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Los males de la ‘madre’ Rusia

La caída del crudo y las sanciones revelan que el país requiere reformas estructurales

Pilar Bonet
Obras en el distrito financiero de Moscú
Obras en el distrito financiero de MoscúANDREY RUDAKOV (BLOOMBERG)

Los dirigentes rusos son optimistas sobre el estado de su economía nacional, pero sus valoraciones contrastan con las realidades que padecen los ciudadanos dos años después de que la UE y otros países occidentales impusieran sanciones a Rusia por su política en Ucrania, ante las cuales que el Kremlin respondió con prohibiciones de importar alimentos y mercancías procedentes de los sancionadores.

“Se han creado las condiciones básicas para iniciar una trayectoria de crecimiento. Se ha logrado asegurar la estabilidad macroeconómica, se ha reducido sustancialmente la inflación. Las actividades del Banco de Rusia han permitido mantener un alto nivel de reservas de oro y divisas”, dijo triunfal el presidente Vladímir Putin el 16 de junio en el Foro Económico de San Petersburgo.

La economía “se ha adaptado a las nuevas condiciones” y ha “obtenido ventajas competitivas por la introducción de un cambio flexible de la moneda nacional, y además, no hemos limitado los movimientos de capitales y no pensamos limitarlos”, aseguró el jefe del Estado, según el cual “el mercado financiero ruso es el más abierto de todos los mercados en desarrollo”.

Desde 2014, Rusia se ve afectada por las sanciones, que le restringieron el acceso al mercado internacional de capitales, y también por sus propias contrasanciones, que encarecieron la cesta de la compra de los ciudadanos. Sobre el telón de fondo de la caída del precio del crudo (la principal mercancía exportadora rusa), el rublo ha perdido cerca de la mitad de su valor y, ante la reducción de ingresos, el Gobierno tuvo que recortar en un promedio del 10% los gastos del presupuesto de 2016, que fueron calculados a razón de 50 dólares por barril.

El PIB de Rusia se cayó un 3,7% el año pasado pese a que el gobierno preveía un alza del 1,2%

Pese a los recortes, el déficit presupuestario rebasará probablemente el 3% planeado. Para tapar el agujero, el Gobierno busca recursos en los fondos que creó para casos especiales, en privatizaciones de empresas estatales y también en la emisión de eurobonos. Rusia tendrá que echar mano de 2.500 billones de rublos (35.700 millones de euros) del fondo de reserva este año, según el ministro de Finanzas Antón Siluánov, y, si ese fondo se agota, recurrirá a los del fondo del bienestar nacional, que fue creado financiar las pensiones. El fondo de reserva tenía a principios de junio un total de 36.200 millones de dólares y el del bienestar nacional, unos 68.200 millones de euros.

Rusia vendió eurobonos por valor de 1.580 millones de euros el pasado mayo en la primera emisión de este género desde 2013. La operación corrió a cargo de un banco inversor ruso, después de que las autoridades norteamericanas y de la UE advirtieran a los bancos occidentales invitados a participar que corrían peligro de transgredir las sanciones. Las autoridades rusas habían confiado en obtener 2.700 millones de euros gracias a las emisiones de eurobonos en lo que va de 2016.

En 2015, el PIB de Rusia cayó un 3,7%, aunque el pronóstico oficial era de un crecimiento del 1,2%. Para 2016, el Banco Mundial prevé una contracción del 1,9%, mientras el Banco Central de Rusia espera un descenso de entre 0,3% y 0,7%. La inflación, que en 2015 fue de 12,9% ha sido reducida hasta algo más del 7% en mayo (en su expresión anual), pero las inversiones de capital fijo continúan descendiendo (4,8% de encogimiento en el primer trimestre de 2016 en relación a primer trimestre del año anterior), tras haber caído un 8,4% en 2015.

Crisis de fondo

“Con esa dinámica de inversión de capital no puede haber crecimiento”, afirma Igor Nikoláev, profesor de la Escuela Superior de Economía y director del Instituto de Análisis Estratégicos. “Estamos ante una crisis estructural, agravada por el impacto de choques exteriores como las sanciones y el descenso de los precios del crudo”, afirma el experto, que pronostica una caída del 2% del PIB en 2016. Nikoláev estima que el coste de las sanciones para Rusia equivale a un porcentaje del 1% al 1,5% del PIB.

Algunos son engañosos, como el de coches, se fabrican más pero se venden menos

La economía rusa experimentó síntomas de estancamiento ya en 2012 al reducirse las inversiones en capitales fijos, señala Nikoláev. A principios de 2014, cuando el precio del petróleo superaba los 100 dólares por barril y aún no había sanciones, la falta de crecimiento aparecía como una “tendencia estable”. “La economía también hubiera pasado a un crecimiento negativo sin sanciones y sin la caída de los precios del petróleo, porque estamos ante una crisis estructural”, subraya el experto.

El problema desde hace décadas es la excesiva dependencia de las exportaciones de crudo y materias primas. Una crisis estructural exige una reforma estructural y ni la reducción de las tasas de inflación ni la estabilidad macroeconómica son suficientes para resolverla. “Los buenos indicadores macroeconómicos no nos ponen a salvo de una nueva fase de contracción”, afirma Nikoláev. Como ejemplo, recuerda el año 1997, cuando el PIB crecía y la inflación se había reducido por debajo del 10%, pero aquellas condiciones, aparentemente favorables, no evitaron la bancarrota de 1998.

A juzgar por dinámica de inversiones y los indicadores que actúan a modo de advertencia, “la crisis no se acaba”, dice el profesor, que da gran importancia a la dinámica en el sector de la construcción, donde se produjo una caída del 9% en mayo respecto a mayo de 2015, tras una contracción del 9,4% ese mes en relación a mayo de 2014.

Algunos datos son engañosos, como la producción de vehículos que aumentó en un 4% en mayo en su expresión anual. La cifra generaría optimismo, si no fuera por que la venta cayó casi un 14% en relación a mayo de 2015, lo que supone que los coches se fabrican para ser almacenados, pues la demanda interna se ha restringido debido al deterioro del nivel de vida. Ese deterioro se reparte de forma desigual en la sociedad y afecta sobre todo a los grupos de menores ingresos, que ahorran en alimentación. El comercio al por menor descendió el 6,3% en mayo respecto al mismo mes de 2015 y la factura de la compra media, lo hizo un 10% o más en un año, según datos del servicio de investigación ROMIR para junio.

La economía sigue siendo muy dependiente de las ventas de petróleo

Los dirigentes rusos fomentan la sustitución de las importaciones y como ejemplo de éxito citan la agricultura (3% de crecimiento en su conjunto en 2015). Pero la producción agrícola crecía a mayor ritmo antes de las sanciones y este año su incremento será inferior al de 2015, pronostica Nikoláev. El sector agrario aplaude las contrasanciones, que han neutralizado la liberalización del comercio aceptado por Rusia al convertirse en miembro de pleno derecho de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2012, pero beneficios de las constrasanciones para el sector se ven lastrados los altos precios del equipo agrícola (si no es de producción rusa), y las semillas, de las que Rusia no se autoabastece, señala la economista Olga Butórina, del instituto de Europa. Además están las dificultades para obtener créditos cuyos intereses son prohibitivos, afirma Butórina.

Uno de los problemas para la modernización económica son las empresas que parasitan sobre los recursos administrativos en complicidad con la Administración, dice Butorina, según la cual para incrementar la demanda interna hay que invertir mucho en formación de especialistas cualificados. “Necesitamos gente que fabrique pan, confeccione pijamas infantiles, produzca bienes de consumo cotidiano y necesitamos sueldos competitivos para que los ingenieros de élite no emigren”, señala.

Más diversificación

Para Nikoláev, la economía rusa debe diversificarse con una reforma en profundidad que estimule la demanda interna, reduzca drásticamente los impuestos para las pequeñas empresas (e incluso su supresión total para las microempresas, siguiendo el modelo de Georgia), apoye a la exportación y la competitividad. Los dirigentes rusos se toman su tiempo y es poco previsible que se dé una reforma en serio en el ciclo político que concluye en 2018 con las elecciones presidenciales.

En abril, Alexéi Kudrin, que fue ministro de Finanzas de Putin durante 11 años, fue nombrado director ejecutivo del Centro de Investigaciones Estratégicas, una entidad asesora del Kremlin desde donde Kudrin debe elaborar una estrategia de desarrollo para Rusia para después de 2018. Las tres estrategias anteriores elaboradas desde que Putin llegó al poder en 2000, incluida la “Estrategia 2020” para el interinato presidencial de Dmitri Medvédev (2008-2011), no llegaron a ponerse en práctica.

Prueba del deterioro de la capacidad adquisitiva de los rusos son los muchos comercios y restaurantes que han desaparecido en el centro de Moscú. En el mercado se mantienen los que han aprendido a apretarse el cinturón, con plantillas más reducidas y espacios comerciales más pequeños que las superficies representativas habituales hace unos años. La disparidad de sueldos y oportunidades laborales entre las grandes ciudades y las provincias provoca ciclos migratorios temporales. Así, por ejemplo, Oleg se desplaza desde Smolensk (región en la frontera con Bielorrusia) a Moscú a mediados de cada mes para trabajar en la construcción. Llega en coche con otros tres miembros de su brigada (para compartir gasolina) y trabaja entre 12 y 14 horas diarias durante 15 días viviendo en condiciones de provisionalidad. Su sueldo, que no se ha alterado en dos años, viene a ser de unos 600 a 650 euros (40.000 a 45.000 rublos) al mes. En Smolensk, los sueldos de sus hijos oscilan entre 114 y 210 euros al mes (empleada sin oposiciones en la administración y en una fábrica de productos cárnicos, respectivamente). Oleg considera incierto su futuro, porque su empresa ha despedido e al 80% de la plantilla, y aborda cada nueva obra como si fuera la última.

Las empresas parasitan mucho sobre los recursos de la administración

Natalia, una ingeniero industrial, prefiere dedicarse a tareas de limpieza en Moscú que trabajar en su ciudad en el Noroeste de Rusia por 285 euros al mes. En la capital, se aloja en casa de una parienta jubilada (210 euros de pensión), a la que ayuda a pagar los crecientes gastos de comunidad, y ahorra lo suficiente para ir de vacaciones a Grecia.

La situación varía de uno a otro lugar. En Krasnodar, en el sur, una visitante habitual constata el gran desarrollo de las relaciones económicas entre particulares, que, aparte de su trabajo oficial, venden sus servicios en redes informales de conocidos y amigos. Así por ejemplo, Anna fabrica “pelmeni” (equivalente ruso de los ravioles) que vende por kilos. Su tía, Yevguenia, ya tiene vendidos los patos que está criando para las fiestas de Año Nuevo. En Adigueia, en el Cáucaso, Serguéi fabrica sabrosos quesos que, en ésta época de sanciones, son un apreciado regalo para los gourmets residentes en otras regiones sin tradición quesera.

Aunque este no es el mejor momento para las privatizaciones en Rusia, el Estado se ha decidido a sacar al mercado parte de sus acciones en la industria nacional. Este mes, privatizó un paquete del 10,9% de Alrosa, la mayor productora de diamantes del mundo, por unos 740 millones de euros. El primer vicejefe del Gobierno, Igor Shuválov, se ha declarado satisfecho. La cantidad obtenida supera los ingresos procedentes de todas las otras privatizaciones en los últimos dos años (412 millones de euros en 2014 y 105 millones en 2015). El gobierno ruso espera lograr 1 billón de rublos este año con la privatización de otros paquetes de acciones en el próximo futuro.

Las reformas estructurales en Rusia son necesarias, pero no suficientes, porque si las sanciones se mantienen su resultado será limitado. “Con sanciones se puede vivir, pero no desarrollarse en un mundo globalizado, afirma Nikoláev, según el cual, pese a que la inflación y la caída del PIB se han desacelerado, “los ingresos reales de la población se siguen rebajando sobre porcentajes ya reducidos y “la gente no había vivido una crisis así en todo lo que va de siglo”.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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