_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

China huye hacia adelante

El modelo económico es insostenible y necesita sanear el sistema bancario

José Carlos Díez

En 1978 Deng Xiaoping sustituye al fallecido Mao Zedong al frente del partido comunista chino. El 90% de los precios eran fijados por el Estado, hoy, tras la transición económica que comenzó Deng, el 90% de los precios se fijan en el mercado. En estos 35 años, China ha vivido un milagro económico. Su renta por habitante en paridad de poder de compra se ha multiplicado por 40 veces y ha pasado del 2% de la EE UU al 22%, el mismo nivel que tenía a mediados del siglo XIX.

Pero China tiene más de 1.000 millones de habitantes y no hay que perder el sentido de la magnitud. En 1980 su PIB suponía el 2% del PIB mundial y ahora es el 16%. Y en clave de desarrollo humano gracias a este gran salto más de 500 millones de chinos han abandonado la pobreza extrema. Un logro sin precedentes históricos.

Pero el modelo que ha permitido este milagro da señales de agotamiento. China orientó su modelo al exterior y gracias a sus bajos salarios se convirtió en la fábrica del mundo. Pero en la última década, el salario medio se ha triplicado y el tipo de cambio se ha apreciado un 25% contra el dólar. Por lo tanto, China ha perdido su ventaja comparativa y necesita incorporar tecnología, diseño, diferenciación a sus productos para poder exportar.

El Gobierno lo anticipó y en 2010, con el inicio de la crisis del euro, su principal cliente, comenzó el cambio de modelo a uno basado en el consumo y la demanda interna. Pero el consumo sólo pesa el 35% del PIB chino mientras la inversión supone el 50% y su PIB potencial ha caído significativamente.

Además de un tipo de cambio infravalorado, el otro pilar era financiación abundante y barata. El sistema bancario captaba depósitos a tipos por debajo de la inflación y se lo prestaba a sectores de rentabilidad y gestión dudosa. Ahora la deuda pública y privada china en porcentaje de su PIB supera a la de EE UU y a Alemania.

Para evitar sanear el sistema bancario y las empresas públicas el Gobierno optó por alentar la inversión de particulares en Bolsa, que se convirtieron en gestores de alto riesgo comprando las acciones a crédito. Ahora la burbuja ha pinchado y la opción es devaluar el yuan, reactivar la inversión pública y meter más crédito en inversiones de dudosa rentabilidad.

Los chinos han estudiado en profundidad la crisis japonesa pero parecen no haber entendido las lecciones. El modelo es insostenible y necesita sanear el sistema bancario y concentrar el ahorro en inversiones y empresas rentables a los salarios actuales. China tiene esas empresas, tiene capital humano y tiene reservas para hacerlo sin rescates y frenazo brusco de la economía, como sucedió en España en 2012. Pero hacerlo tendría coste social y político ya que millones de chinos del campo no podrían encontrar empleo en las fábricas.

La crisis bancaria y financiera se producirá, pero como los huracanes nadie sabe cuándo y con qué intensidad. Veremos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_