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Viva el ‘Big data’… pero para otros

La desconfianza de los ciudadanos al uso masivo de sus datos es enorme

Ramón Muñoz
Una técnica de Google trabaja en el diagnóstico de un procesador sobrecalentado en el centro de datos en The Dalles, Oregon (Estados Unidos) .
Una técnica de Google trabaja en el diagnóstico de un procesador sobrecalentado en el centro de datos en The Dalles, Oregon (Estados Unidos) .AP Photo

Una sociedad digitalizada precisa del manejo de datos a gran escala, y el cruce de estos para hacer más eficientes los servicios. Es lo que ahora se denomina el big data. A nadie se le escapa que ese uso masivo de datos reporta beneficios, desde que haya dinero en los cajeros, evitar las listas de espera en los hospitales a pedir cita en el médico o comprar por Internet. Y todo el mundo percibe las ventajas de esa facilidad. Pero cuando en esa base inmensa nos toca introducir nuestros datos personales, la percepción cambia.

Esta confianza de los ciudadanos en el mundo digital es crucial para que las empresas puedan aprovechar el inmenso potencial económico de la información que da el big data, sobre todo, en la construcción de un mercado único digital como el que está intentando poner en marcha la Unión Europea. Porque el usuario recela del big data y de la imagen de poder omnipresente de las empresas que lo manejan.

Así lo pone de manifiesto un estudio del Instituto Vodafone sobre la actitud de los europeos frente al big data que revela que la mayoría de los usuarios digitales se muestra pesimista acerca de si el análisis de sus datos en iniciativas de big data tiene potencial para mejorar su vida o la de la sociedad. En concreto, un 32% de los encuestados mantiene que el big data reporta más ventajas que desventajas, mientras que un 51% piensa lo contrario.

Los resultados del informe sugieren que este escepticismo se debe principalmente a que las organizaciones, públicas y privadas, no aciertan a explicar claramente cómo y por qué analizan los datos de los usuarios, al tiempo que no se dota al usuario de control total sobre esta información.

Sin embargo, el estudio concluye también que las reticencias de los ciudadanos desaparecen, en gran medida, cuando entienden de forma clara los beneficios que se derivan del uso de big data para ellos y para el conjunto de la sociedad. El big data permite, mediante la agregación anónima de datos, múltiples aplicaciones tanto en las administraciones como en el sector privado. De esta forma se pueden, por ejemplo, dimensionar recursos y servicios en edificios públicos, identificar patrones de uso u optimizar sistemas para adaptarlos a las necesidades reales de los usuarios.

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“Falta un equilibrio en el hecho de que los usuarios perciben las ventajas del big data en forma de aplicaciones gratuitas y mejora en el acceso a los servicios, pero al mismo tiempo ven riesgos en el uso que se pueden hacer de sus datos, sobre el que no tienen ningún control. Por eso es preciso encontrar una ecuación social entre la revitalización de la economía que supone el big data y la protección de la privacidad”, señala José Luis Melero, de la consultora TNS, que ha participado en la elaboración de la encuesta.

Amplia encuesta

Para la elaboración de este estudio se entrevistó a más de 8.000 europeos de ocho países (entre los que se encuentran más de 1.000 españoles) entre agosto y septiembre de 2015, en colaboración con TNS Opinion Research. El cuestionario abarca situaciones de compras electrónicas, e-salud y diagnósticos médicos, coches conectados y geolocalización, o mediciones sobre el comportamiento dentro de la residencia de los usuarios.

El estudio ilustra los desafíos a los que se enfrentan las organizaciones a la hora de convencer a los usuarios para recopilar sus datos personales. Solo un 20% de los entrevistados dice conocer dónde y cómo se recogen y almacenan sus datos personales. El 29% de los encuestados cree que tiene control sobre la información que se recoge sobre ellos. Y una escasa cuarta parte de las respuestas piensa que las compañías respetan la privacidad de sus datos personales.

No es de extrañar que más de la mitad de los encuestados afirme que preferiría pagar por un servicio antes que dar sus datos personales a cambio de una prestación gratuita de Internet.

Pese a este recelo inicial, el estudio también resalta que los europeos serían más proclives a compartir sus datos personales si entendieran claramente el modo en el que pueden beneficiar a la sociedad o a ellos mismos. Al 53% de los entrevistados no le importaría que sus datos se utilizaran si con ello se pudiera ayudar a mejorar su salud o la de otros. Un 68% se muestra favorable a que se recopilen datos de comportamiento dentro de su vivienda para así optimizar su ahorro energético. Y el 55% de los encuestados afirma que entregaría de buen grado los datos de su coche a cambio de recibir informes personalizados de tráfico.

La Unión Europea es consciente de que es preciso regular la protección de datos para que el ciudadano se sienta confortable cuando los ceda. En diciembre de 2015, el Parlamento Europeo y el Consejo alcanzaron un acuerdo para crear unas normas que garanticen el derecho fundamental de las personas a la protección de datos y crear nuevas oportunidades para las empresas y la innovación, en un mercado único digital. Esta reforma incluye dos instrumentos: un reglamento que establece un marco general en la UE para la protección de datos; y una directiva relativa a la protección de datos personales tratados para los fines de prevención, detección, investigación o enjuiciamiento de los delitos y las actividades judiciales relacionadas.

Actualmente, la Comisión Europea está trabajando en un marco renovado y seguro para las transferencias de datos personales con EE UU. Necesitamos un acuerdo que proteja los derechos fundamentales de los europeos y garantice la seguridad jurídica para las empresas.

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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