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El sueño de los nachos andaluces

Robert Stockwell creó hace 30 años su fábrica de ‘chips’ de maíz en el Puerto de Santa María

Jesús A. Cañas

Una tortilla chip de maíz, ¿pero qué es eso? ¡Nadie te lo va a comprar!". Recién aterrizado en la provincia de Cádiz, Robert Stockwell se acostumbró a recibir respuestas como estas cuando, en 1996, le explicaba a algún español que el propósito de su viaje era dedicarse a producir nachos. "Los inicios fueron difíciles", reconoce con semblante serio este estadounidense de la costa Oeste al recordar cómo, con 40 años, decidió dejarlo todo para crear una fábrica de tortillas tex-mex en una región en la que ni sabía lo que eran. Y añade ya con una media sonrisa: "Pero fue un salto de fe que salió bien". Hoy Stockwell dirige una empresa, Super-Mex Foods, afincada en El Puerto de Santa María que da trabajo a 35 personas y que facturó el año pasado "más de dos millones de euros".

Un operario controla el flujo de maíz cocido en la fábrica de Super-Mex en El Puerto de Santa María (Cádiz).
Un operario controla el flujo de maíz cocido en la fábrica de Super-Mex en El Puerto de Santa María (Cádiz).Juan Carlos Toro

El empresario sabía lo que buscaba cuando se embarcó en su particular sueño español. Su padre era militar y, cuando era niño, ya había vivido en España. Fue el hermano de Robert, Bruce, el primero que decidió regresar en 1986 para abrir un restaurante mexicano en Cádiz: Casa Texas-México. Poco tiempo después, trasladó su negocio a Rota, al calor del tirón de su base militar, llena de compatriotas ávidos de una oferta en comida étnica que todavía escaseaba en la provincia.

Desde la localidad gaditana convenció a Robert para que dejase su profesión de técnico de medio ambiente en Estados Unidos y se viniese con su familia para dar un salto en el negocio: la producción de nachos para hostelería y supermercados. "Vine con la idea de emprender: seguir con el restaurante y, a la vez, la producción de nachos. Empezamos con una pequeña máquina en la cocina del negocio y, de ahí, a una fábrica que casi no se podía llamar así", reconoce Stockwell.

De los inicios inciertos al éxito del presente, 30 años de trayectoria contemplan ya a Robert, su mujer, Kate Bohrson, y sus dos hijos, Joshua y Sidney, con los que gestiona su empresa. Al principio, recuerda cómo se tenían que colar en la cocina de los hosteleros "para explicarles cómo se utilizaban las tortillas chip". "Vendíamos producto, pero también gastronomía y cultura", reconoce el estadounidense de 60 años. Su empresa creció poco a poco, ligada al propio interés del español por probar platos diferentes. Sin embargo, fue en 2006 cuando Stockwell detectó que empezaban "a crecer de verdad".

Una tortilla en la frontera

Pese a llevar 30 años viviendo en Cádiz, Robert Stockwell aún desconoce por qué en España se llama 'nachos' a las tortillas chip de maíz, también conocidas como totopos. "El nombre de nachos es el que, en Estados Unidos, se le da al plato ya preparado", añade el empresario. Y no es la única curiosidad que Stockwell aclara: "En verdad lo que aquí llegó como comida mexicana no era tal, era más bien comida tex-mex (la unión de Texas y México) que se preparaba en la frontera. Es una comida que tiene un poco de cada país, pero que se consumía especialmente en Estados Unidos". En este caso, el empresario sí sabe el origen de la confusión: "Lo que pasa es que los americanos siempre han sido muy buenos en marketing, por eso se dio a conocer más esta comida que la tradicional mexicana que hoy ya sí se puede encontrar en España".

Tanto que la familia de Robert decidió dedicarse en exclusividad a la fábrica. "Es curioso que fuese justo al inicio de la crisis. Creo que fue porque ya había un número importante de jóvenes dispuestos a probar cosas nuevas y, para cuando la recesión ya estaba encima, los clientes ya estaban acostumbrados a que el nacho era bueno y más barato que ver un partido de fútbol comiendo langostinos", bromea Stockwell. "Pasamos de un extremo a otro, de que nadie conociera el producto a que ahora haya nachos por todos sitios", añade.

"Pero no todas las tortillas chips son iguales. Las nuestras emplean la misma receta tradicional de siempre, adaptada a escala industrial", reconoce Sidney Stockwell. La familia se muestra inflexible en su apuesta por la materia prima. El maíz procede de campos de cultivo de Cádiz y Sevilla, el aceite de girasol es sevillano y la sal de las marismas de la Bahía de Cádiz. "Al principio, nadie conocía el producto así que podríamos haberlo hecho de otra forma, pero teníamos claro que queríamos producir el mejor nacho de España", explica orgulloso Robert Stockwell.

Marca blanca

En el actual panorama empresarial del sector, con grandes empresas de snacks dedicadas también a la producción de nachos, los Stockwell han sabido ganarse un hueco gracias a su trabajo con marcas blancas para diversas grandes superficies. Sin embargo, desde 2012 (año en el que se trasladaron, además, a una fábrica de 1.000 metros cuadrados en El Puerto de Santa María), decidieron apostar también por rediseñar su marca propia, Super-Mex. "Quisimos trabajar por dar a conocer esa calidad que ya teníamos bajo nuestro propio nombre", explica Sidney.

En estos cinco años han conseguido que las ventas se distribuyan ya al 50% entre marca blanca y marca propia y exportar parte de su producción a países como Suiza, Suecia, Israel o Malta. A la vez, mantienen un 30% de sus ventas en el canal de hostelería. Super-Mex genera 24.000 kilos de nachos a la semana. Constantemente, llega maíz en crudo que se cocina, pela, macera 10 horas y tritura en la primera parte de la producción. En una segunda parte de la cadena, una máquina las convierte en tortillas redondas o triangulares para hornearlas, freírlas y sazonarlas. Añadido al auge de los nachos, la empresa también amplió hace algunos años su línea de productos tex-mex: burritos, sazonadores o chile.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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