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La cumbre del G-7 enfrenta a la UE y EE UU por la caída del dólar

Bush ignora la exigencia europea de frenar la volatilidad de la moneda

La cumbre del G-7 arrancó ayer en Florida con una fuerte división entre la UE y EE UU, que no quiere hacer concesiones en el tema que más preocupa a los europeos, el fortalecimiento del euro a raíz de la debilidad del dólar. A la Administración de Bush le interesa centrar el debate en el crecimiento económico y dejar que el dólar siga débil, ya que le viene bien en este año electoral. La UE insiste en que la volatilidad del dólar es preocupante pero, como en muchas otras cumbres, el mensaje europeo no es unánime y firme.

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La Administración de Bush llegó al encuentro con un propósito claro: cero concesiones. "Es año electoral y no se va a hacer nada [para recuperar el valor del dólar]", indicaron ayer fuentes de la delegación. El encuentro arrancó con una serie de reuniones bilaterales entre el secretario del Tesoro de EE UU, John Snow, y sus homólogos del Reino Unido, Gordon Brown; Alemania, Hans Eichel; Canadá, Ralph Goodal, y Francia, Francis Mer, y con el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet.

Ante el desacuerdo de base entre los dos bloques, con Japón a medio camino, la recuperación de la deuda externa de Irak se perfilaba como el único denominador común sobre el tapete. El otro punto de interés de Snow es centrar la discusión política del G-7 en el plan de crecimiento lanzado en Dubai. El anfitrión está dispuesto a poner sobre la mesa unas conclusiones "diplomáticamente correctas" y "sin compromisos" para calmar a todos los socios sin "influir en los mercados", según explicaron fuentes de EE UU. La fórmula podría consistir en rebajar el tono sobre la "flexibilidad" en el régimen de tipo de cambio y, a la vez, hacer referencia a la cuestión de la volatilidad de las monedas.

"Esperamos tener un encuentro fructífero", afirmó John Snow antes de comenzar la reunión con su homólogo británico en la que también estuvieron presentes, el chairman de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervin King.

Snow tenía previsto reunirse hoy con los ministros de Japón, Sadakuza Tanigaki, e Irak, Kamil al Gailani. El único que se quedó descolgado de las reuniones preparatorias fue el ministro de Finanzas italiano, Giulio Tremonti. En el encuentro del G-7 también participan los representantes de Afganistán, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Comisión Europea, con el comisario Pedro Solbes, y el presidente de turno del Ecofin, el ministro irlandés, Charles McCreevey.

Malestar evidente

Pero el malestar era evidente en la parte europea ante la inestabilidad del tipo de cambio. Desde septiembre, el euro se ha fortalecido un 11,96% frente al dólar. Por eso Francis Mer llegó con la intención de lanzar un mensaje diferente al de Dubai, el pasado septiembre, y adaptado al nuevo contexto: "No satisface a todos", dijo, "y está claro que no tuvimos éxito en la forma de la expresión". El BCE y la Comisión Europea están preocupados por la volatilidad en el tipo de cambio.

Las voces que llegan desde Europa son contradictorias cuando se trata de valorar la fortaleza del euro. Unos dicen que el tipo de cambio actual representa un "riesgo" porque encarece las exportaciones. Sin embargo, el gobernador del banco central alemán, Ernst Welteke, considera que es "un activo". "Un marco fuerte sirvió bien a Alemania", añadió. El FMI insiste en que "no hay motivos para el pánico".

La delegación japonesa, por su parte, se mostró dispuesta a continuar con su política masiva de intervenciones si no se acuerda en Boca Ratón una acción conjunta para frenar la inestabilidad. El ministro nipón lamentó, además, antes de comenzar la reunión, que Washington no esté actuando para recuperar el valor de su divisa por motivos electorales.

EE UU considera que la escalada de la divisa europea podría contenerse con una bajada de tipos y recuerda que nada impide intervenir al BCE en el mercado de cambio, como hace Japón. Una solución que según los analistas sería temporal porque consideran que el problema es "estructural". De esta manera, Washington rechaza la idea de una intervención conjunta del G-7 en el mercado.

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