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Columna
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Hacia un ‘Brexit’ duro: oportunidades y retos para España

Adaptarse a

Maravillas Delgado
Luis Garicano

El tono de la reciente convención del Partido Conservador británico y los dos discursos que hizo en ella la Primera Ministra May indican que el Reino Unido se encamina hacia una salida dura del Mercado Único. Las exigencias de la señora May hacen imposible cualquier solución intermedia, como las que usan Noruega y Suiza, ya que exigen la aplicación de las normas de la UE, la aceptación de la libertad de circulación de personas por la Unión, y la contribución al presupuesto de la Unión, que son considerados inaceptables por los británicos. El camino que se abre es inevitablemente el de la negociación de un acuerdo de libre comercio entre el Reino Unido y la Unión Europea, con un probable elevado coste para el Reino Unido en términos de acceso a los mercados de la Unión (y con el riesgo final que conlleva la necesidad de que sea aprobado unánimemente). Este proceso crea nuevas oportunidades y retos para España.

Ahora que la globalización, la integración y el comercio han adquirido tan mala prensa en ciertos sectores, la salida “dura” de Reino Unido nos recuerda el enorme éxito que de la UE al conseguir una integración con efectos positivos para todos:

1. La libre circulación de personas ha dado lugar a enormes flujos migratorios bilaterales. En la era de EasyJet, las estimaciones sobre su tamaño varían enormemente, pero Eurostat estima que 306.000 ciudadanos nacidos en Reino Unido tienen residencia española. Si contamos también a los que viven parte del año en España, la cifra alcanza el millón de residentes a tiempo completo o parcial de acuerdo con estimaciones británicas. Por otro lado, el INE estima que hay más de 100,000 españoles que residen en Reino Unido, aunque de nuevo el número real es mucho mayor. Los retos en la negociación que se avecina son aquí enormes: desde el acceso a la atención sanitaria, la vivienda y los permisos de trabajo, a la exención de visados.

2. La libertad de comercio en bienes y servicios ha dado lugar a grandes flujos bilaterales y un enorme superávit comercial de España. Los datos oficiales más recientes muestran que España exportó bienes y servicios británicos por 24.000 millones de libras en 2014 e importó 14.800 millones, con un superávit para España de casi 10.000 millones de libras, más del 1% del PIB español. Solo con tres países del mundo (Alemania, China y Noruega) tiene Reino Unido un déficit mayor. Las industrias más afectadas serían automóvil, máquina herramienta, productos químicos, metales, minería y verduras.

3. En servicios, el excedente se debe principalmente al turismo: 15,8 millones de turistas británicos visitaron nuestro país en 2015, convirtiendo al país en el mayor importador de servicios turísticos españoles.

4. Finalmente, la libertad de movimiento de capitales ha dado lugar a enormes flujos de inversión directa. Reino Unido es el principal destino de la inversión española, sobre todo en finanzas, telecomunicaciones y electricidad. Por ejemplo, casi uno de cada cinco libras de la inversión extranjera total en el sector bancario del Reino Unido está representado por Sabadell y Santander.

Por lo tanto, es difícil exagerar el riesgo de un Brexit duro para las exportaciones, para el turismo, para la inversión y para las vidas de muchos ciudadanos ingleses y españoles. Ningún país es más vulnerable que España a la alteración del comercio, dado el superávit comercial (en términos de PIB), y ningún país tiene un interés mayor en el más suave de los Brexits. Desenredar la maraña de relaciones tendrá elevados costes para todos.

Aunque la deriva inglesa es indudablemente mala, puede también tener algunos aspectos positivos para España. La más importante es quizás la oportunidad de atraer principalmente al sector financiero y los servicios profesionales relacionados (especialmente de oficina bancaria, tecnología, derecho, regulación, etc.), dada su movilidad, valor añadido e importancia: de él dependen un millón de empleos en el Reino Unido.

La oportunidad se presenta más rápido de lo que pueda parecer, dado lo complejo de mover una entidad financiera. Esta misma semana la Asociación Bancaria del Reino Unido ha anunciado que los bancos están comenzando a poner en marcha planes de salida. La causa es que esperan perder el pasaporte comunitario (o mejor dicho, los pasaportes, porque son diferentes en cada aspecto del sector financiero), que habilita a las entidades financieras para operar en cualquier país de la UE o del Espacio Económico Europeo una vez tienen la autorización en un país de la Unión.

¿Puede España atraer a estas instituciones? Recientemente Ciudadanos presentó un plan para hacerlo. Posteriormente también lo hizo la Comunidad de Madrid.

España tiene ciertas ventajas. Nuestras ciudades, en Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, etc. tienen excelente calidad de vida e infraestructura. Pero estos argumentos no son determinantes. Prueba de ello es que en todos los centros financieros mundiales, Singapur, Hong Kong, Nueva York y Londres, el clima es malo, la vida carísima, las viviendas inasequibles. La calidad de vida no es lo que buscan estas instituciones.

Cuando se escucha a bancos y otras instituciones de Londres, estos apuntan a dos barreras claves para que España sea atractiva. Una es el inglés: administraciones, reguladores, etc deben poder trabajar en inglés, que es el lenguaje de los mercados.

La otra es la politización y falta de profesionalidad de los reguladores. De la misma forma que esta independencia y profesionalidad es necesaria para proteger a los ciudadanos de desmanes como Bankia, también es necesaria para proteger a los inversores extranjeros.

Los bancos de inversión se especializan en comprar y vender empresas, en colocar nuevas acciones en el mercado. Todo ello depende crucialmente de que el comportamiento de un regulador sea intachable. Las cúpulas de los reguladores en España siguen siendo poco profesionales, impredecibles y politizadas (véase el reciente circo con la no sustitución de la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores o el caos en la CNMC, donde un grupo de consejeros sabotea sistemáticamente el esfuerzo de conseguir independencia y profesionalidad por parte del presidente). No se puede aspirar a atraer una industria tan dependiente de la regulación como la financiera sin un entorno regulatorio profesional, independiente y fiable.

En los recientes acuerdos con el PP y con el PSOE, Ciudadanos ha explicitado cómo deben hacerse los nombramientos para que esto suceda. Se trata de que las convocatorias sean públicas y abiertas; que la evaluación y el filtro de los currículos se haga de forma profesional y objetiva, por una comisión formada por funcionarios del máximo nivel; que el Parlamento someta a los candidatos cualificados a un riguroso examen; y que el Gobierno cumpla su potestad de nombramiento ajustándose a la terna final prefiltrada de esta forma. A partir de hoy mismo, con la formación de un nuevo gobierno, el nombramiento de reguladores independientes y profesionales debe ser la norma, y no la excepción.

Es indudable que un Brexit duro será un duro reto para la economía española. Con un esfuerzo decidido en mejorar nuestro marco regulatorio, algo que nuestra economía y nuestros consumidores ya exigen, podemos aprovechar algunas de las oportunidades.

Luis Garicano es Catedrático de Economía y Estrategia en la London School of Economics y responsable de Economía, Industria y Conocimiento en Ciudadanos.

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