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Columna
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Europa ante el Brexit: una hoja de ruta

Si se produce la salida del Reino Unido, Europa debe convertirla en una oportunidad

Rafael Ricoy

El referéndum del Brexit ha tomado un cariz preocupante en la última semana a medida que el foco del debate se ha deslizado hacia la inmigración. El primer ministro David Cameron había prometido en las elecciones que controlaría la entrada de inmigrantes. La realidad es que, dentro de la UE, el Reino Unido no tiene el control de sus fronteras. La imposibilidad de controlar la inmigración europea es, para un segmento muy amplio de la población, inaceptable. Si este tema centra el debate en estos 11 días, no es imposible que el Brexit gane el referéndum.

Las consecuencias para nuestra aún frágil economía pueden ser peligrosas. Un shock de Brexit mal manejado podría asustar a los inversores, disparar la prima de riesgo, golpear la salud de los bancos, socavar la recuperación, cuestionar la solvencia fiscal de España y podría hacer temer de nuevo por la supervivencia del euro. La principal razón de esta vulnerabilidad es que la eurozona es un área monetaria incompleta y con una gobernanza imperfecta. Como dijo Mario Draghi el pasado 2 de junio, “si la eurozona continúa incompleta, seguirá siendo frágil y vulnerable”.

Para entender estas imperfecciones, pensemos en un área monetaria de similar tamaño, los EE UU. Supongamos que hay una burbuja inmobiliaria en California que lleva a los bancos a sufrir enormes pérdidas. Estas pérdidas no son cubiertas por el Fondo de Garantía de Depósitos de California, sino el de los EE UU. La pérdida se diversifica, sin empujar a ese Estado a la insolvencia y la suspensión de pagos. Tampoco las posibles pérdidas de empleo llevan a una crisis de deuda pública, porque la Seguridad Social, que paga el cheque de desempleo, es también una institución federal.

Lo contrario sucede en Europa. Tanto el seguro de desempleo como el de depósitos son nacionales, y por ello una crisis bancaria puede generar una crisis de deuda pública, y precipitar una crisis bancaria si los depositantes u otros acreedores dudan de la capacidad del Estado en crisis de respaldar a sus bancos.

Pues bien, Europa puede (y debe) transformar el reto del Brexit y el riesgo de otra crisis financiera, en una oportunidad para eliminar esta fragilidad de la Unión Monetaria. Es una oportunidad para establecer una unión fiscal, completar la unión bancaria y también para luchar de manera eficaz contra el fraude y los paraísos fiscales (gran parte de ellos, por cierto, británicos).

Es necesario, en primer lugar, levantar mecanismos de seguro mutuo entre países, una “unión fiscal” que inhiba la volatilidad en las primas de riesgo y permita realizar transferencias a países en problemas.

No es difícil imaginar los elementos de esta unión fiscal. Primero, necesitaría alguna forma de eurobono, emitido por un Tesoro Europeo de acuerdo a las necesidades agregadas de la eurozona. Los eurobonos permitirían cortar de raíz el problema que tuvieron los países periféricos en la crisis del euro: la posibilidad de que los inversores duden de la solvencia de un país y dejen de comprar sus bonos, desatando una espiral de inestabilidad en la que se dispara la prima de riesgo, el gobierno nacional deja de poder captar recursos para financiar el déficit y acaba teniendo que subir impuestos y realizar recortes salvajes en plena crisis.

Junto con los eurobonos, la eurozona debe tener también un seguro de desempleo común, que serviría para compartir entre todos los europeos el coste de la principal contingencia que suponen las crisis, que es el enorme coste del desempleo. Un seguro de desempleo común requeriría una armonización de los contratos de trabajo (un contrato europeo con un seguro europeo) y de las políticas activas. Nada sería mejor para España que aprender, en este tema, del resto de Europa.

A cambio, la contrapartida sería un ministro de finanzas común con poder real. Es necesario ceder soberanía fiscal –como se cedió la monetaria- a cambio del eurobono, que ayuda a prevenir crisis de liquidez y de solvencia y contagio entre países. Pero esta cesión no se produciría en base a reglas (como en el Pacto de Estabilidad) sino a instituciones, un sistema que admite un mayor respaldo y legitimidad democráticos.

En segundo lugar, es necesario un seguro común de depósitos. Necesitamos terminar de romper el vínculo entre las cuentas públicas y las de los bancos. Un temor de los inversores o una crisis de solvencia en un país golpea simultáneamente a ambos: al Estado porque tiene que colocar su deuda y a los bancos porque tienen mucha deuda pública de su país y ésta vale menos. Por otro lado, si un banco quiebra puede poner en jaque las cuentas públicas, alimentando los temores sobre la solvencia presupuestaria del país.

Un fondo común de depósitos ayudaría a completar la Unión Bancaria. Esta herramienta clásica para prevenir una fuga de depósitos (la gente no corre a sacar su dinero si sabe que está garantizado) sigue siendo nacional y varía de país a país. Por otro lado, un fondo común es la consecuencia lógica de que la supervisión ya esté centralizada en Fráncfort. En caso de una quiebra catastrófica –cuya salud es ahora competencia del BCE– ningún país por su cuenta podría pagar la factura. Pero todos juntos sí pueden, especialmente si hay unión fiscal (si el fondo común no da para pagar los depósitos, el Tesoro europeo emitiría deuda de alta calidad para pagar el resto). La propuesta de la Comisión del seguro común de depósitos (EDIS) es un paso en la buena dirección y es de esperar que no encalle durante la tramitación parlamentaria.

Y en tercer lugar, es imprescindible luchar contra el fraude y contra los paraísos fiscales. Es en este punto donde la salida del Reino Unido es más claramente una oportunidad para Europa que tendríamos que aprovechar. Muchos paraísos fiscales son territorios británicos: Bermudas, las Islas Caimán, Jersey, la Isla de Man etc. El Reino Unido ha liderado la oposición a que la UE tome acciones decididas contra ellos. Los ciudadanos estamos hartos de sufrir el agujero que estos fenómenos suponen para las cuentas públicas. Europa debe recuperar su legitimidad, y debe mostrar a los ciudadanos que esta lucha es prioritaria con independencia del resultado del referéndum.

En suma, la salida del Reino Unido no sería deseable para Europa ni para España. Pero si se produce, Europa debe convertirla en una oportunidad para dar los pasos restantes para crear una unión fiscal y monetaria sólida, y que funcione en beneficio de todos los ciudadanos.

Luis Garicano es catedrático de Economía de la London School of Economics y responsable de Economía, Industria y Conocimiento de Ciudadanos. Fernando Gutierrez del Arroyo es consultor en Solchaga Recio & asociados.

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