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Columna
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Digitalización y regulación financiera

Los bancos desarrollan proyectos con empresas digitales en varios campos de servicios

Santiago Carbó Valverde
MARAVILLAS DELGADO

Cada día conocemos una nueva aplicación, gadget o producto digital en el área de servicios financieros. Los bancos españoles acaban de presentar sus resultados del primer trimestre y todos han hecho referencia a iniciativas de digitalización. Se afronta un ecosistema financiero abierto —con bancos y otros operadores— que va a transformar las relaciones con el cliente en los próximos 10 años más que en los últimos 40. Uno de los cambios está ya en marcha, inducido por la inquietud regulatoria, ante la penetración de los llamados operadores de pagos fintech: la aprobación de la segunda directiva de pagos (PSD2) el pasado mes de enero, que debe transponerse a la legislación nacional en un plazo de dos años. El regulador, las empresas y la propia sociedad se ve abrumada por estos cambios y la forma de relacionarse con ellos en muchas industrias. Un ejemplo polémico está ahora en el taxi o en los alojamientos turísticos, con una lucha entre lo establecido y lo disruptivo.

¿Por qué no ha surgido ya el Uber de los servicios financieros? En el taxi y en la banca hay un sector ya establecido, un cambio tecnológico y una oportunidad de disrupción. Sin embargo, no hay un Uber bancario por la misma razón que no lo hay sanitario: hay implicaciones de seguridad sistémicas. Desde mi punto de vista, la llamada revolución fintech se había considerado como una alternativa a los bancos y, finalmente, será, más bien un complemento. Pero por seguridad y por mera garantía competitiva, los nuevos proveedores tendrán que someterse a una regulación equivalente a la de los bancos en, al menos, aquellos riesgos que sean similares. Debe garantizarse un level-playing field, algo en lo que la PSD2 avanza en áreas como los pagos pero no puede abarcar en la medida necesaria.

Las entidades financieras están desarrollando proyectos de cooperación con empresas especializadas en digitalización en múltiples campos. La clientela se encuentra aún dividida en su aceptación de estos nuevos servicios pero pronto esos millennials que comporten todo por el móvil serán los que dominen la demanda de servicios financieros. En Estados Unidos, por debajo de los 35 años, por ejemplo, la forma de transferir dinero más popular es una aplicación móvil.

La regulación no puede ni debe frenar innovaciones que aportan soluciones más económicas y transparentes a los clientes, pero por otro lado, debe protegerlos. Por ejemplo, no está muy claro el papel de monedas virtuales como el bitcoin desde el punto de vista de la estabilidad financiera. Pero su soporte, el blockchain, es un ejemplo de las tecnologías de registro descentralizado (distributed ledger technologies) que, en general, están llamadas a transformar completamente la forma en que se comparte la información en el mundo.

También conviene recordar que en banca no puede haber una virtualización completa o excesiva, porque si se pierde el componente relacional, se desvanece gran parte del valor añadido diferencial que no tienen otros operadores.

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