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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Envejezando”

La accesibilidad, como es lógico, es un tema capital para el grupo de población con movilidad más comprometida

Este verano de 2017 se ha presentado en el Colegio de Arquitectos de Madrid una sorprendente exposición. Su título: ENVEJEZANDO. Es un brillante trabajo de la arquitecta Paz Martín, objeto de una beca “Leonardo 2015” de la Fundación BBVA, sobre la investigación de nuevas formas urbanas para “vivir con plenitud” lo que venimos a llamar “la vejez”.

La sociedad española, tiene una esperanza de vida de 82 años y medio, que en 2050 superará los 89 años -casi 7 años más-, Para la mayor parte de la población la “vejez” es esa franja que, técnicamente comienza a los 65 años. Hoy supone una media de 17 años. Comparativamente la infancia son 12 y la adolescencia 6. En 2050 la duración media de la vejez será 24 años.

Con una pirámide de población cada vez más invertida arranca una apabullante catarata de datos que desmenuzan cuán inadecuadas son nuestras ciudades para un segmento de población que en el cercano horizonte -2050- que proyecta la exposición, dispondrá de una media de 24 años para vivirlas. Hoy ese segmento lo forman 8.600.000 personas, casi el 19% de los actuales 46 millones de españoles. En 2050 serán 15.000.000, equivalente al 34% de la población de 2016, pero como las proyecciones estiman que para entonces España habrá perdido 6 millones de habitantes, supondrá ¡El 37% de la población!

Además los “viejitos” de 2050 serán -seremos- diferentes a los de ahora. En una vitrina se exponen artículos de uso común entre nuestros mayores. Desde unas zapatillas de felpa a una exquisita vajilla de café de porcelana inglesa, pasando por novelas de Cela o Agatha Christie, cintas de video, una baraja de cartas, etc. Al lado, en otra vitrina se “actualiza” la literatura, aparecen varias guías de viaje, tabletas, CDs… Las zapatillas pasan a ser unas “Crocs” multiuso y el lugar de la vajilla lo ocupan grandes tazas para tomar café o té mientras trabajas.

Consecuencia de la mayor expectativa de vida es que los mayores con dependencia funcional elevada pasarán del 5,7% actual a más del 21% en 2050. Es decir: en cifras absolutas pasaremos de casi medio millón a más de tres millones.

La exposición no se centra en los efectos -hoy aparentemente negativos- de una población envejecida, sino que proyecta una mirada “positiva” sobre el poder transformador que estos datos -y unos cuantos más- tendrán para nuestras ciudades, para la configuración de sus calles y espacios públicos, para la habitabilidad de las viviendas y hoteles, para la funcionalidad de los lugares de ocio, etc. El debate que abre no es sobre las pensiones de miseria que recibiremos ni sobre la insostenibilidad de la jubilación a los 65 años, éso está en otros foros. Ésta es una reflexión sobre la arquitectura y la ciudad.

La accesibilidad, como es lógico, es un tema capital para el grupo de población con movilidad más comprometida. Es estremecedor el siguiente dato: exceptuando los edificios de lujo que se rehabilitan en los barrios “prime” de las ciudades españolas, ¡El 93,6% de las viviendas, incluidas unifamiliares, en las que viven ancianos no tiene ascensor ni salvaescaleras! La mayor parte están situadas en los cascos antiguos y en las periferias degradadas que razonablemente han de ser objeto de regeneración urbana.

El toque de atención para actualizar la normativa de accesibilidad universal es evidente. Sobre todo cuando la anterior estadística se complementa dramáticamente con esta otra: sólo poco más del 3% de los ancianos quieren vivir -hoy- en residencias geriátricas o viviendas tuteladas, casi otro 3% -con menos años y mejor movilidad- están dispuestos a adentrarse en el mundo de las cooperativas de seniors y el cohousing. Frente a ello ¡el 94% quiere seguir viviendo en su casa!

Estos dos últimos datos nos conducen directamente a la necesidad de enfocar la regeneración de barrios populares también desde la óptica sociológica del envejecimiento de la población que en buena parte los habita. Son los seniors que viven en edificios sencillos, quienes más dificultades encuentran en un diseño urbano no pensado para ellos, producto del aluvión de la emigración interior, principalmente joven, a las grandes ciudades. Las cuestas, escalones, aceras estrechas, ausencia de barandillas, escasa iluminación pública o la estrechez de los portales -y no digamos la falta de ascensores- son para ellos un suplicio cotidiano, como lo son la excesiva distancia hasta la parada del autobús o el metro y la práctica inexistencia de aseos urbanos que den solución a la necesidad los mayores de poder ir al baño cuando caminan por la calle.

La exposición, que debería ser de visita obligada por los políticos de todos los partidos, incluye un clarificador panel sobre el juego que puede dar la combinación de pavimentos inteligentes con la ausencia de bordillos. La ampliación o disminución de carriles viarios para coches, autobuses o bicis, el mayor o menor ancho de aceras e incluso el uso que puede darse al espacio urbano según la hora del día, son opciones que deberán estar en la mesa de los responsables urbanísticos municipales… antes de que los “seniors” seamos más de la tercera parte de los españoles.

El gráfico que más me impresionó es el que agrupa el conjunto de actividades que hacen los jubilados y muestra la cantidad de horas a la semana que dedican a cada una de ellas: Desde el trabajo remunerado al voluntariado, desde la práctica deportiva o actividades al aire libre a los simples trayectos, a la vida social o a la diversión. La sorpresa está en que las horas destinadas a “cuidados personales” -12,39 a la semana- triplican a la segunda actividad: “ver la tele, leer u oír la radio” y cuadruplican con creces el tiempo dedicado al hogar o la familia.

Tan demoledora estadística, de la que deberían tomar buena nota los políticos, incide directamente en la inadecuación de los cuartos de baño -y de muchas cocinas- de las viviendas actuales, y por tanto en la necesidad urgente de flexibilizar las normativas de diseño interior de las viviendas. Más aún cuando el parque de edificios “a rehabilitar” es lo suficientemente heterogéneo como para que especificaciones destinadas a mejorar la habitabilidad de una vivienda en un poblado dirigido de los años 50, no funcionen en un edificio del casco antiguo construido en el siglo XIX. Paz Martín presenta un excelente ejemplo de esta versatilidad imprescindible en la vivienda pequeña.

La exposición finalmente, ofrece una atractiva y estimulante propuesta tanto sobre el diseño urbano como sobre el diseño interior que, cada vez con más “optimismo” va a introducirse en la ciudad, en las viviendas y en los hoteles para un segmento de población, más informado y más viajero, que en 2050 duplicará su presupuesto cultural, pasará de un 4,9% de gasto en restaurantes, cafés… y hoteles (por tanto en viajes), a un 9,5%; de un 4,8% a un 6,1% en ocio y espectáculos y, sobre todo de un 0,1% a un 2,1% de gasto en aprendizaje. ¡Veinte veces más! Un panel de famosas sillas de diseño “tuneadas” como sillas de ruedas ejemplifica simbólicamente hasta dónde pueden llegar sus inquietudes en materia de calidad de vida.

 Fernando Caballero es fundador y director de la Oficina de Arquitectura Urbana. 

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