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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Qué es y para qué sirve la independencia

Casi todos los bancos centrales, hace hace pocas décadas, obedecían a los Gobiernos

Xavier Vidal-Folch
Sede de Fráncfort (Alemania) del Banco Central Europeo.
Sede de Fráncfort (Alemania) del Banco Central Europeo.EFE

La independencia de los bancos centrales es virtud reciente: hace pocas décadas casi todos obedecían a los Gobiernos.

Ese requisito para bancos y banqueros centrales se prestigió por los buenos resultados de algunos —el Bundesbank o Buba— en la lucha contra la inflación con políticas restrictivas.

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La legitimación vía resultados logró categoría científica. Varios trabajos académicos (algunos, de profesores cercanos a la Reserva Federal o Fed) demuestran la eficacia de la lejanía de la política para resistir tentaciones a la laxitud monetaria. Sesgo que siempre interesa al gobernante: más dinero, más alegría, más inversión... ¡ya!

El político suele pensar en lo inmediato; el banquero central otea el largo plazo. Debe trazar sobre bases técnicas una estrategia que la presión pública no tuerza a la menor brisa. Hoy, estos entes (también la Fed) rinden cuentas a los Parlamentos; apenas (o nada) a los Gobiernos.

Y así se consagró en el artículo 7 del Estatuto del BCE (protocolo 4 del Tratado de Maastricht): “Ni el BCE, ni los bancos centrales nacionales, ni ningún miembro de sus órganos rectores recabarán ni aceptarán instrucciones procedentes de las instituciones, órganos u organismos de la Unión, de ningún Gobierno de un Estado miembro ni de ningún otro organismo”.

Los seis consejeros ejecutivos del BCE los nombra el Consejo Europeo (la cumbre de primeros ministros), pero tras una propuesta del Consejo y tras consultas con el Parlamento... y con el propio BCE. Su opinión, por experta, es muy influyente.

El lema es evitar contagios. Se traduce así en la tradición del Buba (que heredó el BCE): ningún ministro al consejo; máximo, secretarios de Estado (menos politizados, se supone), como fue el halcón Jürgen Stark.

Fueron excepciones el primer presidente, el holandés Wim Duisenberg, y el actual vice, el portugués Vítor Constancio. Y es que ambos habían sido ministros de Finanzas en sus años mozos (en la década de los años setenta)... cuando la independencia no se había generalizado a todos los bancos centrales.

Y ambos pasaron el rito de una desgubernamentalización larga (“limpieza del pasado político”, ironizaba en Sintra uno de sus colegas): justo a través de ejercer largo tiempo como gobernadores de sus respectivos bancos centrales nacionales.

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