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Ojo con los chiringuitos financieros

La estafa sufrida por Josep Borrell pone de manifiesto la importancia de operar solo con entidades registradas

David Fernández
GETTY

Josep Borrell es catedrático de análisis económico, ingeniero aeronáutico, doctor en ciencias económicas y máster por Stanford. Además, ha sido secretario de Estado de Hacienda, ministro de Obras Públicas y presidente del Parlamento Europeo. Este impresionante currículo no le ha servido para esquivar una estafa protagonizada por un falso intermediario bursátil que le ha costado 150.000 euros.

El de ConsortFX —así se denominaba el supuesto bróker que timó a Borrell— es un caso de manual de cómo operan los falsos intermediarios y pone de manifiesto el peligro que suponen para los ahorradores, con independencia de su nivel de formación. El término “chiringuito financiero” define de manera informal a aquellas entidades que ofrecen y prestan servicios de inversión sin estar autorizadas para hacerlo. Son peligrosos porque en la mayoría de los casos la aparente prestación de tales servicios es solo una tapadera para apropiarse del capital de sus víctimas, haciéndoles creer que están realizando una inversión de alta rentabilidad. “Los elevados rendimientos que ofrecen suelen ser demasiado buenos para ser ciertos: solo son un cebo con el que consiguen que los inversores menos informados o más confiados les entreguen sus ahorros. Cuando no pueden justificar las pérdidas, simplemente desaparecen o cambian de nombre. Sencillamente, son estafadores”, explica la CNMV en una guía de reciente publicación.

Técnicas de defensa

La principal protección frente a un chiringuito financiero es identificarlo como tal. “Debemos huir de todo producto desconocido y sofisticado, desconfiar de rentabilidades mágicas y, lo más importante, comprobar en la CNMV o en el Banco de España si la entidad que nos ofrece sus servicios está dada de alta”, resume Javier Niederleytner, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles.

Otro mecanismo de defensa es bombardear a preguntas a los comerciales que nos hacen la propuesta. Ninguna cuestión puede ser improcedente cuando se trata de cómo invertir nuestro dinero. Algunos ejemplos de posibles preguntas son:

— ¿Cuánto tiempo llevan en este negocio?

— ¿Cuáles son los riesgos de la inversión?

— ¿Qué comisiones hay?

— ¿Puede remitirme copias de los contratos?

— ¿Le importa explicarme la inversión en una reunión en la que vaya con mi abogado?

— ¿Qué mecanismos de reclamación tengo si surge un conflicto?

— ¿En qué condiciones podré rescatar el capital invertido?

— ¿Se encuentran adheridos a algún fondo de garantía?

Mientras que las empresas autorizadas para prestar servicios de inversión (sociedades y agencias de valores, gestoras de carteras, Eafis, bancos y cajas) están sometidas a las normas que regulan los mercados de valores y a controles por parte de los organismos supervisores, los chiringuitos actúan al margen de la legalidad. Esto supone que no están adheridos al fondo de garantía de inversiones o de depósitos, por lo que el dinero de los ahorradores no está protegido en caso de insolvencia. “No existe un tipo concreto de víctima ya que a menudo se trata de estafas muy elaboradas y con apariencia de credibilidad en las que puede caer cualquiera: pequeños empresarios, particulares con cierto nivel de ahorro, profesionales liberales… Es fácil resultar vulnerable ante las promesas de enriquecimiento rápido y sin riesgo de los chiringuitos, que por muy bien construidas que estén siempre son falsas”, advierte la CNMV.

Patrones de actuación

Los canales que utilizan los chiringuitos financieros para contactar con sus potenciales víctimas no son distintos de los que puede emplear cualquier entidad legalmente autorizada para difundir sus propuestas comerciales entre clientes o posibles clientes: teléfono, cartas, correo electrónico o anuncios publicitarios. Para obtener los contactos recurren a bases de datos (a menudo obtenidas de forma fraudulenta) de las que extraen direcciones de personas que, por ejemplo, han suscrito un determinado producto financiero, reciben periódicamente una publicación económica o contestaron a alguna encuesta en la que reflejaron sus aficiones y situación económica familiar.

“Es habitual que las personas tomen sus decisiones de inversión basándose en recomendaciones de conocidos o familiares. Sabiendo esto, en ocasiones los chiringuitos pagan grandes rentabilidades a los primeros clientes, utilizando para ello su propio dinero o el de otros inversores en una estafa piramidal. Así, la aparente eficacia de su gestión se difundirá de forma espontánea entre el círculo de relaciones de esos clientes satisfechos”, describen desde la CNMV.

Qué hacer si ya ha picado

1. Amenaza. Cuando la persona de contacto se vuelve inaccesible o no se atienden las solicitudes de reembolso, es aconsejable presionarlos para que devuelvan el dinero, amenazándolos si es necesario con acudir a las autoridades. Este aviso no siempre es efectivo, ya que la situación de ilegalidad de los chiringuitos les permite desaparecer o cambiar de nombre con facilidad.

2. Aportaciones. En ocasiones su respuesta es que la inversión no ha ido como se esperaba y que es el momento de aportar más dinero ante el inminente cambio de tendencia del mercado. No hay que hacerles caso.

3. Denuncia. Tanto si el inversor consigue que le devuelvan todo o parte del capital como si no es así, es muy importante que ponga los hechos en conocimiento de la CNMV y denuncie lo ocurrido a la policía o al juzgado correspondiente.

Los chiringuitos financieros no aceptan un no por respuesta y utilizan diferentes técnicas de persuasión para convencer a sus potenciales víctimas. Una estrategia típica es la de las predicciones acertadas: hacen un gran número de llamadas y a algunos ahorradores les dicen que la Bolsa bajará y a los otros que subirá. En los días siguientes repetirán el proceso, pero solo con el grupo con el que han acertado para que finalmente un reducido grupo de ellos se dé cuenta de su infalibilidad. También suelen transmitir apariencia de respetabilidad y éxito (visten trajes caros y alquilan buenas oficinas); abusan de las explicaciones incomprensibles y del uso de tecnicismos; ofrecen grandes beneficios con pocos riesgos; insisten para que se tome una decisión rápida; y realizan una presión psicológica (pueden llegar a la descalificación, cuestionando la inteligencia o habilidad del inversor para tomar una decisión).

“La mayor parte de las actitudes y argumentos empleados por los chiringuitos no se darían en intermediarios autorizados ya que éstos se encuentran sujetos a estrictas normas de conducta. Deben de mantener adecuadamente informados a los clientes y los datos que aporten tienen que ser imparciales, claros y no engañosos”, concluye el supervisor bursátil.

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Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

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