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El sector bancario español reduce sus jugadores

Santander, Caixabank, BBVA, Bankia y Sabadell controlan el 64% de cuota de mercado de créditos en España tras la adquisición del Popular por el primero

Miguel Ángel Noceda
LUIS TINOCO

Acostumbraba Luis Valls-Taberner a retirarse los fines de semana a un chalé que el Banco Popular tenía en la sierra madrileña, donde se refugiaba para pensar, leer y escribir. Los lunes volvía al banco que presidía con las pilas cargadas y, con ese espíritu florentino por el que se conocía entre sus colegas, repasaba la agenda de la semana. Le gustaba estar al cabo de la calle y, más allá de sus habituales labores bancarias, invitaba a desayunar (café con picatostes) y, en menor medida a comer, a todo aquel que consideraba que le podía aportar algo fuera del sector, principalmente, políticos, sindicalistas y periodistas.

De cuando en cuando, publicaba sus reflexiones. Y escribía cosas como esta en EL PAÍS (el 6 de marzo de 1981) con motivo de los cambios que se avecinaban en el sistema bancario y que debía abordar el Gobierno de UCD: “Mi opinión es rotunda: sería un gravísimo error que, por medio de una reordenación autoritaria, desde el Estado se fuera empujando a la banca —en momentos como los actuales— a la crisis, cuando es uno de los pocos sectores que, con gran prudencia y capacidad, ha conseguido hasta ahora superarla”. Bien podría trasladarse aquel escrito a estos últimos años, también de crisis financiera, en los que la banca, en general, y el Banco Popular, en particular, ha estado pendiente de “reordenaciones autoritarias”.

Eran tiempos de gloria para el Banco Popular y para Luis Valls, miembro numerario del Opus Dei, cuya preponderancia en la entidad era manifiesta. Tiempos que han durado muchos años y que han terminado en manos de uno de los compañeros de viaje de siempre, el Banco Santander, tras haber sido el primer banco intervenido por el Mecanismo Único de Resolución (MUR) europeo.

La entidad cántabra recupera de esta forma la hegemonía en la clasificación bancaria española, alcanzado los 465.702 millones de euros en activos agregados, según las cifras de marzo de este año, y superando a CaixaBank (337.384 millones) y BBVA (331.833 millones). Entre los dos suman el 19,5% de cuota de mercado en crédito, mientras la entidad catalana se queda en el 15%; la vasca, en el 13,8%; Bankia, en el 8%, y el Sabadell, el 7,8%. Es decir, entre los cinco primeros suman el 64%. El predominio también se manifiesta en recursos de clientes y en pymes.

El banco cántabro recupera la hegemonía en la clasificación bancaria española

Todo indica que aún quedan muchas cosas por pasar en el juego de fusiones e integraciones bancario. El sufrimiento que ha tenido Liberbank (resultante de la fusión de las antiguas cajas de Asturias, Cantabria y Extremadura) en Bolsa las dos últimas sesiones (pérdidas del 50%) augura que la crisis financiera no ha llegado a su fin, como se creía desde el Gobierno. Además hay que ver qué pasa con la fusión de Bankia y BMN, en las que el Estado tuvo que tomar la mayoría; y la reacción del BBVA tras el paso dado por su principal rival.

En cualquier caso, la operación del Popular venía cantada. Ante la falta de liquidez y la imposibilidad de devolver el dinero a sus clientes, el MUR tuvo que precipitar su decisión. De hecho, el banco tenía un plan para no abrir el miércoles ante la falta de liquidez. Por eso, la noche del martes se puso en contacto con los bancos que habían mostrado un interés real para hacer una especie de subasta exprés a la que respondió el Santander, porque "le salían las cuentas”.

El interés del Santander era conocido por las autoridades europeas y por el ministro de Economía, Luis de Guindos, con quien tuvo oportunidad de cambiar impresiones Ana Botín el pasado fin de semana en el encuentro organizado por el Club Bilderberg, en Virginia (EE UU). Sin embargo, allí se ventilaron pocas cosas, más allá de que Guindos reconociese su preocupación por la sangría que estaba sufriendo el Popular en Bolsa y Botín la intención de pujar por la entidad. La voz cantante estaba en Europa, donde el MUR monotorizaba los movimientos.

El desembarco del Santander parecía lo más factible desde el principio. No era el único interesado, aunque parecía contar con las preferencias del Banco de España y del Gobierno. También para el banco que preside Ana Patricia Botín, que ya había pretendido al Popular en tiempos mejores, representaba la oportunidad de recuperar la supremacía en el mercado nacional. El Santander perdió cuota al no participar en ninguna de las compraventas que supuso la reestructuración de las cajas de ahorros, en las que sí estuvieron activos sus competidores. De hecho, desde que absorbió el BCH el 15 de enero de 1999, no había realizado ninguna operación en España.

El aumento de cuota a los umbrales del 20% no parece que incida en una concentración bancaria. Es la primera cuestión que tendrá que estudiar la autoridad de la Competencia. Pero el asunto traspasa las fronteras nacionales al ser una operación que afecta a más de un país, ya que dos tercios de la cifra de negocios están fuera de España. Eso, no obstante, no es óbice para que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) lo pueda reclamar.

Similitudes con Banesto

El proceso tiene similitudes con la compra de Banesto en febrero de 1994 también por el Santander. Si entonces Emilio Botín hacía su primera gran adquisición, ahora su hija hace la suya con el Popular. Entonces, la hizo en una subasta organizada por el Banco de España al mejor postor (superó al BBV y a Argentaria) que le iba a servir de trampolín para convertirse en el primer banco español; ahora, 23 años después, ella acude a la llamada de la autoridad para hacerse con el Popular en una especie de subasta exprés. Como entonces, se ha adelantado al BBV (ahora BBVA), que, según fuentes de su entorno, declinó pujar. Su presidente, Francisco González, manifestó que “era una buena noticia porque demuestra la robustez del sistema español”, a la vez que explicaba que habían sido extremadamente exigentes en la valoración del Popular.

Todo indica que faltan muchas cosas por pasar en el el juego de fusiones e integraciones

Quizá haciendo un guiño a aquella operación, Ana Botín eligió para explicar la operación a la prensa la sede de Castellana 24, la misma en la que Emilio Botín utilizó para presentar la adquisición de Banesto y por la que se convertía en el primer banco de España; igual que ahora ha hecho su hija. Como entonces, ha comprado otro banco que no había recibido ayudas oficiales. La única diferencia es que esta no ha sido una subasta pública ni ha tenido al Banco de España como interlocutor.

El Popular, en todo caso, es un banco con pedigrí. La entidad se había encaramado bajo el mando de Valls (primero como vicepresidente desde 1957 y, luego, como presidente desde 1972) a la élite de la gran banca y las familias banqueras, con las que se codeaba y que le habían incorporado a su sanedrín. Valls representaba una figura singular, mezcla de banquero renacentista y ejecutivo moderno, que había incorporado nuevas fórmulas y mantenía el viejo espíritu fundacional de “proporcionar a cuantos utilicen sus servicios las mayores facilidades en toda clase de asuntos económicos y bancarios, realizando las operaciones que, como peculiares de las compañías de crédito, se determinan en el Código de Comercio vigente” que predicaba el estatuto fundacional del Banco Popular de los Previsores del Porvenir.

Las cifras del banco le avalaban. Siempre aparecía como ejemplo del buen hacer bancario y durante un tiempo largo, año tras año, salía encabezando la clasificación de los bancos más rentables del planeta. Una circunstancia que le hacía candidato a participar, e incluso encabezar, las fusiones que a finales de los ochenta comenzaron a vislumbrarse en el sistema bancario español. Aunque a Valls no le obsesionaba el tamaño.

El informe encargado en 1987 por el Banco de Vizcaya a Jack Revell, director del Instituto Europeo de Finanzas, le emparejaba con el Hispano Americano, mientras al Vizcaya le otorgaba el Central y al Santander, Banesto. Aquel informe partía de que los más pequeños de los siete grandes (es decir, Vizcaya, Popular y Santander) eran mucho más eficientes y estaban mucho mejor gestionados que los más grandes (Banesto, Central e Hispano). Y que debían ser aquellos los que dirigiesen la entidad resultante. Al Bilbao le confería un futuro individual o integrado con una de las parejas.

La entidad más rentable

Luego no pasó así. Del informe no se cumplió nada. El Bilbao rompió el status quo con aquella famosa opa sobre Banesto que, tras fracasar, derivó en la fusión con el Vizcaya y en una vertiginosa agitación en el sector, acrecentada con la guerra del pasivo desatada por Emilio Botín, que había heredado de su padre la presidencia del Santander en 1986. Los viejos mastodontes bancarios no pudieron seguir el ritmo y, con el tiempo, acabarían absorbidos por el Santander, mientras los vascos se fusionaban con la antigua banca pública agrupada en Argentaria.

¿Y el Popular? Siguió a lo suyo. Valls ya había tenido que enfrentarse en 1986 a un intento del Hispano y la Banca March de juntarse. Lo rechazó y aprendió la lección, lo que le llevó a forjar alianzas con grupos extranjeros que le servían de caballeros blancos en caso de asedio. Lo hizo con la aseguradora Allianz y los bancos Rabobank (holandés) e Hipobank (alemán). Pero no quería fusiones. No participó en la subasta por Banesto, que ganó el Santander en febrero de 1994, ni quiso meterse en líos, aunque aseguraba que estaba atento a “cualquier señal que le diera el Gobierno”.

Es la primera operación que hace la entidad presidida Ana Botín en España desde 1999

No la hubo o no le hizo mucho caso. El Popular siguió siendo el banco más rentable, aunque se iba alejando de los dos grandes grupos que se fueron conformando (Santander y BBVA) mientras se le acercaban otros como el Sabadell, Caja Madrid y La Caixa. Una evolución que acabó con la reestructuración de las cajas de ahorros. El sector, que en los años noventa superaba las ochenta entidades y a principios de dicha reordenación contaba con 45, ha acabado prácticamente desaparecido (solo quedan dos cajas minúsculas: Pollensa y Ontenient), tras vivir un proceso de fusiones frías (rimbombantemente llamados Sistemas Institucionales de Protección, SIP, mecanismo de consolidación de entidades de crédito y concebido para su mutua autoprotección) y, por último, de transformación en bancos. Muchos de ellos fueron adquiridos por los bancos tradicionales, interesados en engordar su estructura en determinadas zonas de España, aunque otros han deparado en graves crisis y enormes escándalos, como ocurrió con la CAM (antigua Caja de Ahorros del Mediterráneo) o Bankia, que a partir de la integración de Caja Madrid, Bancaja y cinco cajas pequeñas se había diseñado para ocupar el primer puesto del ranking español y, sobre todo, para mayor gloria del exvicepresidente del Gobierno con el PP, Rodrigo Rato. La gestión de fue nefasta y la nueva entidad se precipitó al abismo hasta que fue rescatada por el Gobierno, al tiempo que se abrían procesos judiciales que pueden acabar con muchos de los gestores en la cárcel.

Mientras tanto, el Popular seguía en su burbuja. Valls, que desde 1989 compartía la presidencia con su hermano Javier, había dejado el mando a Ángel Ron en 2004 después de haberse frustrado el nombramiento de Fulgencio García Cuéllar, con quien Ron era director general. Ron compartió presidencia con Javier Valls hasta 2006, año en que falleció Luis Valls. Desde entonces llevó solo las riendas y los resultados no fueron precisamente buenos.

Por supuesto, para entonces ya había dejado de ser el banco más rentable del mundo y estaba lejos de serlo de España. Las pruebas de solvencia (los llamados test de estrés) que llevó a cabo la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) pusieron en evidencia su situación, aunque las aprobara de forma ajustada. Para salir del agujero, Ron realizó dos ampliaciones de capital de 2.500 millones de euros. Pero, ni por esas. El banco, en cuya nómina histórica aparecen ejecutivos de primer nivel como Aristóbulo de Juan, Rafael Bermejo, Rafael Termes o el propio Pablo Isla (presidente de Inditex), estaba en una deriva insalvable.

El deterioro del Popular

¿Qué ha pasado para que aquel banco tan envidiado se haya desmoronado? ¿Cómo es que los auditores y los supervisores no vieran el peligro que sí se vaticinaba por algunos analistas independientes? Ron había recibido el mensaje de Valls de que se mantuviera independiente y así siguió; pero se vio superado por el boom inmobiliario, al que entró de forma desenfrenada. Y para colmo se lanzó a comprar el Banco Pastor echando mano de fondos propios, lo que profundizó una crisis ya larvada.

Los resultados ya mostraban el deterioro. Y las resistencias saltaron en noviembre, cuando el consejo del banco inició una operación de acoso y derribo de Ángel Ron. El hostigamiento lo encabezaba la familia mexicana Del Valle, que había entrado en el capital del Popular a cambio de ceder un 30% del banco BX+; y la consejera Reyes Calderón, miembro del Opus Dei y representante de la Sindicatura de Accionistas del Popular en la que obra tenía sus acciones. Calderón, que movió Roma con Santiago, fue a ver a las autoridades del Banco de España. La familia Del Valle, la Sindicatura, Crédit Mutuel y Andrónico Luksic, que formaban el núcleo duro de accionistas, con el 24%, veían en peligro su participación.

La presión del consejo pudo con Ron y se acrecentó con la salida del socio francés Crédit Mutuel. El banquero gallego, que recibió una indemnización de ocho millones, fue sustituido por Emilio Saracho, un banquero de inversión que, precisamente, había trabajado en el grupo Santander. No tardó en montar su equipo con personas de su confianza, la mayor parte de ellas jubiladas. Eso supuso la salida de Pedro Larena, el consejero delegado que había fichado Ron y que se fue con cinco millones.

No hubo milagro. En el sector daba la impresión que ni el propio Saracho se lo creía. No se entiende tampoco muy bien que hasta hace una semana estuviera nombrando gente en diferentes puestos de la cúpula y de mandos intermedios mientras ponía el banco en venta y recibía constantes señales de una posible intervención.

Botín, de principio, ha echado mano de su gente de confianza y ha colocado a José García Cantera, quien fuera su segundo en Banesto, al frente del consejo de transición. Los responsables del Santander España, Rodrigo Echenique y Rami Aboukhair, otros dos hombres de su confianza, tranquilizaron el jueves a la tropa directiva del Popular y, a la larga, a los más de 12.000 empleados.

Futuro de la nueva sede

Ahora tendrá que poner en marcha la maquinaria para limpiar y arreglar desperfectos, como la cartera inmobiliaria, que se acerca a los 37.000 millones. Va a ampliar capital en 7.000 millones, una oferta en la que los accionistas del Santander tendrán derecho de suscripción preferente. Utilizará otros 8.000 de recursos propios del Popular para cubrir créditos fallidos y afrontar la lluvia de demandas que se presumen y para las que ya se preparan los despachos especializados.

También tendrá que decidir qué hace con su participación en BX+ y en TotalBank de Florida (EE UU), mientras que la filial de Portugal pasará a integrarse en Santander Totta.

Una de las decisiones que tiene que tomar en ese proceso es el futuro de la sede que el Popular está construyendo en Madrid al pie de la autovía a Barcelona y que Ron esperaba inaugurar en otoño de este año. Lo que está claro es que el alquiler de la antigua sede del edificio Beatriz, en la calle Ortega y Gasset termina en esas fechas y deberán abandonarla. Asimismo, abordará la integración tecnológica, tras la que desaparecerá la marca del Popular.

El Banco Popular ya forma parte de la lista de casos que comienza con la intervención de varios bancos pequeños en la crisis de finales de los setenta. En 1983 estallaron los de Rumasa, que tenía 18 bancos en el holding, entre ellos el Atlántico, y Banca Catalana, la entidad fundada por Jordi Pujol y que tuvo que rescatar el Vizcaya. Más tarde, el Hispano se hacía cargo del Urquijo que vendería a la March. Luego llegó la fusión forzada por el Banco de España del Central e Hispano y la crisis de Banesto, que con el tiempo quedarían bajo la égida del Santander. Ya más reciente se produjo la intervención de la Caja Castilla La Mancha (CCM), hoy integrada en Liberbank, con lo que comenzó la reestructuración de las cajas de ahorros, en las que saltaron por los aires la CAM y Bankia. Es el final de una historia que comenzó en 1926 bajo la denominación de Banco Popular de los Previsores del Porvenir, que se convirtió después de la Guerra Civil en el banco del Opus Dei, que participó en la democratización del país, siendo el único banco que financió al Partico Comunista de España (PCE) en las primeras elecciones tras la muerte de Franco y que llegó a ser muchos años el más rentable del mundo.

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Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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