pacto en un fetiche", llegó a declarar Grasser en una entrevista el año pasado.

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