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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Invierno del desconcierto

La mayor parte de los asalariados no gana ni siquiera un euro más al mes que hace un lustro

Joaquín Estefanía
Una persona pide limosna en la Puerta del Sol de Madrid.
Una persona pide limosna en la Puerta del Sol de Madrid. Jaime Villanueva

La economía española lleva creciendo cuatro años seguidos, de los cuales los tres últimos lo hace a un ritmo superior al 3%. Una etapa suficientemente larga para que la gente experimente mejoría. Uno de los principios generales de esta economía explica que para repartir los beneficios de una recuperación primero hay que crecer. Ya se crece, por bastante tiempo y en un porcentaje notable. ¿Cuándo va a llegar a la ciudadanía esa distribución del bienestar? ¿O este principio es otra estafa ideológica? El crecimiento sin reparto es lo que explica que cuando se les pregunta a los ciudadanos, mayoritariamente contesten que todavía no se ha salido de la crisis y que la situación económica es mala. Sirva un dato representativo: la mayor parte de los asalariados ni siquiera gana un euro más al mes que hace cinco años (Encuesta Anual de Estructura Salarial). Lo que cuesta un litro de leche.

Este es un problema tan significativo como otros que nos acontecen (la secesión de Cataluña, el terrorismo o la corrupción). La urgencia en su solución impide casi siempre que se aborde a tiempo el desequilibrio entre lo económico y lo social, la acomodación entre las demandas de los asalariados y las limitaciones presupuestarias. Esas demandas aparecen muchas veces como incompatibles con los objetivos de racionalidad económica y el interés general. Y no lo son.

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Diversos organismos han cuantificado que dos terceras partes del crecimiento de la economía española vienen dadas por factores externos: el bajo precio de la energía, la política monetaria expansiva del Banco Central Europeo (tipos de interés y masiva compra de deuda), y el tirón del turismo al debilitarse la competencia por razones geopolíticas. Quizá por ello, aunque la economía crece tanto, al PP no le va igual de bien en las encuestas. La economía española es la que más aumenta entre los países desarrollados pero ello no es atesorado electoralmente por el Gobierno. Ha sido Pedro Sánchez (PSOE) quien más ha sumado en los últimos sondeos. Después de tantas discusiones, la economía española ha evolucionado en la última década en forma de “W” (descenso prolongado, recuperación, segunda recesión dentro de la Gran Recesión y crecimiento, hasta situar al PIB a la altura de donde estaba en el año 2007). Pero muchos ciudadanos lo han hecho comportándose como una “Z” (sostenimiento a duras penas, caída en la recesión por quedarse en paro o por ser protagonistas de la devaluación salarial, y mantenimiento en lo hondo por bastante tiempo).

Si se repasan las características del mercado de trabajo (paro del 18%, 10 puntos superior al de antes de las dificultades, y precarización: por ejemplo, uno de cada cuatro contratos firmados en julio duró menos de una semana) y de la estructura salarial (reducción de la renta disponible respecto al año 2007, pérdida del peso de los salarios en relación con las rentas del capital, 20% de la población activa cobrando por debajo del salario de subsistencia,…) se comprende esa sensación de malestar difuso y de desconcierto incipiente con la que se aborda la temporada otoño-invierno.

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