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Bruselas eleva la presión sobre las multinacionales tras el ‘caso Apple’

España lidera un grupo de países de la UE que quiere recuperar el dinero no pagado por la empresa de Cupertino

Claudi Pérez

Apple. Luxleaks, Papeles de Panamá. Y Starbucks, Fiat, Amazon, tantos otros casos de estrategias fiscales escandalosas pero a menudo legales. Bruselas dio hace poco un dentellada de 13.000 millones a Apple por sus oscuros amaños en Irlanda, que le permitían pagar menos del 1% en impuestos. Con los Estados del bienestar obligados a apretarse el cinturón y una ciudadanía cada vez más irritada, la Comisión Europea quiere dar pasos adicionales para elevar la presión sobre las multinacionales: ultima una base común del impuesto de Sociedades. Se trata de evitar que las corporaciones rebajen al mínimo la factura fiscal con tejemanejes legales. España lidera una facción de la UE aún más beligerante, que persigue recuperar lo que Apple dejó de pagar.

Guindos, en la rueda de prensa tras el Ecofin.
Guindos, en la rueda de prensa tras el Ecofin.FILIP SINGER (EFE)

“Los tiempos están cambiando: paguen sus impuestos”, espetó ayer en Bratislava el dylaniano jefe del Eurogrupo, el ministro holandés Jeroen Dijsselbloem. “Las grandes empresas se han embarcado en la batalla equivocada. Tienen que pagar donde hacen caja. Una parte en Estados Unidos, otra parte en Europa. Que se preparen para hacerlo”, afirmó tajante. Dijsselbloem es la personificación de un lío muy europeo: lo que dice es prácticamente lo contrario de lo que hace. Holanda es una suerte de pseudoparaíso fiscal en el corazón de la UE. Dijsselbloem ha reconocido en el pasado que el entramado fiscal holandés “es parte del problema” que permite a las multinacionales moverse por las grietas del sistema para minimizar su factura de impuestos.

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Ha dado algunos pasos para acabar con eso. Pero su Gobierno recurrió hace unos meses una decisión de la Comisión similar a la de Apple, por un acuerdo entre la Hacienda holandesa y Starbucks.

Esas contradicciones son parte de la esencia de la UE. Europa lleva años tratando de poner coto a esas prácticas, intentando armonizar los sistemas fiscales para evitar esa sangría. Las ideas están ahí, las declaraciones grandilocuentes también, pero, a la postre, la voluntad política escasea: la solución a ese problema lleva años completamente bloqueada por los socios que más usan esos métodos para atraer empresas. Bruselas ha desatascado ese asunto con un puñetazo en la mesa por la vía de las acusaciones contra los trajes fiscales a medida de las empresas. Apple e Irlanda son el caso más significativo, pero Luxemburgo y Holanda están también en el disparadero. La Comisión abrió el curso político con el caso Apple y una cifra exorbitante encima de la mesa, que nadie esperaba.

El comisario Pierre Moscovici dejó claro este sábado en el Ecofin que ese mordisco de 13.000 millones forma parte de una estrategia: Bruselas presentará en octubre “una armonización de las bases impositivas del impuesto de sociedades” para crear “un terreno de juego europeo en la fiscalidad de las multinacionales y evitar así los abusos”.

Esa música suena cada vez más fuerte, pero sigue siendo como silbar una melodía de Mozart en un concierto de Metallica. EE UU y Europa lideran un intento por crear un consenso global para reducir las brechas por las que se esfuman miles de millones de euros en impuestos de las grandes corporaciones. La OCDE —el laboratorio de ideas de los países ricos— acordó un paquete de reformas en esa línea el año pasado. Bruselas ha dado ya varios pasos por esa senda y pretende aprobar este otoño un nuevo arreón con una base tributaria común en la tributación empresarial, “para tapiar las grietas por donde se escapan los impuestos”, aseguró Moscovici tras el Ecofin, la reunión de ministros de Finanzas de los Veintiocho. Más adelante debería acordar una lista negra de paraísos fiscales que nunca termina de aparecer.

La iniciativa europea, sin embargo, no incluirá una armonización de los tipos impositivos, una medida mucho más ambiciosa que requeriría una unanimidad casi utópica. Aun así, “la decisión sobre Apple es la clara señal de que se ha cerrado una era en Europa. No se trata de ir contra Estados Unidos, contra las inversiones extranjeras ni es una batalla contra ninguna empresa: se trata de que todas las multinacionales que operan en Europa, sea cual sea su origen, paguen los impuestos que deben”, dijo Moscovici.

España quiere su parte

España apoya ese activismo. Y lidera una facción que va incluso más allá: junto con Italia, Austria y otros países, el Gobierno español pretende elaborar una estimación de lo que Hacienda ha dejado de ingresar por el “apaño” con Irlanda, en palabras del ministro Luis de Guindos. “Queremos saber si hay otros casos de trajes fiscales a medida y dónde se han producido. Y en el caso de Apple, queremos hacer una estimación sobre cuánto nos correspondía de esos 13.000 millones de euros”, afirmó Guindos. “Nos están exigiendo que cumplamos con el Pacto de Estabilidad, pero por esas rendijas se evaporan millones de euros: el Gobierno español es partidario de hacer presión para que salgan todas las cifras de ese caso”, añadió.

La batalla será larga: Irlanda se resiste a colaborar y ha llevado la decisión de Bruselas a los tribunales. Pero otros socios están con España: el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, pidió también “toda la información disponible”; el austriaco Joerg Schelling afirmó que si lo que ha hecho Bruselas es correcto “Austria va a reclamar ese dinero”.

Apple ha calificado de “basura” todo el caso. El economista Tom Barrack, afirma que lo justo sería un tipo impositivo “del 5% al 7%”, aunque su empresa ha pagado el 0,05% en Irlanda. Lo curioso del caso es que, por la vía legal, la mayoría de las empresas del Ibex español pagan en torno a los tipos que reclama Barrack gracias a las deducciones. “Yo soy partidario de los tipos bajos, pero en condiciones iguales para todo el mundo, sin acuerdos ocultos ni apaños de ningún tipo”, cerró el ministro.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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