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Christine Lagarde: “Esperamos una reforma laboral en España”

La directora gerente del FMI considera que España ha dejado de ser un riesgo para la economía

Claudi Pérez
Christine Lagarde, directora general del Fondo Monetario Internacional.
Christine Lagarde, directora general del Fondo Monetario Internacional.Sylvain Piraux (LE SOIR)

Una voz honda y oscura, como de Nueva Orleans. Christine Lagarde (París, 1956), directora gerente del FMI, irrumpe con esa voz ingrávida en la deslumbrante Biblioteca Solvay, en Bruselas, para dar una charla y conceder esta entrevista a EL PAÍS y el resto de medios de LENA. Versión taquigráfica: el mundo va saliendo de la Gran Crisis, pero los riesgos políticos acechan por todos lados. Francia y sus elecciones. El proteccionismo y Trump. Grecia, el Brexit. Sobre unos y otros asuntos, Lagarde despliega la elegancia y el encanto que la convirtieron en abogada de éxito y en superministra de Francia —con la mácula de su negligencia en un caso de millonario desvío de dinero público— antes de llegar a la cúpula del FMI, aunque también conserva cierto aire de reserva, como de armario cerrado con llave.

España ya no es uno de esos riesgos: Lagarde aplaude los progresos de la economía española. Pero después de tres reformas laborales en seis años, pide una nueva ronda del mismo bebedizo para reducir la dualidad (el eufemismo mágico para evitar decir precariedad) del mercado de trabajo. El ADN del FMI es también una especie de armario cerrado con llave: desde hace un cuarto de siglo, en épocas de bonanza, en épocas de crisis y en épocas, como esta, a medio camino entre lo uno y lo otro, la receta sigue siendo una reforma laboral que parece una de esas liebres mecánicas e inalcanzables de los canódromos.

Pregunta. El crecimiento mundial acelera, pero la incertidumbre política es elevada, con tentaciones proteccionistas evidentes en EE UU, puede que en Francia. ¿Qué está en juego en las elecciones francesas?

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Respuesta. Como jefa del FMI no puedo decir demasiado sobre Francia: soy francesa. Pero sí detecto allá donde voy una inquietud creciente por el resultado de las elecciones. Francia es clave por su papel en la escena internacional, por el tamaño de su economía, y porque algunas de las ideas que están sobre la mesa en esas elecciones podrían perturbar la arquitectura actual de la UE. Cuanto antes desaparezca esa incertidumbre, mejor para la economía global y para la eurozona.

P. Donald Trump va camino de cumplir 100 días al frente de EE UU. ¿Qué hay de la escalada proteccionista que anunció?

R. Hay una distancia enorme entre la retórica electoral y los pasos reales que se han dado. No voy a especular con lo que se va a hacer o no: lo que hemos visto en el G20 y en conversaciones con el Tesoro es voluntad de cooperar, de trabajar juntos sobre opciones sensatas, no extremas. Cuando EE UU pide “comercio justo” algunos traducen automáticamente: “¡Oh, riesgo de proteccionismo!”. Pero la idea de un comercio libre, justo y global va en la buena dirección. En las reuniones de primavera del FMI hay que sentarse y discutir qué es “comercio justo”.

P. ¿El futuro del euro está en peligro en Francia?

R. Es claramente uno de los debates que están sobre la mesa, y podría tener impacto sobre la estabilidad de la eurozona. Porque es un interrogante enorme que uno de los socios más grandes se cuestione si en el futuro va a formar parte del euro.

P. Si no hay ninguna sorpresa desagradable en las elecciones francesas y alemanas, ¿ve posible una mayor integración europea?

R. ¿Por qué no? Eso sería consistente con los planes iniciales de la Unión. El truco consiste en construir una unión monetaria y fiscal que respete las culturas nacionales, las tradiciones nacionales, las raíces nacionales. Me vienen a la cabeza las negociaciones en las que participé como ministra de Comercio francesa: si eres un jugador relativamente pequeño que negocia con economías muy grandes, tienes las de perder. Si varios jugadores europeos son capaces de negociar conjuntamente con EE UU y China, se puede hablar de otra manera.

P. La zona euro es incapaz de ponerse de acuerdo para aplicar un estímulo fiscal del 0,5% del PIB, como recomiendan la Comisión y el FMI. ¿Qué está fallando?

R. La razón es que la arquitectura del euro no está terminada: las medidas fiscales las toman los Gobiernos, a escala nacional. Pero espero que el Plan Juncker demuestre que hay voluntad política para manejar un presupuesto común. No un presupuesto limitado para inversiones, sino una capacidad presupuestaria mucho mayor.

P. Cuando el FMI subraya que hay que reducir los desequilibrios externos, toda Europa piensa en Alemania y su gran superávit comercial. ¿Debe hacer más Berlín y ponerse a invertir?

R. La respuesta corta es sí. Con el envejecimiento de su población, Alemania debería tener un cierto nivel de superávit, pero lejos de las cifras actuales: un superávit comercial del 4% del PIB estaría justificado; un 8%, no. La buena noticia es que Alemania ya ha comenzado a invertir por la llegada de refugiados; incluso en infraestructuras. Pero se trata de un proceso lento: nuestra recomendación es que invierta más.

P. ¿Están bien fundadas entonces las críticas de Trump al superávit alemán?

R. Los desequilibrios excesivos, como la excesiva desigualdad o la inestabilidad del sistema financiero, son malas noticias. No hay que tener miedo de decirlo.

P. La economía mundial lucha por abandonar lo que usted ha bautizado como la Nueva Mediocridad. ¿Trump y su paquete de estímulo han cambiado algo?

R. Las expectativas importan, suelen decir los economistas. Y como resultado del anunciado estímulo fiscal y de la reforma tributaria prevista, hemos detectado cierto optimismo: se han desatado los denominados animal spirits. Las expectativas de crecimiento son claramente visibles en las valoraciones del mercado: los precios de los activos están en su nivel más alto en ocho años. Queda por ver qué medidas se pondrán en marcha realmente, cuándo se activarán, cómo afectarán a la economía real. Pero si lo que vemos como resultado de esa oleada de optimismo es que la inversión privada aumenta, eso es positivo para la economía.

P. El Fondo no ha tomado aún ninguna decisión final sobre Grecia. ¿Qué falta?

R. Si el FMI se decide a unirse al programa con financiación, tiene que ser sobre la base de los objetivos fiscales pactados y del análisis de sostenibilidad de la deuda griega. A largo plazo, creemos que lo razonable es un superávit fiscal primario [antes del pago de intereses de la deuda] del 1,5% del PIB, teniendo en cuenta todo lo que ha hecho el país y de la capacidad de Grecia para hacer reformas. Si los socios europeos toman otra decisión, tendremos que tenerlo en cuenta. Pero no podemos dar por buenas previsiones irracionales, injustificables.

P. ¿Podría quedarse el FMI fuera del rescate a la vista de que hay voces en EE UU y en otros lugares que se quejan de que se ha prestado demasiado dinero a Grecia durante demasiado tiempo?

R. El volumen de nuestro posible compromiso financiero no va a ser necesariamente lo más importante: lo que busca Europa es la experiencia, la disciplina del Fondo. Es posible que el FMI participe en el programa griego, pero con dos condiciones: que se pongan en marcha reformas significativas y que haya una reestructuración de deuda. Ya hemos visto avances en la primera condición.

P. No en reestructuración.

R. Si la deuda de Grecia es insostenible de acuerdo con las reglas del FMI, no participaremos en el programa. Grecia necesita cierto grado de reestructuración.

P. España ha mejorado, pero los fundamentos de la economía española siguen siendo frágiles en términos de paro y niveles de deuda pública, privada y externa. ¿Qué debería hacer España para llegar fuerte a la próxima crisis?

R. Me gustaría empezar rindiendo tributo a la capacidad de resistencia de un país que ha puesto en marcha reformas serias y sólidas. Las cifras no han mejorado de milagro: gracias a las reformas, la economía está doblando la esquina de la crisis; el desempleo, por muy alto que fuera, ha bajado. Y esperamos que siga bajando. Pero, en particular, creemos que la dualidad del mercado laboral, con trabajadores temporales muy expuestos y contratos fijos más protegidos, no conduce a resolver la situación del desempleo en España. Esa dualidad tiene que abordarse: una de las claves de la recuperación española ha sido la determinación para hacer reformas; por ejemplo, para solucionar la inestabilidad del sector bancario y los créditos tóxicos.

P. ¿Puede hablarse de una historia de éxito, como se empeñan en proclamar algunas voces, con un paro juvenil del 40%, serias disfunciones en el mercado laboral, deuda pública del 100% y niveles de desigualdad y pobreza al alza?

R. Aún no podemos decir misión cumplida, pero España ha hecho grandes progresos. Todo es más fácil con crecimiento. Y ahora España tiene crecimiento: un impulso que es más fuerte que en cualquier otro país de la UE, salvo quizá en el Reino Unido, y mucho más fuerte que el de la eurozona. Esperamos que eso se traduzca en más empleo y mayores ingresos con una reforma del mercado de trabajo.

P. Alude al crecimiento de Reino Unido. ¿El Brexit puede ser un mal viaje para la economía británica?

R. El FMI había previsto un crecimiento mucho menor para Reino Unido en los últimos trimestres. Pero empezamos a ver el impacto de Brexit sobre la renta disponible o la depreciación de libra. Y habrá más incertidumbre mientras no se resuelva el debate sobre el traslado de entidades financieras a Fráncfort, Dublín o París, en una economía en la que la City desempeña un papel importante.

P. “Yo no puedo gastarme todo mi dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda”, dijo el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. ¿Le parecen sexistas esas palabras?

R. No me gustan. No conozco el contexto. Pero no me gustan.

“La eurozona está mejor equipada para otro shock”

Los candidatos a protagonizar la próxima crisis son numerosos: una victoria de Le Pen en Francia o del Movimiento 5 Estrellas en Italia, la enésima reedición de la crisis griega, el billón de activos tóxicos que anida en los balances de la banca europea —sobre todo de la italiana— o, desde el exterior, los desafíos en China y los emergentes. Pero Lagarde considera que la eurozona está “mejor equipada para otro shock” que en 2008: “Ahora cuenta con un Mecanismo Europeo de Estabilidad, ha reforzado su marco de supervisión bancaria y ha mejorado la regulación financiera”.

“Queda trabajo por delante: un Pacto de Estabilidad claro, eficiente y más respetado que hoy; una política fiscal conjunta; un ministro de Finanzas común, y la capacidad de gestionar deuda basada en el euro”, advierte. “No estoy hablando de eurobonos: ese es un asunto demasiado candente”, matiza. “Son el presidente Jean-Claude Juncker y los jefes de Estado y de Gobierno quienes deben tomar esa decisión, y hay varias propuestas sobre la mesa. Podría ser el siguiente paso, una vez se alcance el nivel de convergencia adecuado y se aplique la disciplina fiscal común”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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