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La falta de rentabilidad acelera el abandono de las dehesas

La seca se extiende por España y Portugal y acaba con entre el 15% y el 50% de la superficie

Vídeo: PACO PUENTES
Raúl Limón

Hace 2.000 años que el hombre jugó a ser un dios en la Península Ibérica y le salió bien. De las peores tierras y en condiciones climáticas adversas, creó la dehesa, un ecosistema único que compagina la explotación agraria, forestal y ganadera de forma sostenible a partir de un inestable y complejo equilibrio. Desde hace cientos de años, tres millones de hectáreas de España y Portugal albergan un modo de vida que ha permitido asentar población, crear una cultura vinculada a un entorno singular y desarrollar un modelo económico propio. Pero ese paraíso corre peligro. La falta de rentabilidad ha acelerado el abandono de las dehesas y la seca, una enfermedad con múltiples causas que ha esquilmado entre el 15% y el 50% de la superficie de encinares y alcornocales, según la zona del oeste y sur peninsular, ha matado a más de medio millón de árboles. Con ellos desaparece una forma de vida vinculada a un espacio catalogado reserva de la biosfera y protegido por la Unión Europea.

Dehesa afectada por la seca.
Dehesa afectada por la seca.Paco Puentes

Cuando los romanos abrieron la Ruta de la Plata, que recorre la Península de Sur a Norte por la parte occidental de España, estaba flanqueada por un bosque pobre con una mínima capa de tierra sobre un subsuelo plagado de pizarra y granito y sometido a inviernos con heladas habituales, encharcamientos, erosión, veranos de calor extremo y largos periodos de sequía.

Lo deforestaron parcialmente con fuego e introdujeron ganado para controlar la cobertura arbustiva, crearon zonas valladas (defensa en latín) con las piedras del entorno y surgió un pastizal boscoso de gran extensión, pero de fácil manejo para pocas personas. Los visigodos adoptaron el modelo y lo incorporaron a las leyes (pratum defensum). En la Edad Media se convirtió en concesión habitual a las órdenes militares (la población pacense de Jerez de los Caballeros se denomina así por los templarios), señoríos y concejos de realengo. La dehesa ha sobrevivido hasta ahora, cuando perviven algunos árboles que han sido testigos del último medio milenio de la historia de España y Portugal, ya que pueden llegar a vivir entre 500 y 300 años y tardan en alcanzar su madurez más de siglo y medio.

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Este museo vivo y natural subsiste por la interrelación de todos los sistemas que lo componen en una delicada simbiosis que depende, en última instancia, de su creador: el hombre, que gestiona qué especie debe pastar en qué época, cuál es la carga admisible, cuándo dejar descansar la tierra, las podas, la saca del corcho y decenas de actividades claves para la supervivencia de la dehesa.

Por la pobreza de la tierra, los nutrientes principales del árbol los aportan el pasto y el ganado. La hierba y los animales abonan el suelo y contribuyen a la germinación de las semillas. Vacas, cabras, caballos, ovejas y cerdos se alimentan del forraje y de las bellotas de encinas y alcornoques y aportan productos gastronómicos inigualables. De la madera se consigue leña y carbón y de los arbustos se obtiene desde miel hasta plantas aromáticas y medicinales, además de servir de hábitat imprescindible para miles de especies. Todo se aprovecha en una dehesa.

Se investiga más en cosmética que en salvar un sistema único

“No es un lugar, es un mosaico complejo”, resume Alfredo Canhal, propietario del montado (denominación portuguesa de la dehesa) Freixo do Meio en el Alentejo. La finca se ha convertido en un lugar de peregrinaje de expertos e investigadores de China, Brasil, Portugal y España, entre otros países. Buscan un modelo sostenible para la conservación de la dehesa adaptado a las condiciones actuales, tanto medioambientales, marcadas por el galopante cambio climático, como sociales y económicas. “El esfuerzo lo estamos haciendo de forma voluntaria porque se investiga más en cosmética que en salvar un sistema único”, lamenta mientras come junto a la veintena de integrantes del último grupo internacional llegado a la finca para estudiar cómo regenerar 120 hectáreas degradadas.

Canhal ha conseguido dar trabajo a 22 personas de forma permanente y a decenas de eventuales. Ha pasado de solo producir a procesar, transformar, envasar y comercializar directamente en su tienda de Lisboa, donde vende hasta hamburguesas de bellota. “El objetivo tiene que ser la sostenibilidad, no el beneficio”, advierte.

En hacer un alcornocal se tarda una vida, perderlo puede ser cuestión de un día

“En hacer un alcornocal se tarda una vida, perderlo puede ser cuestión de un día”, añade José Mira Potes, profesor de la escuela superior agraria de Santarém y autor del libro Un montado no Portugal Mediterránico, fruto de 12 años de investigación.

Mira calcula que Portugal ha perdido hasta un 30% de montado en los últimos años y coincide en que la seca es solo un síntoma del abandono de la sostenibilidad como objetivo, ya que se han despreciado los sistemas de manejo de tradición milenaria para incorporar fórmulas de producción intensiva que han “depauperado el suelo” y “roto el equilibrio”.

Allí donde los sistemas de explotación más antiguos perviven porque son suficientes para garantizar la rentabilidad de la explotación, la pérdida de arbolado es inferior. Este profesor portugués señala un ejemplo: la mortandad de alcornoques es mucho menor que la de encinas porque el primero produce corcho. “Es nuestro petróleo”, afirma. Portugal sigue siendo el primer productor mundial de esta delicada y versátil corteza vegetal.

La seca

Clemente Mata, catedrático del Departamento de Producción Animal de la Universidad de Córdoba, miembro de la Fundación Savia, una entidad de defensa del mundo rural, y propietario de una dehesa coincide. Cree que el problema general es de rentabilidad y que esta ha derivado en la seca, una enfermedad de múltiples causas que define como un “monstruo de muchas cabezas” que devora un sistema “esencial para el medio ambiente y ejemplo de biodiversidad”.

Una bandada sobrevuela un árbol seco en una dehesa.
Una bandada sobrevuela un árbol seco en una dehesa.Paco Puentes

La primera causa son los hongos. La Fitóftora (Phytophthora cinnamomi), catalogada como especie invasora (algunos estudios sitúan su origen en el sureste asiático), se encuentra presente en 70 países y está considerada como uno de los 100 patógenos más devastadores del mundo por la Unión Internacional de la Naturaleza (IUCN, siglas en inglés). Se desarrolla en las raíces del árbol, las mata y elimina la capacidad de absorción de nutrientes y humedad. Las hojas se van marchitando lentamente hasta que los ejemplares, muchos envejecidos (fueron plantados a finales del siglo XIX), son incapaces de combatir los efectos de esta plaga. El cambio climático y el calentamiento de la tierra han disparado su proliferación.

Este asesino de encinas y alcornoques, entre otras plantas, se contagia por el agua y su extensión se ve favorecida por la acción inadecuada de la maquinaria sobre el suelo y el exceso de humedad. Un estudio del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de la Junta de Andalucía (IFAPA) lo califica de “agente extremadamente peligroso”. Pero no actúa solo. A la fitoftora se le suman dos especies de Pytium: la Botryospheria Corticola y la Biscogniauxia mediterránea. Esta última especie actúa en las heridas causadas por malas podas o durante la saca del corcho, lo que evidencia un problema añadido: la falta de personal con experiencia en labores tradicionales en la dehesa.

Al ataque de los hongos hay que incorporar también la acción de insectos cerambícidos (una especie de coleópteros) y orugas que desfolian y horadan troncos y ramas, debilitando los árboles ya de por sí envejecidos.

No son plagas nuevas”, advierte Clemente Mata para señalar que la masa forestal ha sido capaz de combatir por sí sola los ataques de estos agentes y que la alta mortandad no tiene un solo origen. La debilidad de la dehesa actual, además de por el envejecimiento y la falta de reposición de ejemplares (proteger cada árbol plantado tiene un coste medio de entre 25 y 50 euros), tiene también su origen en el estrés causado por la superproducción. “Antes estaba en equilibrio, pero ahora se ha llegado a triplicar la carga ganadera en algunas fincas”, explica el catedrático. La causa es que el precio actual de los productos de estas explotaciones es similar al de hace 30 años, por lo que se ha forzado la capacidad ganadera para intentar mantener la rentabilidad y se ha abandonado el pastoreo, una actividad clave en este mosaico de sistemas.

La seca es un monstruo de muchas cabezas que devora un sistema esencial

El abandono del ganado se ha agravado por la proliferación de la tuberculosis. La actual normativa obliga al sacrificio del animal en cuanto haya estado en contacto con el bacilo de Koch, aunque no haya desarrollado la enfermedad. Esta aplicación ha llevado a la desaparición de 10.000 vacas en un año a cambio de una indemnización que no cubre ni el 60% de los costes de su crianza, además de la eliminación de los ejemplares seleccionados a lo largo de los años por su adaptación a la dehesa. Por el contrario, jabalíes, ciervos y gamos campan con una incidencia de la tuberculosis del 80% sin que nadie ponga coto a la extensión de la enfermedad, según advierte Mata.

A los últimos frentes de la dehesa se ha sumado la aplicación española de la Política Agraria Común (PAC), que ha establecido criterios de bosques madereros a este complejo sistema agrario y ganadero para distribuir las ayudas. De esta forma, el cálculo de superficie beneficiada ha excluido la tierra que se encuentra bajo las copas, que es precisamente la más delicada y productiva. Esto se produce porque se ha fijado un Coeficiente de Admisibilidad de Pasto (CAP) que trae de cabeza a los productores, ya que no permite computar todo el terreno para reclamar subvenciones.

El precio actual de los productos de estas explotaciones es similar al de hace 30 años

Las cuentas no salen. Mata calcula que mantener una dehesa en la actualidad genera un déficit de unos 200 euros por hectárea y las ayudas de la UE no cubren ni 100 euros, por lo que es el propietario quien tiene que asumir directamente las pérdidas por el mantenimiento de un ecosistema que va más allá de la explotación agraria e incluye un entramado social, cultural, medioambiental, gastronómico y paisajístico de incalculable valor. “Hoy, un ganadero de verdad no llega a fin de mes”, lamenta Mata, quien detalla que las subvenciones para desarrollo rural en Andalucía no alcanzan para más que 60.000 del millón de hectáreas o para un 8% de los propietarios.

Respuesta de Europa

El director general de Agricultura de la UE, Joost Korte, ha respondido a la demanda de soluciones requerida por la Fundación Savia en una carta en la que admite que, para Europa, “la dehesa extensiva es considerada como un valioso sistema agrícola esencial para el medio ambiente y la producción sostenible”. Korte exculpa a la PAC de la situación, advierte que sí está incluida la dehesa entre las explotaciones susceptibles de pago directo y achaca a los Estados miembros la aplicación mediante disposiciones de los criterios generales.

De mantenerse la falta de rentabilidad en las dehesas, al envejecimiento de los árboles, que se encuentran en la “tercera edad”, según el IFAPA, se sumará el de los propietarios, ya que ningún joven podrá hacerse cargo de las tierras, por las que tienen que pagar cantidades inasumibles solo por el hecho de heredarlas.

Hoy, un ganadero de verdad no llega a fin de mes

Prueba del abandono de las dehesas es Manuel Ponce, un empresario de Huelva que gestiona más de 3.000 hectáreas. Las últimas 1.000 han sido cedidas por sus propietarios de forma gratuita a cambio de que las mantenga, ya que no pueden hacer frente al coste. Ponce invierte unos 500 euros por hectárea para frenar la seca. Ha participado en decenas de experiencias de investigación de universidades e instituciones que no han dado resultado y ha decidido emprender la lucha por su cuenta combinando estrategias contra los hongos, los insectos, las malas prácticas y la falta de rentabilidad del mercado. Por ahora lo va consiguiendo, pero en otras zonas, el avance es imparable: se han detectado focos en un millón de los tres millones de hectáreas de dehesas, que ocupan la mitad de la superficie agraria útil extremeña, una superficie similar en Andalucía y otro tanto en el resto. “En el Algarve, la mortalidad masiva del arbolado ha modificado drásticamente el paisaje”, advierte el IFAPA.

Relevo generacional en peligro

Un grupo de jóvenes propietarios se ha agrupado en la organización Somos Sierra Norte de Sevilla para hacer un frente común a la situación de abandono de las dehesas. Quieren vivir del campo y están dispuestos a luchar por la supervivencia de su mundo. Son veterinarios, ingenieros, ganaderos y profesionales que se han volcado con el monte. Comparten el peligroso diagnóstico de los expertos y defienden que es necesario hacer rentable a la dehesa, que se pueda vivir de ella.

Lamentan la desidia administrativa y ponen como ejemplo una gran nevada registrada en la zona en 2013, cuando todos los recursos de la administración se volcaron en sacar a los turistas que habían ido a ver la nieve y quedaron atascados. “Nadie se preocupó por la dehesa y el hielo destrozó cientos de árboles. Fue una catástrofe”, afirma Marta Cornello.

Tienen que pagar por heredar la tierra, por cursos de capacitación, por la administración de las ayudas y por traer personal especializado de otras zonas entre otras decenas de gastos. La dehesa es un pozo sin fondo donde, además, no hay una única entidad que asuma la solución a los problemas. “No hay coordinación y así es imposible”, lamenta Samuel Ríos, quien reclama una única mesa multisectorial para afrontar la compleja situación, de la que son responsables todos los niveles de la administración sin que ninguno asuma la dirección única.

“Esto es de todos. La seca es un problema nacional, no solo de los que vivimos aquí. Sin árboles, esto se convierte en un desierto y perdemos todos. Pero parece que nos quieren echar”, añade Cornello. El IFAPA calcula que las tierras se han devaluado un 20% y pierden al año un millón de euros en productividad.

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Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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