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Las dos caras del lujo chino

Los residentes chinos en el exterior envían de forma ilegal productos de grandes marcas

Desfile de la italiana Miu Miu -propiedad de Prada- al que asisten algunos de sus mejores clientes en Shanghái.
Desfile de la italiana Miu Miu -propiedad de Prada- al que asisten algunos de sus mejores clientes en Shanghái. Zigor Aldama

Hace dos años y medio que Xia Xiaoai aterrizó en Madrid para estudiar un máster en Filología Hispánica. A sus 22 años, disfrutó del país y se enamoró de un joven chino residente en Bilbao. Finalmente, cuando obtuvo su título hace unos meses, decidió quedarse en España. “Me gusta el país y pensé que habría oportunidades laborales para mí, porque la competencia es menor que en China”, cuenta. Pero con las restricciones propias de un visado de estudiante, Xia decidió buscar otra forma para ganarse un buen sueldo: el año pasado se convirtió en una daigou. Es el término que se ha acuñado en el gigante asiático para referirse a aquellos de sus ciudadanos que, siendo residentes en el extranjero, se dedican a vender en el ciberespacio chino productos de lujo que adquieren en su país de acogida.

“El proceso es muy sencillo. Visito diferentes tiendas de lujo y hago fotografías de productos que pueden gustar en China. Mi ventaja está en el acceso a marcas españolas como Loewe, Bimba & Lola o Tous, pero también vendo bien productos de Furla, Michael Kors o Max Mara. Publico las fotos en mis cuentas de WeChat y de Weibo, y quienes quieran comprar algo se ponen en contacto conmigo para los detalles”, explica. Hay quienes cobran una comisión, pero ella prefiere hacer dinero con el cambio de divisa. “Yo cobro en yuanes a través de la plataforma online Alipay, y calculo el cambio a 8,5 unidades por cada euro”. Teniendo en cuenta que la moneda europea se cotiza a poco más de 7 yuanes, y que ha llegado a vender hasta un reloj de 20.000 euros, el beneficio es evidente.

Altos impuestos

Lógicamente, su negocio no es legal. Xia paga el IVA como cualquier consumidor, pero no los aranceles chinos. Ella envía los productos por Correos y rara vez son inspeccionados en la aduana. “Si lo hacen, me comprometo a pagar la mitad de lo que cobren”, apunta. No en vano, son los elevados impuestos que China impone a los productos de lujo los que han provocado que los daigou se multipliquen exponencialmente por Europa, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. Tanto que la revista especializada en moda Ladymax calcula su volumen de negocio entre 7.800 y 10.700 millones de euros, y la consultora Bain and Company estima que comercian con el 70% de todos los productos de lujo que acaban en manos chinas.

A este estraperlo 2.0 hay que sumar las compras que hacen los 120 millones de turistas que el año pasado viajaron al extranjero. Así, un informe del Fortune Character Institute de Shanghái concluye que los ciudadanos chinos adquieren el 46% de todos los productos de lujo que se venden en el mundo, pero añade que solo compran en China el 10%. Y eso ha provocado una preocupante crisis en el sector, que ha visto caer ese porcentaje en tres puntos desde 2013. “Muchos vienen a ver los productos a las tiendas en China para hacer una lista con lo que van a comprar más barato en Europa”, reconoce una empleada de Louis Vuitton que prefiere no dar su nombre.

Es una tendencia imparable que se acentúa con gente como Tang, una joven de la provincia de Jiangsu que vio una gran oportunidad de negocio en 2014 cuando fue de turista a Corea del Sur. “Muchas amigas comenzaron a escribirme para pedir que les comprase cosas: desde leche en polvo para bebé hasta un bolso de Chanel”. Accedió, y terminó pagándose el viaje. Ahora viaja a Seúl un par de veces al mes y gestiona este peculiar negocio en las redes sociales. “Cobro una comisión del 10% y acepto encargos de cosméticos, joyería y complementos de lujo. Cosas que no sean demasiado voluminosas. A veces tengo que pagar un suplemento por una maleta extra, pero merece la pena. Y los clientes están contentos porque pagan entre un 20% y un 30% menos que en China —hasta un 50% en rebajas—, pueden acceder a productos que no están a la venta en el país, y saben que son originales porque adjunto la factura”.

Claro que esta actividad tiene su riesgo: una azafata de Hainan Airlines fue condenada en 2012 a 11 años de prisión por haber evadido un millón de yuanes (142.000 euros) en impuestos que no declaró durante los dos años que estuvo vendiendo en China productos que adquiría en las tiendas duty free del aeropuerto de Seúl. La apelación logró rebajar la condena a tres años, demasiado poco como para disuadir a Tang. “Con mis estudios [equivalentes a FP], en un trabajo normal me pagarían 3.000 yuanes (430 euros). De esta forma puedo ganar más de 7.000 (1.000 euros) y viajar”. Xia también asegura embolsarse más de 1.500 euros limpios al mes en Madrid, una cantidad modesta si se compara con otros daigou. “Mis clientes son sobre todo estudiantes de buena familia y empleados jóvenes, que tampoco tienen millones para gastar”, apostilla.

Mercado creciente

Según el instituto Morningstar, los chinos aumentarán las compras de productos de lujo en torno al 8% anual hasta 2022, pero la mayoría de las transacciones se realizarán en el extranjero. Mientras tanto, en China algunas grandes marcas se ven obligadas a replegarse. Los impuestos, sumados a la ralentización de la economía y a la guerra contra la corrupción que lanzó el presidente chino Xi Jinping nada más acceder al cargo, en 2013, han frenado en seco la rápida expansión del lujo. De hecho, Louis Vuitton ha cerrado al menos tres de sus establecimientos en los últimos meses, y otras marcas han decidido también bajar la persiana de algunas tiendas —Armani cinco, Burberry y Prada cuatro, Coach dos, y Hermés una—. “Es una tendencia que va a continuar porque el sector requiere una consolidación para ajustarse a la situación actual”, comenta el director del Fortune Character Institute, Zhou Ting.

Consciente del impacto económico que eso puede tener, el Gobierno de Pekín decidió en abril reducir los impuestos de varias categorías, y ha comenzado el año abaratando un catálogo de 800 productos. El objetivo, como apuntó el Ministerio de Finanzas en un comunicado, es “proporcionar mayores opciones de compra a los consumidores a la vez que se ayuda al país a fomentar el consumo interno”. No obstante, los daigou tienen muy claro que la escasa reducción anunciada no va a afectar a su negocio. Por eso, China ya está considerando la posibilidad de aumentar las penas por este tipo de evasión de impuestos.

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