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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un mejor plan económico para Japón

Las políticas que estimulen la economía del país asiático serán buenas a escala global

Joseph E. Stiglitz

Han pasado 25 años desde que estalló la burbuja de activos de Japón —y han sido 25 años también de malestar con una "década perdida" tras otra—. Parte de la crítica que han recibido sus políticas económicas es injustificada. El crecimiento no es un objetivo en sí mismo; deberían preocuparnos los niveles de vida. Japón está un paso por delante en lo que concierne al aumento de la productividad. El crecimiento de la producción por persona en edad de trabajar, especialmente desde 2008, ha sido superior que en Estados Unidos y mucho más alto que en Europa.

Aun así, los japoneses creen que les puede ir mejor. Coincido. Japón tiene problemas tanto del lado de la oferta como de la demanda, y tanto en la economía real como en las finanzas. Para resolverlos, necesita un programa económico que dé mejores resultados que las medidas que han adoptado recientemente sus responsables políticos. Ni han alcanzado su objetivo de inflación, ni han restablecido la confianza ni han impulsado el crecimiento al nivel deseado.

Para empezar, un significativo impuesto sobre el carbono, si está acompañado de un programa de "finanzas verdes", estimularía una enorme inversión para modernizar la economía. Casi con certeza, este estímulo excedería el efecto contractivo de la salida de dinero del sistema y el efecto de riqueza negativo del menor valor de los "activos de carbono". El efecto de riqueza adverso como consecuencia de la caída del valor de este patrimonio sería menor y, con el capital social muy fuera de sincronía con el nuevo sistema de precios, la inversión generada sería importante, a menos que hubiera cuellos de botella al cerrarse la brecha.

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En ese caso, el dinero generado por el impuesto podría utilizarse para reducir la deuda gubernamental; de lo contrario, se podría usar para financiar inversiones en tecnología y educación —incluidas medidas del lado de la oferta para mejorar la productividad del sector servicios japonés—. Estos gastos podrían estimular al mismo tiempo la economía de manera que finalmente la sacasen de la deflación.

Las políticas que estimulen la economía del país asiático serán buenas a escala global

A muchos observadores externos les preocupa la deuda de Japón, que es fácil de saldar con los bajos tipos de interés que prevalecen hoy en día, pero que no lo sería si las tasas aumentaran a niveles más normales. Si bien no veo que eso vaya a ocurrir pronto, Japón está en disposición de implementar dos políticas para inocularse contra este tipo de temores.

Primero, podría cambiar sus bonos por deuda perpetua, cuyo principal nunca se devuelve, pero que generan una (pequeña) tasa de interés cada año. Así se eliminaría por completo el riesgo de los libros contables del Gobierno. A alguno podría preocuparle que esto resulte inflacionario; pero en la economía patas arriba de Japón lo que se necesita es exactamente inflación. Creo que los temores por un repentino incremento de los tipos de interés son extremadamente exagerados; pero, con un exceso de precaución, el Gobierno podría cambiar (digamos) el 5% de su deuda todos los años, a menos que aparezcan presiones inflacionarias excesivas.

Alternativamente, el Gobierno podría cambiar la deuda por dinero que no reporte interés —la monetización de deuda del Gobierno, tan temida durante mucho tiempo—. El que el recurso a emitir moneda sea más inflacionario que la deuda perpetua no es un argumento en contra de aquél: sólo es un motivo para aplicarlo de forma más prudente.

La segunda manera en que Japón podría protegerse de un alza de los tipos de interés empieza con el reconocimiento de que un porcentaje importante del dinero que el Gobierno debe es a sí mismo. Muchos en Wall Street no parecen entender que lo que importa es la deuda neta —lo que el Ejecutivo le debe al resto de la sociedad—. Si el Gobierno pagara el dinero que se debe a sí mismo —cancelando la deuda—, nadie lo notaría. En cambio, quienes en Wall Street miran solamente el ratio deuda-PIB rápidamente verían a Japón con mejores ojos.

Si después de todo esto todavía existiera evidencia de una falta de demanda, el Gobierno podría reducir sus impuestos al consumo, aumentar los créditos fiscales por inversiones, expandir los programas de ayuda a los hogares de ingresos bajos y medios o invertir más en tecnología y educación, financiando todo esto con emisión de moneda. Una vez más, la economía clásica se preocuparía por la inflación; pero Japón quiere que esos "temores" se hagan realidad.

Es muy positiva una integración más plena de la mujer al trabajo

Japón en efecto tiene algo más que un problema del lado de la demanda. Los datos sobre la producción por hora trabajada sugieren un problema del lado de la oferta, que se manifiesta más claramente en el sector de los servicios, donde por lo general no se percibe el ingenio sorprendente que se ve en tantas industrias manufactureras. Un nicho natural para Japón serían los desarrollos tecnológicos en el sector de servicios —como el desarrollo de instrumentos de diagnóstico en la industria de la atención médica—.

Sin embargo, el primer ministro Shinzo Abe ha adoptado una estrategia muy diferente al respaldar el acuerdo comercial de la Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) con Estados Unidos y otros 10 países de la costa del océano Pacífico. Abe cree que el TPP exigiría la implementación de las reformas necesarias en la agricultura nacional (aunque, curiosamente, nadie en Estados Unidos piensa que ayudaría al país a alejarse de sus políticas agrícolas sumamente distorsionadoras). En verdad, esas reformas tendrían un efecto minúsculo en el PIB, simplemente porque la agricultura es una parte muy pequeña de la producción. De todos modos, ese tipo de reformas siguen siendo deseables y ofrecen otro terreno en el que los japoneses jóvenes podrían demostrar su ingenio tecnológico (aunque el TPP no es la mejor manera de generarlo).

Por otro lado, Abe tiene razón al querer implementar políticas para integrar a las mujeres de una manera más plena y equitativa en la fuerza laboral. Si resultan exitosas, estas medidas deberían ofrecer un impulso tanto a la productividad como al crecimiento.

Inclusive después de 25 años de estancamiento, Japón sigue siendo la tercera economía nacional más grande del mundo. Las políticas que pueden ayudar a elevar los niveles de vida allí estimularán la demanda y el crecimiento en otras partes de la economía global. Igualmente importante, de la misma manera que ha compartido sus productos y tecnologías innovadores con el mundo, Japón podría terminar exportando políticas exitosas. Las mismas políticas, o similares, podrían aumentar los niveles de vida también en otros países avanzados.

Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Economía, profesor universitario en la Universidad de Columbia y economista jefe en el Instituto Roosevelt. Su libro más reciente es The Euro: How a Common Currency Threatens the Future of Europe.

© Project Syndicate, 2016.

www.project-syndicate.org

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