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La industria del caramelo quiere endulzar a Trump

El sector confitero será uno de los grandes beneficiados por las promesas de desregulación e incentivos fiscales

El presidente Donald Trump al llegar a Florida
El presidente Donald Trump al llegar a FloridaLuis M. Alvarez (AP)

El lobby que representa los intereses de los confiteros le tiene cogido el gusto a los hoteles Trump. El pasado septiembre, en plena batalla electoral, cerca de 150 miembros de la organización se daban cita en el lujoso complejo que lleva el nombre del presidente en Washington. A algunos miembros le irritaba ver las letras doradas colgadas en el friso. No era para menos, a la vista del clima de confrontación política que reinaba antes del paso por las urnas.

La victoria del magnate acabó de alguna manera con ese estigma entre los líderes empresariales de Estados Unidos, que prefieren estar sentados en la mesa con el republicano antes que esperar a que sus competidores les cuenten lo que se habló en la reunión. El informalmente conocido como CandyPAC volvió a congregarse esta semana para definir su estrategia y eligió de nuevo un hotel de los Trump, en la sala del National Doral en Miami dedicada a Ivanka.

Es el primer grupo empresarial que se reúne en un complejo de Trump con el promotor inmobiliario ya de presidente. La National Confectioners Association agrupa a multinacionales como Hershey, cuya sede corporativa está situada en una de las regiones de Pensilvania que fue determinante para que pudiera hacerse con las llaves de la Casa Blanca. El entonces candidato republicano, de hecho, eligió un pabellón que luce el nombre la compañía para dar uno de sus mítines.

Es un lugar de destino obligado para cualquier conservador que quieren hacer carrera política. A la cálida Florida se desplazaron también directivos de otros iconos corporativos planetarios como Mars, Ferrero, Mondelez, Nestlé o Jelly Belly. La industria, que opera más de un millar de plantas de producción en EE UU, genera ingresos anuales por valor de 35.000 millones de dólares y da empleo a 55.000 personas. Y si el presidente Trump cumple su palabra, será uno de los sectores más beneficiados por la desregulación y la bajada de impuestos.

Los productores de caramelos, chicles y chocolatinas buscan que la nueva administración ponga en marcha medidas de apoyo que les permitan contener el incremento de los costes, como los subsidios al azúcar. La dinámica política en Washington, en principio, les es favorable. La organización calcula que solo con las subvenciones al azúcar podrían conseguir ahorros anuales de hasta 280 millones.

Están también las cuestiones relacionadas con el etiquetado de los alimentos y las reglas para el uso de organismos genéticamente modificados, otras de las medidas adoptadas por el demócrata Barack Obama durante sus ocho años de presidencia para combatir la epidemia de obesidad que azota a la sociedad y que dispara el gasto médico. El presidente de la NCA, John Downs, no oculta por eso que la industria tiene una oportunidad sin igual para ir a la “ofensiva”.

Conflicto de interés

Los empresarios no tardan en moverse cada vez que se trastoca el reparto de poder entre la Casa Blanca y el Congreso. Esta vez, además, tras ocho años de inmovilismo, se da la circunstancia de que el control republicano es total y eso facilita la adopción de la legislación. En este sentido, la NCA asegura que su objetivo es aprovechar para “resaltar una percepción más positiva de la industria” entre las agencias.

Eso sí, desde la organización dejan claro que estas reuniones en los hoteles Trump –previstas para este año y 2018- no hay que entenderlos con un favor político, porque los espacios se reservaron dos años antes de las elecciones. El problema, como señala The Washington Post, es que esta coincidencia ilustra las repercusiones que puede tener la decisión de Donald Trump de preservar la propiedad de sus negocios.

La cesión de la gestión a sus dos hijos es, en principio, insuficiente para disipar cualquier conflicto de interés por parte de las mimas compañías que buscan el apoyo de la administración. Este tipo de eventos suele costar hasta 200.000 dólares organizarlos, excluyendo el precio de la estancia de los invitados o actividades al margen de las conferencias, como los partidos de golf y las sesiones de spa.

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