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Columna
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Eficiencia bancaria

En Alemania, Francia, o Italia serán necesarios ajustes de capacidad más intensos

Una vez concluida la presentación de resultados correspondientes al primer semestre, y dejando de lado el impacto de Banco Popular, el sistema bancario español muestra claros síntomas de mejora, especialmente en su contraste con otros sistemas bancarios europeos. La mejora más visible, aunque todavía queda mucho recorrido, tiene lugar en los activos dudosos e improductivos, que se reducen en unos 11.000 millones (algo más de 1% en tasa de morosidad) en las entidades representativas del 80% del sistema. Esa reducción en dudosos tiene un doble efecto en la cuenta de resultados. Por un lado un impacto directo en términos de menores dotaciones, por un importe cercano a los 600 millones, esto es, casi un 20% del resultado neto.

Y, por otro lado, ayuda al margen de intermediación, al reducir el peso en el mismo de activos improductivos. Este efecto ha permitido moderar la caída en dicho margen, compensando el efecto adverso de unos tipos de interés anormalmente bajos, que vienen lastrando el margen durante los últimos años, y para los que no se vislumbra un repunte significativo en el horizonte de los dos próximos años.

En dicho contexto, en el que no cabe esperar grandes alegrías en los márgenes bancarios —tampoco los volúmenes de crédito vivo van a crecer mucho—, es lógico que la banca continúe con su proceso de ajuste de capacidad, en aras de mejorar la eficiencia, principal indicador de sostenibilidad del negocio. Es así como todas las entidades, salvo las inmersas en procesos de integración o absorción, registran descensos en sus gastos de explotación, de tal manera que la ratio de eficiencia (gastos de explotación entre margen de explotación) mejora (se reduce) en la mayoría de entidades. Dicho indicador de eficiencia es el que mejor define el buen posicionamiento de la banca española en el marco europeo, como vuelve a ponerse de manifiesto en el último benchmarking de la banca europea, publicado por la Autoridad Bancaria Europea, y correspondiente al primer trimestre de 2017. En dicho benchmarking, que trimestralmente analiza el posicionamiento de los diferentes sistemas bancarios en términos de solvencia, rentabilidad y eficiencia, el sistema bancario español sale bien parado en general, pero muy especialmente en términos de eficiencia, sin duda considerado el parámetro más representativo de la sostenibilidad del modelo de negocio.

Para el conjunto de entidades significativas españolas —las supervisadas por el BCE y que representan el 90% del sistema— la ratio de eficiencia (recordemos que cuanto más reducida, mejor) es del 52%, frente al 62% de media en Europa, y hay niveles más elevados en los otros tres grandes países de la eurozona, Alemania (78%), Francia (72%), o Italia (68%), en los que sin duda van a ser necesarios ajustes de capacidad más intensos —en la línea de los ya realizados en España— para garantizar la sostenibilidad de sus sistemas bancarios.

Ángel Berges y Fernando Rojas son profesores de AFI- Escuela de Finanzas

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