Otro juicio paralelo
Un acusado da explicaciones inéditas: gastó poco, guardó las facturas y luego devolvió el dinero
Rodrigo Rato y Luis Bárcenas coincidieron el otro día en la fila para entrar a la Audiencia: “Hombre, don Luis”, le saludó afable el expresidente de Bankia. En los juicios simultáneos de las Black y Gürtel se dan situaciones y encuentros insólitos cuyo desenlace es un misterio para el no iniciado, que no sabe si se van a escupir o a abrazar. En ese caso, por ejemplo, luego se unieron el Bigotes y Arturo Fernández y charlaban todos mientras les insultaban los cuatro abuelillos que van todos los días a la acera de enfrente. Fernández llegó con gafas de sol y al principio no le reconocieron. Explicó que era por los improperios. “No si ya…”, le comprendieron.
Este paisanaje, y más tan amontonado, ya ha sido juzgado por la calle, escandalizada durante años hasta que lo ha dejado por agotamiento. Entre los insultados, porque era exministro y su cara suena, también se desliza un hombrecillo, Virgilio Zapatero. Ayer en la sala se giró hacia el público con una sonrisa al oír su nombre, pero también era para ponerle a parir. Cuando declaró dio unas explicaciones inéditas en lo que va de juicio: es impopular decirlo, pero pareció inocente, admitiendo que esta afirmación también es otro juicio paralelo.
Zapatero, vicepresidente de Caja Madrid de 2010 a 2012, con una petición fiscal de 1,5 años de cárcel, se reconoció “incapaz de determinar lo que era” la tarjeta que le dieron, porque no le explicaron mucho, pero la gastó en asuntos relacionados con su trabajo -incluida, por cierto, una comida con Goirigolzarri, antes de que fuera presidente de Bankia- y guardó todos los resguardos. “Nadie los quería ni me los conformaban”, detalló. Tras el rescate de Bankia, dimitió, sumó sus facturas, le salieron 27.910 euros y los devolvió. Pero en 2012, dos años antes de que estallara el escándalo. También renunció a la retribución variable devengada (116.000 euros) y al cobro del seguro de vida (90.000). “Es decir, he regalado a Bankia 234.743,37 euros, que eran míos, ¡y me reclaman 19.000!”, se desahogó ayer. Contó que una vez, incluso, se confundió de tarjeta al pagar un viaje personal, porque también era cliente de Caja Madrid, y al día siguiente reintegró la cantidad.
Pedro Sánchez le echó del PSOE sin escuchar sus explicaciones y él no las ha dado estos dos años en entrevistas ni en la tele. Esperaba al juicio. Ayer dio la impresión de ser una pequeña pieza atrapada en el engranaje del gran proceso Black. Igual que Gabriel María Moreno Flores, de CC OO, una media de gastos de 300 euros mensuales, sobre todo en aparcamientos. Le dejaron la tarjeta en la mesa y “nadie me dijo que era para gastos personales”, así que no la usó para eso.
Zapatero destaca, por contraste, como en un experimento con ratones, con el abanico de respuestas humanas a un mismo hecho: les das una tarjeta y, aunque sea rara, la mayoría se vuelven locos en restaurantes y safaris. Zapatero perjudica a los demás acusados, por lo que hizo, que ahora parece lo normal: gastar poco, guardar las facturas y luego devolver el dinero. En una época loca, Zapatero tuvo el mínimo contagio entre los 65 imputados. En cambio muchos consejeros se han hecho los orejas con explicaciones poco creíbles. El exsecretario general de la entidad, Enrique La Torre, también los puso ayer en su sitio al desmentirlos a todos, de Rato para abajo: no era sueldo, como dicen, sino gastos de empresa. Otra cosa también son los directivos que declararon ayer, que afirman haber tenido dos tarjetas claramente diferenciadas, una para gastos personales y otra para los de empresa.
La sentencia pondrá orden en este lío y en las responsabilidades, pero con perspectiva parece que lo que cabreó en su día, sea legal o no, fue más bien descubrir cuánto cobraban algunos y su tren de vida mientras España se hundía. Por eso hubo un juicio paralelo en caliente, que tendría sus destrozos. Abordado a la salida, Zapatero cuenta que ha dejado de dar clases de Filosofía del Derecho en la universidad de Alcalá de Henares, de la que fue rector: “Si no tienes autoridad no puedes dar clase”. Otros en cambio aún siguen dando lecciones.