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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Esta España que se burla de Europa

El Gobierno juró que en 2015 cumplía el tope de déficit, pero confesaba en secreto lo contrario

Xavier Vidal-Folch

España ha incumplido oficialmente el objetivo de déficit público pactado con la Unión Europea para 2015. Y por mucho.

Así que ha violado sus compromisos —en ocasiones flexibilizados a la baja— en cada uno de los cuatro ejercicios de la legislatura Rajoy: 2012, 2013, 2014 y 2015 (Engáñanos, Rajoy, pero con cifras, EL PAIS, 15-10-2015).

Lo bonito es que el incumplimiento de 2015 no es fruto del azar. El Gobierno lo perpetró a sabiendas, y mediando alevosía.

A sabiendas, porque la Autoridad Fiscal Independiente que él mismo nombró (Airef) alertó ya en su informe del 17 de julio de 2015 de “la dificultad de cumplir con los objetivos fiscales”, del ejercicio, dadas las desviaciones del primer semestre (www.airef.es).

Y con alevosía. ¿Recuerdan el follón que se armó en otoño en el Eurogrupo? Recordémoslo. El comisario Pierre Moscovici aireó el 5 de octubre el “riesgo de incumplimiento” español en 2015 (y en 2016): cifró su proyección en el 4,5%, tres décimas más.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, replicó ese mismo día, grave: “El Gobierno está convencido de que se van a cumplir los objetivos de déficit público este año, que va a estar en el 4,2% del PIB, y que el año que viene estará por debajo del 3%”.

Al poco, Comisión y Eurogrupo ratificaron el desvío. Guindos repitió el día 12 su letanía, pues “España siempre acaba cumpliendo”. Y su colega de Exteriores García-Margallo añadió que “las predicciones [de Moscovici] lo único que hacen es legitimar la astrología”. Guay.

Y ahora, quédense estupefactos, viene lo mejor. El 15 de octubre, el Gobierno remitió a Bruselas un informe admitiendo que el déficit se desviaría al 4,4%, según una exclusiva de Europa Press (27-3-2016), no desmentida.

Ojo: tan solo 24 horas antes, el titular de Economía aseguraba al Congreso: “No hay la más mínima duda de que España cumplirá” [el tope del 4,2%], pues “el tiempo siempre nos acaba dando la razón”. En noviembre, Bruselas elevó el desvío al 4,7%. De Guindos reiteró el 5 de ese mes “que se van a cumplir los objetivos” de 2015 y 2016.

Así llegó la elección del 20-D, Bruselas sorteada; los electores, mareados. Ya podía empezar el rebobinado: no es que se cumplía todo, sino que “los datos son positivos y se acercan y convergen hacia la cifra que tenemos de objetivo”, el 4,2%, matizó Guindos el 19 de enero.Hasta que el 11 de febrero, Mariano Rajoy reconoció en público un desvío de hasta el 4,5%, ¡la cifra del denostado Moscovici de 5 de octubre! ¡La escrita [una décima más] en privado a Bruselas el 15 de octubre!

Y ahora, ¡toma 5%! Eso sí es astrológico.

Agotado el plan A de negar a Cristo cien veces, queda un plan B, ya activado: culpar a las autonomías por su déficit digamos inesperado. ¿Inesperado? Lo anunció la Airef ya en julio. Lo cuantificó en un informe el 30 de noviembre: ascendería al 1,5%/1,6%, duplicando el 0,7% que les impuso el Gobierno. ¿Excesivo? No, lo correcto si el techo no se hubiera marcado de forma sectaria: si las autonomías suponen un tercio del gasto, les debería corresponder un déficit de un tercio del autorizado (4,2%). O sea, el 1,4%. Veremos el detalle.

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