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Columna
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La trinchera bancaria

Si se aclara el panorama político y de mercado es de esperar que aumenten las fusiones

Santiago Carbó Valverde

Las Bolsas bajaron en enero y los bancos estuvieron entre los principales sufridores. Algunas de las más importantes entidades españolas han perdido entre un 14% y un 19% de su valor de mercado en el primer mes del año. La presentación de resultados de 2015 que tiene lugar ahora ha hecho que parte del temporal amaine. Son muchos los analistas que ahora se apresuran a aventurar un potencial importante de ganancias en el sector. No obstante, eso va a depender mucho del contexto macroeconómico internacional. Las valoraciones sobre lo que está ocurriendo en los mercados internacionales van desde los que consideran que se trata de una corrección transitoria a los que sugieren un estancamiento secular, pasando por los que indican que se trata de un ajuste necesario del crecimiento mundial una vez que distintas burbujas se han desinflado (crecer menos pero de forma sostenible).

Pareciera que el sector bancario se ha caído en otra trinchera tras haber transitado por muchas durante la crisis. Tal vez el problema es que cuando entramos en el nuevo siglo se estaba configurando un nuevo campo de batalla tecnológico en los servicios y la crisis evidenció que la respuesta al mismo había sido equivocada. Ahora hay mucha más consciencia del reto tecnológico y crediticio. El banquero pasa a ofrecer la solución al cliente en lugar de quedarse detrás de la mesa.

Las cuentas que estamos viendo nos dicen que mejora la solvencia, baja la morosidad y el beneficio depende de ajustes extraordinarios. Así lo vimos ayer con Bankia y el aumento de un 39,2% de su beneficio neto. Con estos tipos de interés, la intermediación sólo puede ser rentable con grandes volúmenes porque los márgenes son muy escasos. Hemos pasado de hablar del impacto en las cuentas de las coberturas por deterioro a otros factores como el riesgo legal, el de mercado o el operacional. A medias secuelas de la batalla, a medias retos de cambio. En el corto plazo, a poco que se clarifique el panorama político y de mercado es de esperar que aumenten las operaciones corporativas. Entre tanto, los bancos se rearman en su core business y centran su negocio en Europa, considerando las dudas que se ciernen sobre los emergentes. Sigo pensando que el sector bancario español cuenta con una ventaja porque, además de haberse reestructurado de forma muy intensa, pasó por un proceso de transparencia aumentado. No veo, de momento, que el proyecto de saneamiento bancario del que se habla en Italia cuente con esas garantías informativas ni con otros muchos aspectos de la “dolorosa” reestructuración bancaria de nuestro país.

Lo que sí se observa, entre tanto, es una presión regulatoria creciente, tanto desde el punto de vista macroprudencial, con en el tú a tú entre inspección y operativa bancaria. El cumplimiento normativo es fundamental pero, en exceso, puede ahogar. Esta forma de regular me recuerda a los anillos de la saga de Tolkien: un anillo para gobernarlos a todos, otro para encontrarlos y otro para atraerlos y atarlos en las tinieblas. Los dos primeros están bien (unificar supervisión y detectar fallos) pero el tercero sugiere que excederse en el control ahoga.

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