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Columna
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Bancos de desarrollo y globalización

Existe la sensación de que la gobernanza no ha beneficiado a todos los sectores

Rafael Ricoy

Varios hechos políticos inesperados, cuyo impacto global se verá en los próximos años, tuvieron lugar en el 2016 y han subrayado aún más una tendencia que se ha consolidado en los últimos años: la crisis de la globalización.

El triunfo del Brexit y la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos han puesto al descubierto que existen importantes sectores del mundo desarrollado desilusionados con los efectos del orden mundial imperante sobre la vida cotidiana de los ciudadanos.

La sensación cada vez más extendida de que el sistema actual de gobernanza ­—aunque ha sido positivo en muchos aspectos— no ha beneficiado a todos los sectores y ha dejado incluso efectos nocivos como desempleo, violencia y empobrecimiento, parecería presagiar una vuelta al proteccionismo y al nacionalismo.

El impacto de esta tendencia en el Sur Global [países en desarrollo] es innegable. La apertura económica y los numerosos acuerdos comerciales que han llevado años de negociación han sido pasos cruciales para la integración del área a la economía global. Asimismo, la migración sigue siendo un fenómeno que se produce esencialmente de sur a norte. Según datos de la OCDE, seis de cada 10 migrantes residen en regiones desarrolladas.

El Sur Global se enfrenta así a un cambio fundamental del paradigma global, y en ese nuevo escenario debe encontrar su espacio. El rol que juegan los bancos de desarrollo en este proceso trasciende su clásica función de financiación de grandes proyectos. Su capacidad de visión a largo plazo y de respuesta rápida y eficaz frente a circunstancias coyunturales son activos que se vuelven imprescindibles en esta etapa de cambios profundos y de efectos aún por desentrañar.

En el caso de América Latina, por ejemplo, revitalizar el desarrollo para retomar la senda del crecimiento inclusivo y fortalecer la cooperación e integración regional se ha vuelto impostergable. Hoy más que nunca tenemos que invertir en tecnología, preparar a nuestros jóvenes con las herramientas y habilidades que demanda el siglo XXI, desarrollar infraestructura que permita aumentar nuestro comercio, mejorar la institucionalidad y agregar valor a nuestros recursos naturales innovando en sectores en los que somos competitivos, como la agroindustria.

Asimismo, frente al debilitamiento del sistema de gobernanza global, los bancos de desarrollo en América Latina debemos seguir cumpliendo nuestra función de articuladores entre las necesidades de la región —que conocemos de primera mano— y las grandes tendencias globales.

Es imperante que seamos los promotores de una proyección internacional genuina e inteligente para que la región tenga una sola voz —y que se escuche con fuerza— en el nuevo orden mundial, porque el actual periodo de reacomodamiento no ha terminado y es necesario ser participantes activos de este proceso.

De hecho, aún quedan muchas incógnitas. ¿Cómo se reposicionará China frente a este nuevo escenario? ¿Qué pasará en la Unión Europea a medida que avance el Brexit? ¿Qué rumbo tomará Estados Unidos bajo el nuevo liderazgo? ¿Surgirá un nuevo liderazgo global del mundo emergente? Estos son apenas algunos de los asuntos que estarán en la agenda global en los próximos años.

Con estos temas en mente, el próximo 13 de enero, CAF —Banco de Desarrollo de América Latina— celebrará en Londres junto a la London School of Economics and Political Science (LSE) la IV Conferencia Anual CAF-LSE titulada La globalización en crisis: implicaciones para el Sur Global, en la que participarán destacados líderes, académicos y expertos.

Dado los acontecimientos cruciales que hemos observado en 2016 y los que podrían tener lugar este año que comienza será una excelente oportunidad para comprender y debatir los retos que tenemos frente a esta nueva realidad mundial, que ofrece —por ahora— más preguntas que respuestas.

Enrique García es presidente ejecutivo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

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