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Pero ¿acaso necesitábamos a Trump?

Europa reconoce que la flexibilidad presupuestaria no bastaba para relanzar la economía

Xavier Vidal-Folch
El Comisario de Economía y Asuntos Financieros, Pierre Moscovici. AFP THIERRY CHARLIER
El Comisario de Economía y Asuntos Financieros, Pierre Moscovici. AFP THIERRY CHARLIERTHIERRY CHARLIER

La política fiscal europea fue monolítica, de extrema austeridad, según la visión prusiana del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC, que regula el déficit máximo del 3% del PIB y un tope de deuda del 60%).

Bajo Jean-Claude Juncker, la evidencia de los datos, las rebeliones sureñas y la desfavorable comparativa con el crecimiento de EE UU, cambió su signo, sin invertirlo: pasamos a la lectura flexible del PEC y a excluir de la contabilización del déficit algunas inversiones productivas.

Para España fue un viento de cola que le inyectó entre 2013 y 2015 casi 120.000 millones de euros: la diferencia entre los objetivos iniciales de déficit para cada ejercicio y los finales.

Para Europa, la cura de caballo y su relajación funcionó. Como dijo Juncker en su discurso sobre el Estado de la Unión, "los déficits de la eurozona lindaban en promedio el 6,3% en 2009, y ahora están bajo el 2%". El drama fue el alto precio pagado por esa cifra, en anemia del crecimiento, pobreza de clases trabajadoras y medias, desafección política: comadronas del populismo. Aunque esa causa no es única. También se ha generado en EE UU. Allí hubo expansión fiscal... y triunfó el trumpismo.

"Me acusan de ser el más flexible de mis antecesores, y no de lo contrario", alegaba con razón hace unos días el comisario Pierre Moscovici a un grupo de periodistas que le inquiríamos por la pasividad ante la reclamación de una política fiscal expansiva y conectada a la monetaria, reiterada por Mario Draghi.

La nueva propuesta de Bruselas viene a reconocer que la flexibilidad agotó su recorrido, que no bastaba para relanzar la economía. Supone sustituir la política de neutralidad fiscal (no detraer fondos de la economía real para equilibrar la macroeconomía) por un cierto expansionismo. Supone, aunque sea una recomendación no vinculante, el inicio de un cambio de paradigma, y de era. ¿Se lo debemos a la urgencia de reactivar, como respuesta al desafío de Trump?

Al final, se avizora el reemplazo del PEC por un Maastricht-2. De los criterios de convergencia nominal por un código de convergencia real (en fiscalidad, sobre todo en Sociedades; en el mercado laboral, incluidos los salarios mínimos; en inversión, sobre todo I+D), como propone el Parlamento Europeo (informe 2015/2344-INI). Por hoy, lo esencial es que ya hemos empezado.

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