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La economía será la prioridad del presidente interino de Brasil, Michel Temer

La recesión, la deuda pública y el desempleo son los retos principales del sustituto de Rousseff, según los expertos

Michel Temer asume el poder en Brasil en un momento de baja popularidad -solo un 8% le reconoce su autoridad, según una reciente encuesta-, después del traumático proceso de destitución de Dilma Rousseff, que ha convulsionado al Estado durante los últimos meses. El presidente interino, además, hereda los graves problemas económicos que no se resolvieron con la administración del Partido de los Trabajadores (PT): una deuda pública creciente, una grave recesión, un desempleo rampante y una inflación anual de 9,28%, por encima de la meta establecida por el Banco Central, del 6,5%. Temer se enfrenta, también, al gran problema que afecta a todo el continente: el retroceso de los inversores chinos y la bajada de los precios de las exportaciones de soja, minerales y petróleo. Muchos expertos aseguran que solo un programa de austeridad a rajatabla podrá sacar a Brasil de la crisis. Él ya ha anunciado duras medidas de recorte de gasto público.

Un hombre mira la sesión del senado que decidirá la destitución de Rousseff.
Un hombre mira la sesión del senado que decidirá la destitución de Rousseff.Silvia Izquierdo (AP)

Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño y antiguo aliado de Rousseff, con la que rompió relaciones el pasado marzo, ha nombrado como ministro de Economía a Henrique Meirelles, bien visto por los mercados financieros, que fue presidente del Banco Central de Brasil durante ocho años durante los dos Gobiernos del expresidente Lula da Silva (2003-2010). Una de las medidas más urgentes que tendrá que emprender, según algunos especialistas, es la reforma de las pensiones, que hoy representan el 12% del PIB de Brasil. Los brasileños pueden jubilarse a una edad media de 55 años. “Lo más urgente es fijar una edad mínima para la jubilación para reducir gastos”, explica Mansueto Almeida, especialista en cuentas públicas.

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La deuda bruta del país ya supera el 70% del PIB, la mayor de América Latina, engordada principalmente en los años de Gobierno de Rousseff. Ante este panorama, lo ideal, apuntan varios expertos, sería una fuerte reducción del gasto público a largo plazo y un límite legal para nuevos gastos. “Si Brasil mantiene la trayectoria actual de gastos, el Gobierno no tendrá como pagar su deuda dentro de cinco años”, explica Bernard Appy, director del Centro de Ciudadanía Fiscal. Esa realidad compromete, por ejemplo, el Plan Nacional de Educación, que pretende incrementar el gasto para educación del 6% del PIB actual hasta el 10%.

Temer hizo público hace tiempo un plan económico, bautizado como Un puente al futuro, en que se afirma que “cualquier ajuste a largo plazo debería, en principio, evitar un aumento de impuestos”. Ese anhelo, sin embargo, es imposible, según los expertos. “Se podría subir por un tiempo un impuesto creado para garantizar recursos para salud y seguridad social, y bajarlo de modo decreciente, todos los años. Pero, evidentemente, no puede limitarse a los impuestos, hay que hacer reformas estructurales”, explica Mansueto Almeida.

Otro problema al que se enfrenta Temer es el paro: Brasil ha alcanzado el mayor índice de desempleo de los últimos años y ha llegado al 10,9% en el primer trimestre de 2016. Actualmente hay 11,1 millones de trabajadores desempleados en el país, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Solo en un año, el número de personas que buscan empleo ha subido 3,2 millones. A juicio de los expertos consultados, el nuevo presidente deberá implantar reformas laborales, como contratos de trabajo flexibles, para retomar el crecimiento y, consecuentemente, reducir el paro.

En los 13 años de Gobierno del Partido de los Trabajadores se han creado varios programas sociales para los más desfavorecidos. Tal vez el más emblemático es Bolsa Familia, que atiende a 45 millones de brasileños (el 25% de la población) con una ayuda de 19 euros mensuales, lo suficiente para que una persona pueda tener algo para comer. Se otorga a familias con hijos en edad escolar. Temer, ante las acusaciones del PT, ha negado ya que vaya a acabar con estos programas sociales y ha querido dejar claro que pretende preservar y mejorar las ayudas al “5% de la población más pobre”. Sin embargo, no ha especificado de dónde va a sacar los fondos para ello. Temer también promete no eliminar programas de viviendas subsidiadas y de ayuda a la enseñanza técnica, pero no ha precisado si esos mismos programas serán reducidos o reformados.

El nuevo presidente del país tendrá que afrontar toda esta batería de reformas y de medidas de austeridad en una coyuntura política poco favorable. El Partido de los Trabajadores pasa ahora a la oposición, donde se desenvuelve bien, y se convertirá en un adversario político temible. En una palabra, el PT volverá a sus orígenes, acompañado de los sindicatos y la oposición. Se prevé que con la pérdida de derechos y el recorte de los ya de por sí escasos servicios públicos brasileños, surgirán manifestaciones contra el nuevo presidente que, además, llegó al poder a través de lo que el PT considera “un golpe de Estado encubierto”.

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