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Las importaciones asfixian la producción textil en Argentina

El gremio denuncia 1.500 despidos y desde las empresas piden garantías para competir con China

Un taller textil de la ciudad de Mar del Plata.
Un taller textil de la ciudad de Mar del Plata.Télam

La situación ya vivida por el sector del automóvil y juguetero ahora alcanza a la producción textil, un engranaje clave en el enclave industrial de Argentina, sobre todo por ser una de las principales fuentes de empleo. La Asociación Obrera Textil (AOT) denunció que la actividad ha sufrido 1.500 despidos y 3.600 suspensiones por el cierre de una decena de fábricas, el dato surge de un relevamiento en 108 empresas de todo el país. “Las principales causas de la crisis del sector textil son el comportamiento en las ventas por el traslado de costos a los precios, que significaron una baja del 50%; la oferta al costo para sostener los niveles comerciales generando rentabilidad, una cadena de pagos muy debilitada con plazos que superan los 120 días, el incremento de los costos y al aumento de la presencia de mercadería importada”, señala Hugo Benítez, secretario general de la AOT.

Argentina empieza el año con algunos datos positivos en la economía, pero no precisamente en la industria. Es el campo el que más está tirando. Las cifras oficiales confirman la recesión de la actividad industrial, aunque con ciertos repuntes estacionales. Incluso, el comienzo de este año fue peor al anterior. En ese contexto, la industria textil es el sector que más ha caído, con una pérdida de 11,1% con respecto al mes anterior, según el resultado del Estimador Mensual Industrial (EMI) que elabora la agencia nacional de estadísticas (Indec). El ministerio de Trabajo no brinda estadísticas discriminadas por sectores pero sí por rama de actividad. La industria manufacturera –entre las que se cuenta la actividad textil- cayó 0,2% en enero, con respecto al mes anterior. El derrumbe es de 4,8% en la medición interanual.

“Se va a hacer muy dificultoso poder atravesar el 2017. Estamos todos tratando de poder ver más allá de estos meses; no creemos que la situación vaya a cambiar en el corto plazo pero necesitamos ver algún cambio para incentivar al mercado interno”, advierte Juan Pablo Maisenave, presidente de la Cámara Textil de Mar del Plata, ciudad históricamente activa en el ramo. El industrial afirma que “hay fábricas que la están pasando realmente muy mal, entonces, se reducen las horas extras y se dan vacaciones adelantadas en algunos casos”.

Benítez expresa que, en efecto, existen firmas que redujeron la jornada laboral y otras que otorgaron a sus empleados “vacaciones anticipadas que fluctuaron entre 7 y 14 días, en la que se vieron involucrados más de 3.800 trabajadores”. También denuncia el cierre de fábricas: “son diez en total, seis en el norte del conurbano; dos en la zona noroeste; otra en la zona del oeste bonaerense y la restante en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. Gabriel Vecchi, de Vecchi Godoy, es una de las pequeñas empresas que tuvo que ingeniárselas para garantizar las fuentes de trabajo de sus 11 empleados sin ver afectada su plusvalía. “Nosotros hicimos un cambio de firma en el que se eliminó el plus por antigüedad de nuestros empleados, o sea, fueron despedidos y vueltos a contratar”. “Las importaciones son un problema porque el ingreso indiscriminado de cosas importadas afecta; el pronóstico es incierto y el panorama se ve complicado”, reconoce el empresario.

Argentina es uno de los países más proteccionistas del mundo, y en un sector como el textil la consecuencia es que la ropa está más cara que en Europa, por lo que los argentinos que pueden permitírselo -la clase media y alta- viaja a Miami, Europa y últimamente Chile para renovar su vestuario. Mientras, la gente humilde sufre unos precios altísimos. La apertura de importaciones, aún no definitiva -en Buenos Aires no hay marcas internacionales de ropa barata como en Chile- es por tanto muy agresiva con la industria local.

El último eslabón de la cadena de producción son los diseñadores. El presidente de la Cámara Argentina de la Indumentaria (CIAI), Claudio Drescher, dice a EL PAÍS que “todos los sectores vinculados al consumo interno estamos sufriendo un duro golpe en los últimos meses y, con el comienzo de este año no se ha modificado; hay una retracción de las ventas en unidades de más del 20%”. “Es real lo que denuncia el sindicato pero el elemento real es la pérdida del poder adquisitivo y la retracción del consumo, agravado, sí, por las importaciones. La caída de las ventas es una realidad y se ve en el mercado”, agrega el empresario, quien informa que “los pequeños minoristas no renuevan alquileres y los nuevos diseñadores han cerrado las marcas que recién comenzaban. Esperamos que esto pueda revertirse pero el pronóstico es malo”.

El informe sobre importaciones que elabora la CIAI es elocuente: China sola superó en enero de 2017 sus ventas comparadas con el mismo mes del año pasado por un monto cercano a los 10 millones de dólares. Así, elevó su participación en el monto total del 62% a casi el 70%, y sus volúmenes se incrementaron casi un 10% para llegar al 81%. Perú, India y Vietnam son los proveedores que retrocedieron. También Brasil, socio estratégico de Argentina. El volumen de mercadería ingresado también asusta a los productores dado que de 935.000 kilos percibidos en el primer mes de 2016 se pasó a 1.600.000 kilos. “No hemos registrado nunca en el pasado un volumen mensual tan considerable”, advierten desde la Cámara. El precio promedio que en 2016 fue de 27 dólares, este año cayó a 21, lo cual alienta todavía más la llegada de productos extranjeros.

“Creemos que alguna reforma tributaria en la que se beneficie a las industrias que generan mucho valor agregado y que emplean mano de obra calificada pueda cambiar la situación”, aporta Maisenave. Y deja un claro indicador acerca de quienes ganan y quienes pierden en la cadena de comercialización: “De una prenda ofrecida en cualquier mostrador, únicamente el 20% corresponde al valor industrial, y de ese 20%, el 80 es de mano de obra. El resto se lo lleva la cadena de comercialización y la carga tributaria. La incidencia es muy alta y cuando competís con países como China, es inviable. Si la situación no cambia, obviamente se van a tener que tomar medidas que no sean felices, por eso es el gobierno quien tiene que empezar a tomar cartas en el asunto”.

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