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Reportaje:

La metáfora del cuatro

La fusión Andersen-KPMG concentraría en una sola mano una cuota del 40% del mercado español de auditoría

Hoy será un día muy largo para los 161 socios de Arthur Andersen España. Les espera una dura jornada de reuniones con sus homólogos de KPMG en las que abordarán la posible fusión de ambas firmas. De concretarse, la operación daría lugar a una auditora con una cuota de entre el 35% y el 45% del mercado nacional. Pero, sobre todo, la sociedad resultante obtendría de una tacada una clientela envidiable: el 90% del Ibex 35, lo que significa tener de clientes a las 30 primeras empresas españolas en capitalización bursátil.

El escándalo de la empresa energética Enron y el subsiguiente descalabro para la imagen internacional de Andersen no dejan otra opción: sin fusión no hay salida. En España, Andersen y KPMG hablan de ello bajo el paraguas de una operación que vincularía a ambas firmas a nivel europeo. Los socios de Andersen tienen los ojos en la mesa de negociación, pero la mente puesta en el rechazo con el que la Comisión Europea sentenció en su día un intento de fusión entre KPMG y Ernst & Young. Si Bruselas pone peros esta vez a la operación, España y el resto de países de la UE harían lo mismo y Andersen tendría entonces los días contados.

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Pero el mercado doméstico no está aislado. Los clientes españoles de Andersen exigen el amparo de una red globalizada. Los grandes grupos, como Telefónica y el SCH, cotizan en Nueva York, lo que significa que sus apelaciones al mercado deben superar el filtro de la SEC, el organismo que regula el mercado de valores en Estados Unidos. Si Andersen llegara a desaparecer en Estados Unidos, los socios españoles podrían quedarse sin red en aquel país. ¿Qué pasaría entonces con los grandes clientes españoles? Arthur Andersen LLP audita a una quinta parte de las compañías que cotizan en la Bolsa de Nueva York, pero, desde el estallido de la crisis de Enron, bancos como Chicago Bank y empresas como Delta Air Lines, Merck y Ford han roto con el auditor.

De momento, el mercado español sólo ha proporcionado una falsa alarma. Telefónica y Telefónica Móviles han incluido en el orden del día de la junta ordinaria de accionistas la ratificación que faculta al consejo de administración para nombrar un segundo auditor, además del que ya tienen, que es Andersen. 'Se trata de una medida lógica, porque Andersen dejará de llamarse así muy probablemente dentro de pocos días y en este caso la compañía se vería obligada a convocar una junta extraordinaria para ratificar la contratación de otra auditora', explican medios profesionales.

En España existen un total de 887 empresas auditoras censadas por el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas, que conjuntamente realizan entre 40.000 y 50.000 auditorías cada año. Las cinco grandes -Price, Andersen, Ernst & Young, KPMG y Deloitte- controlan el 80% del mercado, mientras que el restante 20% está repartido entre un gran número de medianas y pequeñas firmas con arraigo a nivel local.

Si prospera la fusión, las big five pasarán a ser cuatro. 'Entre cuatro grandes y cinco no hay diferencia', argumenta uno de los ejecutivos de Andersen que participan en la negociación. El auditor recurre al pensador radical Eduard de Bono -autor de La metáfora del 3- para argumentar que si el número 3 rompería la lógica perversa de un duopolio, en caso de que existiera, el 4, en cambio, no introduce modificaciones substanciales: 'Para la competencia, lo mismo da cuatro que cinco'. Frente a esta opición, los profesionales de las firmas de auditoría de pequeño tamaño opinan, por su parte, que la fusión Andersen-KPMG puede perjudicarles. 'No creemos que el nuevo líder llegue a actuar como un rodillo en el segmento alto del mercado, pero sí estamos bastante convencidos de que restringirá nuestro margen de maniobra respecto a la relación con nuestros clientes', dice el representante de una firma independiente.

Pese a estos temores, el Servicio de la Competencia y el Ministerio de Economía no han movido ficha, a diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones. Algunos recuerdan que la impoluta neutralidad mostrada en el caso Andersen hasta la fecha contrasta con la beligerancia a favor del mercado mostrada por el ministro Rodrigo Rato en otros casos significativos como el intento frustrado de fusión entre Iberdrola y Endesa.

En España, Andersen factura 383 millones de euros, una cifra de negocio que incluye, además de la auditoría, la consultoría, el corporate y la rama jurídico-fiscal del bufete Garrigues Andersen (véase gráfico). La vinculación de la firma con su hermana norteamericana pasa únicamente por acuerdos basados en los estándares de calidad y la formación de sus cuadros. A nivel mundial, Andersen no es la suma de sus partes, puesto que cada país es propiedad de sus socios nacionales, que mantienen sus cuentas separadas.

Sin comerlo ni beberlo, los socios españoles de Andersen han recibido un impacto inesperado: 'Se trata de un problema sobrevenido; aquí no hubiese ocurrido', sentencia la empresa. Los analistas del sector coinciden en que el estallido de Enron se debió en gran medida a la falta de control de las sociedades satélite creadas por la compañía eléctrica y que manejaban grandes sumas para comprar y vender energía en Estados Unidos y otros mercados. Para cubrir sus enormes riesgos, estas sociedades -llamadas Entidades de Propósito Especial, SPE- mantenían cláusulas de cobertura, covenants, basadas en la evolución del valor de las acciones de Enron. Llegó un momento en que la deuda de Enron alcanzó los 27.000 millones de dólares y el 50% de esta cifra correspondía a cantidades tomadas por las sociedades SPE, cuyos compromisos no fueron informados a los auditores. Todo se mantuvo en orden hasta que la acción en la Bolsa se desplomó: en 2001, los títulos de Enron pasaron de un máximo en febrero de 82 dólares hasta nueve dólares en noviembre, tras la intervención de la autoridad reguladora. El agujero de Enron se debió a estas sociedades satélites y no fue registrado como salvedad por los auditores.'En España no habría ocurrido, porque la normativa obliga a consolidar en el balance de la empresa este tipo de entidades de propósito especial', concluye uno de los socios de Andersen consultados.

La crisis de Enron, que supuso enormes pérdidas para los fondos de pensiones de los empleados de la compañía, pone de manifiesto que el modelo contable americano está obsoleto. Incentiva a las empresas para que sus expectativas de beneficios se vean reflejadas en los mercados, lo que genera una enorme volatilidad en las cuentas de resultados y sobrevalora la retribuciones especiales de los directivos. Al respecto, resulta sintomático que un expresidente de Enron, Jeffrey Skilling, llegara a manifestar en público que jamás entendió cómo podía 'ganar tanto dinero'. La corrupción de las cuentas de las empresas recae de lleno sobre los gestores de fondos, cuyo nivel de confianza ha caído un 20%, según un estudio reciente de Merrill Lynch.

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