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A falta de devaluación, bajada de salarios

La reforma laboral y el pacto de sueldos abre paso a la pérdida de poder adquisitivo

Manuel V. Gómez
Reunión de los responsables de Empleo con los agentes sociales el pasado 13 de febrero.
Reunión de los responsables de Empleo con los agentes sociales el pasado 13 de febrero.EFE

El Nobel de Economía Paul Krugman se ha distinguido en los últimos tiempos por ser esa voz machacona y disidente contra los fanáticos de la austeridad, pero las hemerotecas dan mucho de sí y recogen también que hace tres años pasó por España recetando una rebaja de sueldos del 15% para salir de la crisis. Ahora, el Gobierno, los empresarios y los sindicatos han venido a darle la razón. La reforma laboral y el pacto de moderación salarial recién salido del horno abren la puerta a la pérdida de poder adquisitivo. “¿Por qué Irlanda está mejor que España o Portugal? Porque sus salarios nominales han caído un 25%. No veo por qué no lo vamos a hacer aquí”, lanza Juan José Dolado, profesor de Economía de la Universidad Carlos III. Hay réplica. La asume su antiguo compañero de departamento, José Ignacio Pérez Infante: “Con el pacto salarial y la reforma, sí que van a caer los sueldos. Pero eso es un problema. El límite al crecimiento está en la demanda y esta política la deprime más”.

“Si controlamos los precios, en 18 meses ganamos mercado”, dicen en CC OO

A finales de enero UGT, CC OO, CEOE y Cepyme acordaron congelar los salarios este año y el que viene (en realidad, un aumento máximo del 0,5%), y un 1% más en 2014, en el caso improbable de que la economía mejore bastante. Con más de cinco millones de parados, y la lección de 2009 aprendida, cuando la economía, los precios y el empleo se hundían al tiempo que subían los sueldos, los sindicatos lo aceptaron. A cambio, obtuvieron el genérico compromiso de los empresarios de mantener a raya los precios para ganar competitividad respecto a Europa y que la economía levante cabeza cuanto antes gracias a las exportaciones. También pretendían quitar argumentos al Gobierno para llevar adelante la reforma laboral “extremadamente agresiva”. No lo consiguieron. El Gobierno no se conformó con ese pacto y en el decreto que aprobó de la semana pasada permite al empresario la bajada de salarios rápida y casi unilateral.

“La moderación de todas las rentas [incluye, a través de los precios las empresariales] es la sustitución de las devaluaciones competitivas [las ahora imposibles devaluaciones de moneda]”, defendía antes de que se aprobara la reforma laboral Miguel Ángel García. El jefe del servicio de estudios de CC OO esgrime que la vía rápida —y la situación económica es grave y urgente— para que España recupere competitividad es la moderación de salarios y precios, sobre todo de estos últimos, y, especialmente, los de la vivienda. “Si todos hacemos los deberes y controlamos los precios, en 18 meses podemos ganar cuota de mercado y crear empleo”.

También da argumentos en favor del pacto Alberto Nadal, adjunto a la secretaría general de CEOE: “El problema en España está en la evolución de los salarios nominales, no los reales. El acuerdo intenta corregir esto. Si hay moderación salarial y no suben los precios, no hay pérdida de poder adquisitivo”.

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“Para controlar los precios lo que tiene que haber es competencia, un sector sin competencia sube precios”, continúa Nadal. Es el matiz entre su discurso y el del sindicalista. García no confía solo en la competencia. También pide la intervención pública en sectores poco abiertos a la batalla de precios: energía, vivienda, transporte público o distribución de alimentos frescos.

Para CEOE el problema es la evolución nominal de los sueldos

Haya un control exhaustivo de precios o no —el Gobierno ya ha dejado claro que el déficit en el coste de generación eléctrica no va a caer íntegramente sobre los ciudadanos— el tajo a los salarios se avecina. Y va a llegar, sobre todo, por la vía que ha abierto la reforma laboral, no tanto por el pacto entre sindicatos y empresarios. “El planteamiento del descuelgue salarial es mucho más amplio que hasta ahora”, analiza Pérez Infante. Y ese recorte será difícil de ver en las estadísticas, que recogen la evolución de la revisión de convenios pero no a cuanto ascienden los sueldos.

Una legión creciente de parados lleva a pensar que el consumo interno no tirará de la economía en mucho tiempo. Detrás de este devastador parte provisional de la crisis se esconde la noticia que dio a conocer la contabilidad nacional esta semana: las rentas empresariales (46,2% del PIB) superan por primera vez a las del trabajo (46%) en España, culminando un proceso de décadas.

Y pese a esto, para Krugman y otros popes de la economía contemporánea progresista como Barry Eichengreen o Dani Rodrik, la recuperación en primer término pasa porque los costes salariales ayuden a las empresas a contener precios y vender más barato para equilibrar la tradicionalmente deficitaria balanza de pagos española. Y ahí, estos economistas, como formar parte del euro excluye la posibilidad de depreciar la moneda, se fijan en los costes laborales.

¿Cuánto tendrían que bajar? Solo Krugman entre los extranjeros pone una cifra: un 15%. Hace unas semanas en Davos, Barry Eichengreen, catedrático de la casi siempre progresista californiana Universidad de Berkeley, decía en una entrevista con este diario que los límites de esta “devaluación interna” si sitúan entre las necesidades de la economía española y el sacrificio que una sociedad puede aguantar.

Un recorte excesivo ahondará en la recesión y traerá deflación

“Hay que hacer una reducción amplia en los salarios interiores que afecte a la economía en su conjunto”, ha llegado a recomendar Rodrik, profesor en Harvard, “y ha de ir acompañada por la reducción de precios de los bienes y servicios no comercializables, como por ejemplo servicios públicos, transporte y logística, vivienda, y demás”. Hay otra alternativa: salir del euro, pero “comporta demasiados costes y crearía una incertidumbre”, zanja.

También Dolado se atreve con una cifra. Ya lejos de la comparación con Irlanda habla de un ajuste del 5% entre la bajada real de salarios y la evolución de precios, tanto en España como en la zona euro. Otros se suman al cálculo, donde sitúan el equilibrio entre las exportaciones y las importaciones, que hasta noviembre suponían un déficit de 45.000 millones. Pero esta ecuación supone que el ajuste tendría que ser significativamente mayor.

Según este razonamiento, el recorte salarial y de precios sería una ayuda fundamental para que el sector exterior español, que ha tenido un buen comportamiento en el peor entorno posible, ganara tamaño. Aunque no falta quien, como el catalán Pol Antrás, profesor de Economía en Harvard, partidario también del ajuste de sueldos, apunta que este sector no precisa este apoyo. En su opinión, son las pequeñas empresas, que en su mayoría (según sus estudios, suelen hacerlo las que tienen más de 250 trabajadores) no exportan las que necesitan esta política para mantener, al menos, no despedir.

Si alguien sabe, sobre el terreno, qué es una devaluación salarial y una política de deflación, es José Luis Machinea, ministro de Economía de Argentina entre 1999 y 2001, cuando la economía de aquel país, con una moneda atada al dólar, perdió competitividad a marchas forzadas y puso en marcha una política de pérdida de poder adquisitivo de los salarios. A él le ha sorprendido la fortaleza de las exportaciones españolas durante la crisis. Y aún así cree que los sueldos van a sufrir en el futuro inmediato y tienen que hacerlo. “Si uno no tiene el mecanismo de cambio, uno tiene que ir por ese camino”, explica, “y mejor hacerlo rápido, si pudiera ser de un día para otro [aunque admite que eso es imposible]. El ajuste por un período de tiempo muy largo, a través de una recesión, termina bajando costos, incluyendo los salarios, pero a un elevado costo en términos de actividad económica. Si la población se convence de que va a vivir un largo período de deflación, y termina evitando gastar, lo que agrava la recesión”.

Rebasar el límite tolerable del ajuste puede agravar la crisis financiera

Esto precisamente lleva a muchos economistas a ser muy escépticos con una medida de este calibre. “Estoy muy disgustado con los sindicatos. El problema no está en los sueldos. El papel del mercado interno queda muy limitado por la moderación salarial y el paro. Mi opción para salir de la crisis pasa por dar cancha al mercado interno”, explica Fernando Luengo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Complutense y miembro del colectivo econoNuestra.

Pero esta opción tampoco está exenta de riesgos. A España le ha estallado una burbuja de demanda que había disparado los precios de la vivienda, estimulado el consumo y agravado sus desequilibrios tradicionales. Volver a insuflar gasolina al consumo vía salarios sin ganar competitividad provocaría otra vez un aumento de las importaciones e implicaría no solo que las empresas españolas no avanzaran en el mercado exterior, si no que lo perdieran en el interior.

Entre el desequilibro, la caída de demanda, el desempleo y una deuda privada que bordea el 300% del PIB, el margen de maniobra es muy estrecho. Y puede serlo más. Como advierte Raymond Torres, director del Instituto Internacional de Estudios Laborales, de la OIT, medidas similares se están adoptando en Italia, Portugal, Irlanda o Grecia. “Si todos van en la misma línea, no va a ayudar”, concluye Torres, partidario insuflar dinero público para crear empleo. Si la devaluación salarial competitiva se extiende en la zona euro, donde se dirigen más del 60% de las exportaciones españolas, la consecuencia será un empobrecimiento general de los asalariados que acabará por hundir más el consumo y traer uno de los fantasmas más temidos: la deflación.

Y si alguien puede sufrir un empobrecimiento excesivo de los asalariados, son los bancos. “Cómo se pagan las deudas, si éstas se pagan a una tasa nominal fija y los ingresos caen en términos nominales; es decir, es posible que una deflación termine agravando el problema de los bancos y se sume una elevada proporción de hogares con pérdidas de sus casas o ciertos bienes durables comprados con crédito”, advierte Machinea. Dicho de otra forma, si la devaluación salarial es excesiva la crisis volverá, con mucha más fuerza, a la casilla de salida.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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