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Grecia desbloquea el rescate europeo con nuevos recortes y subidas fiscales

Incluye un ajuste de hasta el 18% en las pensiones, reformas energéticas y la subida de impuestos

Claudi Pérez
El ministro de Finanzas griego, Euclides Tsakalotos.
El ministro de Finanzas griego, Euclides Tsakalotos. EFE

Grecia llegó este martes a un acuerdo con la troika: dinero y promesas a cambio de más recortes. Esa frase valía en mayo de 2010, cuando arrancó la sucesión de rescates fallidos por parte de las instituciones europeas y el FMI, y sigue valiendo siete años después. El Gobierno griego accede a legislar un tijeretazo por importe de 3.600 millones en 2019 y 2020: básicamente, la 14ª rebaja de pensiones decretada por la troika y la enésima subida de impuestos. A cambio, Atenas recibirá dinero europeo ante el riesgo de quedarse sin blanca este verano. Empezarán las negociaciones para reestructurar la impagable deuda pública. El BCE podría incluir los bonos griegos en su programa de compras. Y el Gobierno, si cumple sus metas fiscales, podrá aumentar el gasto social.

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Patada hacia adelante para ganar tiempo, y fingir que todo va bien: esa ha sido la tónica de los rescates en Grecia desde 2010. Y así sigue siendo: el Gobierno del supuesto izquierdista radical Alexis Tsipras va muy rezagado en las encuestas, miles de personas protestan en las calles y está convocada una nueva huelga general para dentro de dos semanas. El PIB cayó el 1,2% en el último trimestre del año pasado, vuelve a haber fugas de depósitos en los bancos y el paro sigue en un dramático 23,5%, cuatro veces más que la media europea.

Ajenos a una situación sociopolítica potencialmente explosiva y a una economía cuyas constantes vitales siguen bajo mínimos, Atenas y la troika alcanzaron este martes un acuerdo para desbloquear el tercer rescate griego. La receta es la de siempre: recortes, esta vez con efectos retardados —para 2019 y 2020, en un país exhausto tras las sucesivas oleadas de austeridad—, para que vuelva a llegar el dinero del rescate europeo ante la posibilidad de que el país se quede sin blanca en verano.

Nadie se fía de nadie. Los socios europeos y el FMI quieren que el Gobierno legisle ese nuevo tijeretazo ante la posibilidad de incumplir los objetivos fiscales. Y Atenas asegura que no activará uno solo de esos recortes si antes no se produce la mil veces prometida reestructuración de deuda. La sensación general es que Europa y Grecia se limitan a ganar tiempo: el dinero llegará; para todo lo demás, habrá que esperar a que pasen las elecciones alemanas del próximo otoño.

Nuevos sacrificios

Atenas se congratuló por la “fumata blanca” tras una larga noche de negociación que sigue a varios meses de parálisis. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Mecanismo de Estabilidad (Mede) también aplaudieron el principio de acuerdo, que tendrá que ser refrendado en el Parlamento griego y por el Eurogrupo, en la reunión del 22 de mayo. Las Bolsas y el mercado de deuda reaccionaron con un tibio optimismo. Pero lo que viene por delante es cualquier cosa menos fácil: nunca es fácil con Grecia.

El acuerdo incluye la 14ª rebaja de pensiones desde 2010: un 9% de media y hasta un 18% para algunos pensionistas. Y rebaja el listón de ingresos a partir del que se pagan impuestos, desde 8.600 euros anuales a unos 5.700 euros al año: enésima subida fiscal. Además, impide la negociación colectiva al menos hasta 2019 —algo inédito en Occidente—, y obliga a liberalizar los horarios comerciales y el sector energético.

El anzuelo del superávit

Duras críticas de la oposición al pacto de Tsipras y la troika

La izquierda radical —Syriza— llegó al Gobierno con un programa político que prometía el fin de los recortes. Se enfrentó a la troika con un referéndum que acabó en un corralito, y abocó al país a un duro tercer rescate. Acabó pasando por el aro de la austeridad y todo eso le está pasando factura: el conservador Nueva Democracia, gran responsable de los desmanes de Grecia durante décadas junto con el socialdemócrata Pasok, lidera las encuestas. El pasado lunes, 10.000 personas se manifestaron en las calles contra los recortes, y habrá una nueva huelga general el 17 de mayo. Frente a la grandilocuencia de Bruselas —“llegó el momento de pasar página del difícil capítulo de la austeridad”, dijo Pierre Moscovici—, se avecinan días duros para Alexis Tsipras. “El Gobierno trae un cuarto memorando sin financiación, con más austeridad y altos objetivos de superávit durante años”, resumió Kyriakos Mitsotakis, de Nueva Democracia. “Pretendieron negociar y nos hundieron en una recesión, y al final capitulan”, destacó Fofi Yenimatá, del Pasok, que se unió a las críticas de los centristas, los comunistas y el neonazi Amanecer Dorado, informa Efe.

Tsipras tiene una ardua tarea por delante: debe convencer a los griegos de que a cambio de todos esos sacrificios el país saldrá ganando esta vez. A cambio de los palos, Tsipras pondrá el énfasis en las zanahorias. Una: el país evita la posible suspensión de pagos, a la vista de que no tenía fondos para hacer frente a un vencimiento de 7.000 millones en julio. Dos: los socios se comprometen a reestructurar la impagable deuda, condición ineludible para que el FMI siga a bordo pero un asunto radiactivo en Alemania; el próximo G7, en Bari, puede ser clave para vencer la oposición de Berlín al respecto. Tres: el Eurogrupo relajará también los objetivos fiscales, que ahora fijan un inalcanzable superávit primario (antes del pago de intereses) del 3,5% del PIB durante 10 años. Cuatro: el BCE incluirá los bonos del país en el quantitative easing (QE, el programa de compras de Fráncfort). Y cinco: si Grecia cumple sus metas, podrá poner elevar el gasto social desde 2019, son subsidios para las familias pobres y fondos contra la pobreza infantil.

Las políticas dictadas por la troika persiguen reformar de arriba abajo la estructura económica y administrativa de Grecia, pero lo cierto es que el principal efecto de la austeridad ha sido una destrucción de riqueza del 25% desde 2010, digna de una guerra. Rescatadores y rescatados se agarran a un dato para pedir el enésimo esfuerzo: el superávit fue del 3,9% del PIB el año pasado. La situación fiscal, en fin, empieza a ser algo más boyante. Todo lo demás, a pesar de los sacrificios, no termina de acompañar.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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