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Las caras de la reforma laboral cinco años después de aprobar la ley

Un sevillano de 84 años que sostiene a su familia y una pareja que encadena empleos

Cinco años después de la aprobación de la reforma laboral, la tasa de paro se ha reducido del 24,8% al 18,5%, lo que ha supuesto que 18,5 millones de españoles tengan un empleo, 300.000 más que el 10 de febrero de 2012. Sin embargo, el empleo que se ha creado en ese mismo periodo es de peor calidad en términos medios. Hay una mayor tasa de temporalidad, las facilidades que la reforma dio para llevar a cabo despidos colectivos disparó los afectados por ERE, especialmente en 2013, y la tasa de desempleo juvenil sigue entre las más elevadas de la UE. Estas son algunas de las caras de la reforma, cinco años después.

Sostener a la familia con 84 años

La pensión de José Reinado, de 84 años y residente en Morón de la Frontera (Sevilla), es el salvavidas de la mitad de su familia. De sus seis hijos, de entre 45 y 60 años, tres tienen empleo estable y otros tantos han emigrado a Ibiza, Mallorca y Huelva, donde encadenan trabajos temporales que no les dan para vivir. "Exprimidos como limones", comienza la carta que le ha enviado a la ministra de Trabajo, Fátima Báñez.

José Reinado, en su casa de Morón de la Frontera, desde donde ayuda con su pensión a tres de sus seis hijos.
José Reinado, en su casa de Morón de la Frontera, desde donde ayuda con su pensión a tres de sus seis hijos.PACO PUENTES

"Viven en pisos de alquiler, por los que pagan 550 euros. A eso hay que sumar la luz y el agua. Ganan 800 euros. Acabo de mandarles 200 euros a uno de ellos para que puedan comer", relata Reinado, quien, ya octogenario, vive uno de los momentos más duros de su vida.

Su hijo Juan es conductor de camiones, pero trabaja en lo que puede en Ibiza, adonde emigró con la esperanza de encontrar un empleo estable. José encuentra ocupaciones esporádicas en la construcción y también realiza labores de fontanería o electricidad. Lo que salga. Ángela, la menor de sus hijas, con 45 años, ha conseguido por primera vez un contrato de un año en la hostelería en Mallorca.

La situación de precariedad le ha llevado incluso a pedir ayuda a Cáritas. "Con lo que ganan trabajando no tienen para comer o comprarse ropa", resume.

Reinado tiene claro el problema: la precariedad laboral. "Es una enfermedad que costará años erradicar", afirma en su misiva a Báñez. "Al que tiene dinero, la ley les ayuda a tener más y a los desgraciados les lleva, cada vez más, a caer en la pobreza y la calamidad", añade.

José es consciente de que, en las condiciones actuales, tendrá que seguir estirando su pensión y la de su esposa, también de 84 años y con problemas de movilidad, para ayudar a sus hijos. Pero no es optimista. "Los empleos son por poco tiempo; en Navidad o en temporada", lamenta.

Encadenar trabajos temporales sin fin

Camarero, dependiente, barman, azafato, encuestador, monitor de aula matinal, emprendedor… Thais Gamaza (30 años) y Antonio de la Cruz (36 años) recitan una lista interminable de los trabajos que han desempeñado en la última década. Cada uno aporta un puesto distinto, desempeñado durante meses o incluso días. Pero en la enumeración de esta pareja gaditana no se cuela ni uno relacionado directamente con sus titulaciones. Ella es diplomada en Magisterio, experta en danza y coach en educación. Él estudió Historia, hizo un máster en documentación e intervención cultural y está inmerso en el doctorado. Desde que acabó la carrera en 2010, Antonio no ha empezado a trabajar en su área hasta junio de 2016, cuando consiguió hacerse con un proyecto del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE). “Yo no he conseguido ejercer desde que terminé los estudios en 2008”, responde Thais.

Antonio de la Cruz (36 años) y Thais Gamaza (30 años) son pareja y viven en Cádiz.
Antonio de la Cruz (36 años) y Thais Gamaza (30 años) son pareja y viven en Cádiz.JUAN CARLOS TORO

Antonio y Thais ponen rostro a la precarización laboral que ha traído la reforma laboral aprobada hace cinco años. Aunque también tienen claro que, en el caso de Cádiz, llovía sobre mojado. “Aquí el trabajo ya estaba precarizado y ahora es mucho peor. El trabajo estable desapareció, ya no tienes esa seguridad… Para el que la tuvo, claro, porque nosotros ni siquiera hemos llegado a disfrutarla”, reconoce De la Cruz. La pareja comparte piso desde hace años en la última planta de una finca antigua del barrio de La Viña, en el centro de Cádiz.

Pagan 370 euros por el alquiler de su piso de unos 50 metros cuadrados. Pese al frío y alguna gotera, están “encantados” con el barrio, los vecinos y su casero. Entre los dos, aportan ahora a la economía doméstica unos 1.400 euros mensuales, variables según el mes. “Hemos aprendido a vivir al día”, añade resignado el historiador. “Tenemos un bote para la comida y otro para pagar las facturas de la luz o el agua”, explica Gamaza. Ahora, consiguen llegar a final de mes. De hecho, se muestran “contentos” por poder contar con sus trabajos actuales. Saben que, en una ciudad con tasas de desempleo que rondan el 30%, otros no tienen esa suerte.

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Thais tiene tres empleos. De lunes a viernes, está en un aula matinal cuidando a pequeños. De jueves a domingo, en un bar. Por las tardes imparte tres horas de clases particulares. En total, gana “una media de 600 euros al mes, depende de las horas extra que eche”. Aunque no le dejan mucho tiempo para sus estudios de idiomas, ahora respira aliviada. Encadena trabajos temporales desde los 17 años. Ha trabajado de dependienta o camarera, incluso se dio de alta de autónoma para trabajar de administrativa en una empresa. “En la desesperación, llegué a ofrecerme a trabajar gratis como profesora en un colegio”, reconoce.

La pareja apenas coincide en casa. Antonio trabaja a destajo, mañana y tarde, como autónomo en su proyecto para el IPCE. Alquiló un espacio coworking por el que paga 200 euros, pese a que intentó conseguir, sin éxito, una plaza en un vivero de empresas municipal. Descontando pagos de la cuota de autónomo, IRPF e IVA gana unos 800 euros al mes. En junio de este año, el proyecto se acaba y, previsiblemente, volverá al paro, aunque hace una promesa: “Juro que haré todo lo posible por no volver a lo de antes”.

Por ese antes, se refiere a una concatenación de trabajos temporales en hostelería, muchos en negro. “Llevo 16 años trabajando y en mi vida laboral solo aparece trabajado un año, un mes y un día. Me han llegado a ofrecer poner copas por cinco euros la hora y sin estar dado de alta. Como es eso o la nada, pues lo coges”, reconoce. Thais sabe de lo que habla. Lleva 13 años de empleos encadenados y su vida laboral “es de cuatro años”.

Hemos aprendido a vivir al día. Tenemos un bote para la comida y otro para pagar las facturas de la luz o el agua

Pese a eso, para Antonio y Thais no hay lugar para el pesimismo. “Puedes tener mucho currículum, pero tengo comprobado que la positividad es básica, todo está aquí”, dice señalándose a la cabeza. Para este año, la pareja ya tiene un plan que resume De la Cruz: “Tenemos amigos en Madrid, en Alemania o Inglaterra y nos han ofrecido un huequito en su casa. Como el resto de 80.000 gaditanos que ya se fueron para buscar trabajo, nosotros también lo haremos”. A su lado, Thais asiente, sonríe mira a Antonio y sentencia: “Este 2017 será nuestro año, lo sé”.

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