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¿Burocracia ágil y sin papel? Estamos muy lejos de lograrlo

Los dirigentes políticos hablan de herramientas digitales sin conocerlas. Si no predican con el ejemplo, ¿cómo aspirar a que el sistema las adopte?

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Las promesas electorales están repletas de bajadas de impuestos, mejores servicios públicos y lucha contra la corrupción. La tecnología o los retos sociales asociados a la revolución digital no forman parte, con razón, de las grandes preocupaciones de los líderes políticos. Pero tampoco sería sensato descuidar el tema. El sector público es un competidor más del mercado y la revolución industrial 4.0 en la que estamos inmersos le afecta directamente. “Un país que no sea consciente de esta situación puede dejar de ser competitivo en el corto y largo plazo”, afirma Tawfik Jelassi, experto en transformación digital de Gobiernos del instituto de empresa IMD, en Lausana, Suiza.

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En España, por ejemplo, los avances tecnológicos de la Administración son innegables. La Declaración de la Renta está a un clic, al igual que pedir cita previa con el médico de cabecera. Estos cambios, tal y como expone Jelassi, aportan unos mejores servicios a los ciudadanos, reducen los costes y ayudan a una mayor transparencia. Aun así, existe una brecha abismal entre países. “Singapur, que tiene poco más de cuatro millones de habitantes, es un referente para los Gobiernos. En apenas una hora te expiden un pasaporte nuevo y todo sin rellenar un documento en papel”, precisa Jelassi.

Mientras, en España, los juzgados están paralizados por montañas de expedientes en carpetas verdes, los historiales médicos de los ciudadanos son desconocidos más allá del hospital al que se acuda con más frecuencia y cambiar de domicilio fiscal se puede convertir en una odisea. Por supuesto, las fotocopias compulsadas y las largas colas ante ventanillas son el pan de cada día para las miles de personas que tienen que dar cuenta de alguna cuestión con la Administración.

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La falta de preparación de los líderes políticos para entender el funcionamiento del siglo XXI tiene una base educativa. Joseph Reger, responsable tecnológico de Fujitsu, aseguró en una entrevista que la clase política necesita una alfabetización tecnológica. “Tenemos que observar a nuestros parlamentos y preguntarnos cuántos de sus diputados entienden lo que es la revolución digital y cuáles son sus consecuencias”. Esta opinión está bastante extendida entre varios expertos. Algunos, como Michael Wade, director del Centro de Transformación de Negocios Digitales del IMD, van un paso más allá y piden a los gobiernos que evolucionen los sistemas educativos. “Enseñar en conocimientos es algo del siglo pasado. Ahora nunca sabrás más que Google. El cambio tiene que orientarse hacia crear conocimiento a partir de datos o la habilidad para interpretar y combinar diferentes conocimientos”, zanja.

Para comprender el impacto que tendría una apuesta de las Administraciones por la industria 4.0, Deloitte elaboró un informe en el que analizaba cómo la disrupción en el sector público puede ayudar a la clase política a conseguir más con menos. Uno de los ejemplos del estudio es el coste de encarcelar a un delincuente en Estados Unidos, que ronda los 70 euros al día. Esta cifra bajaría hasta quedarse entre cuatro y 22 si los controlaran electrónicamente –con una pulsera, por ejemplo–. “Se trata de identificar las necesidades en el corto y largo plazo, decidir cómo y cuándo empezar con la disrupción y fomentar esta innovación”, determina el informe.

El liderazgo y el perfil de los políticos también se resiente con estos cambios. No basta con que utilicen las redes sociales para decir que se han adaptado a los entornos digitales. Incluso para asegurar que entienden en qué consiste. “Los dirigentes han de liderar con el ejemplo. Sin una visión concreta de lo que quieren, porque previamente saben de lo que hablan, es muy complicado poner en marcha un plan de acción de digitalización del sector público”, asegura Jelassi.

Wade también ha estudiado cuál debe de ser el perfil que han de poseer estos mandatarios en plena era digital. Tras un estudio realizado entre 2016 y 2017, la conclusión a la que llegó fue tajante: humildad, adaptabilidad, visión y compromiso como destrezas básicas. Esto se traduce en una serie de comportamientos que permiten navegar con éxito en ambientes inestables y turbulentos. “Hiperconocimiento, toma de decisiones basada en datos y ejecución rápida son tres características que debería tener cualquier líder, incluidos los políticos”, añade.

No existen recetas mágicas para lograr que la clase política entienda que la sociedad ha evolucionado. La burocracia, los trámites innecesarios y rellenar formularios impresos están muy lejos de apps u otras herramientas que permitan agilizar esta relación con la Administración. El salto de lo analógico a lo digital requiere de un tiempo, pero no va a esperar eternamente, “Un Gobierno no puede crear una cultura digital en un país sin que los funcionarios usen la tecnología”, opina Jelassi. Eso significa que queda muchísimo camino por hacer.

¿Una fórmula para combatir la corrupción?

Gobernar un país tiene muchas aristas, pero una de ellas también es la digital. Como explica Michael Wade, no se trata de que tengan un conocimiento excelso de la tecnología existente, sino unas nociones mínimas. "Los mandatarios han de saber cómo impacta esto hoy en día a la sociedad. No se trata de saber a la perfección qué es blockchain, sino de comprender qué es", afirma. Una de las ventajas de acumular este conocimiento, en palabras de Tawfik Jelassi, es la mejor transparencia de los Gobiernos. Si conocieran las herramientas digitales que tienen a su disposición, todo movimiento se puede rastrear con mayor rapidez. "La información tiene mucha más trazabilidad que en el campo analógico. Si algún proceso está basado en hojas impresas, es más fácil que haya mayor corrupción, sobornos o favores personales", argumenta Jelassi.

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