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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Riesgos en EE UU

El horizonte de estancamiento secular sobre el que han advertido algunos analistas no está hoy completamente descartado

La mayoría de las previsiones anticipaban hasta hace pocas semanas que en la próxima reunión del órgano decisor de la Reserva Federal, el 16 de septiembre, se decidirían las primeras subidas de los tipos de interés. De las actas de las reuniones de celebradas el 28 y 29 de julio del banco central de EE UU se deduce un panorama económico en el que, junto a un crecimiento sostenido y registros aceptables en el mercado de trabajo, se alejaban las presiones a la baja de los precios, que podrían cuestionar el objetivo de inflación. Pero las cosas han cambiado en el último mes.

Los datos de empleo en julio no son precisamente generadores de temores inflacionistas. Se crearon 215.00 nuevos empleos, menos que lo esperado mayoritariamente y también a un ritmo significativamente más bajo que en los de meses anteriores. La tasa de desempleo sigue en el 5,3%, de difícil reducción adicional. Ello está siendo compatible con un comportamiento moderado de los salarios.

El otro centro de atención, la evolución de la inflación, también verá contenidas las expectativas alcistas debido a la apreciación del dólar y el descenso en los precios de la energía y otras materias primas. La inflación subyacente, excluidos precios de la energía, quedó situada en el 1,8% en julio. El descenso en los precios de las importaciones, consecuente con el debilitamiento de algunas economías emergentes, reduciría aún más la inflación. El FMI no prevé que el 2% de objetivo límite se alcance antes de mediados de 2017.

Ese panorama favorable a la sostenibilidad del crecimiento del PIB en el entorno del 2,5% se ha alterado recientemente de la mano de las señales de desaceleración de la economía china y de la apreciación del dólar. De persistir ambas señales, se limitaría el escenario propiciador del abandono de la excepcionalidad monetaria que ha presidido esa economía desde el inicio de la crisis. Un prematuro endurecimiento de las condiciones monetarias en la primera economía del mundo extendería sus efectos contractivos del crecimiento a todas las economías, desde la vulnerable Eurozona a las más amenazadas emergentes de América Latina.

La alteración probablemente más relevante en el escenario hasta ahora dominante es la sucesiva depreciación de la moneda china, una decisión que puede revelar el temor de las autoridades chinas por un debilitamiento superior al esperado en el ritmo de crecimiento. De persistir esa caída en la actividad de la segunda economía más importante del mundo, además de afectar a la economía global, reduciría las presiones sobre los precios, haciendo lo propio con las probabilidades de un inmediato endurecimiento monetario en EE UU.

Tras siete años de políticas monetarias manifiestamente laxas, el potencial desestabilizador de una subida de tipos de tipos de interés estadounidenses, en el contexto actual de manifiestas divergencias cíclicas con un crecimiento tibio en el resto del mundo, podría ser importante, especialmente en aquellas economías emergentes más dependientes del tipo de cambio del dólar y de la demanda estadounidense de sus exportaciones.

Los mercados financieros acentuarían su volatilidad y con ella los problemas de financiación en el sector real, no solo en EE UU. Consecuentemente, la recomendación del FMI en la dirección de aplazar hasta el próximo año el cambio de la política monetaria es pertinente. El horizonte de estancamiento secular sobre el que han advertido algunos analistas en aquel país no está hoy completamente descartado.

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