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El pequeño gigante de los Grandes Lagos

Ruanda bate récords de crecimiento económico y desarrollo en África

Una mujer trabaja en una fábrica textil situada en Kigali, capital de Ruanda
Una mujer trabaja en una fábrica textil situada en Kigali, capital de RuandaHEREWARD HOLLAND (REUTERS)

Veinte años después de haber vivido un genocidio de escala descomunal (un millón de muertos en cien días), este pequeño país de África con solo 12 millones de habitantes, 26.000 kilómetros y sin salida al mar, se ha convertido en uno de los casos de éxito más espectaculares en África. Nadie le regatea los elogios ante las marcas que está batiendo. The Economist califica a Paul Kagame, el presidente del país, “como uno de los líderes más exitosos en la historia de África” y describe a Ruanda como un lugar en el que “la población está más sana y educada que nunca, la economía despunta, la corrupción es mínima y la inversión exterior crece”. Time apunta que “muchos siguen maravillándose de la capacidad de una economía, hasta ahora basada en la agricultura de subsistencia, para convertirse en un centro tecnológico en África y uno de los 20 países que más crecen en el mundo”.

A primera vista, parece haber razones para el entusiasmo. Según el Banco Mundial, “el PIB de Ruanda creció entre 2001 y el 2014 al 9% anual”. Pero hay más razones sorprendentes: la primera que el país no tenía nada que justificara esta trayectoria: carece de crudo y materias primas y el genocidio de 1994 lo dejó destruido. Aún más notable es que el país haya podido incrementar sus índices de desarrollo social. En un reciente artículo Michael Porter citaba a Ruanda “como uno de los países que más ha invertido en desarrollo social”, con unas tasas muy por encima de su nivel económico. Entre 2007 y 2012, el país redujo la tasa de pobreza en un 15% y sacó a 1,2 millones de ruandeses de esa situación. Un estudio de la Universidad de Oxford del 2013 afirma que “en 2033, de seguir así, la pobreza extrema será cosa del pasado”.

La sanidad ha sido una historia de éxito. Atlantic Monthly asegura que “el sistema sanitario local ha logrado un progreso único. El 98% de los ruandeses tiene sanidad pública y el sida y la malaria han caído un 80% en los últimos 10 años y la mortalidad infantil un 60%". Y todo con una inversión de 55 dólares por persona al año. Igual pasço con la educación. La tasa de escolarización en primaria es del 95%, según el Banco Mundial. Recientemente, el Gobierno del presidente Paul Kagame puso en marcha un proyecto para distribuir 370.000 ordenadores en las escuelas. Hasta el papel de la mujer en la sociedad se está reforzando. El 64% de los escaños en el Parlamento están ocupados por mujeres.

Lo más esperanzador para otros países pobres es que Ruanda ha logrado hacer todo esto casi sin medios. Hasta 1998, el país estaba viviendo de la ayuda internacional. Entonces sólo producía un 30% del presupuesto y el resto venía de las donaciones internacionales. Esta cifra se ha invertido. Ahora la ayuda cubre solo el 38%. La clave de la mejora reside en la estabilidad política y el ambiente propicio al desarrollo. Kagame, cuyo poder proviene de un golpe de Estado en el 2000, ganó las dos elecciones presidenciales, de 2003 y 2010. Se mantiene en el poder desde hace 15 años con un apoyo aplastante, más del 95% del voto. Al margen de su mayor o menor legitimidad, Ruanda está integrada, según The Economist Inteligence Unit, en “los países en transición a la democracia”.

El éxito económico ha solapado las dudas sobre la calidad democrática

Kagame ha desarrollado una estrategia tendiente a dar certidumbre a los inversores. En el índice Doing Business del banco Mundial el país está en el puesto 46 de un total de 200 países. El presidente ruandés se considera un discípulo de Lee Kuan Yew, el fallecido padre de Singapur, tanto que suele referirse a su país como “la Singapur de África”. Ha hecho suyos muchos de los principios con los que Lee convirtió a su pequeño país en una potencia asiática, desde el buen gobierno a la apuesta por la tecnología, la planificación urbana o el modelo de policía. “Kigali sorprende por la limpieza de sus calles, el tráfico ordenado, la ausencia de basuras y hasta la prohibición de bolsas de plástico”, reza un artíiculo de Foreign Policy.

Circulan historias sobre la implicación directa de Kagame para seducir a los inversores. Pide que le presenten a directivos más importantes para venderles las excelencias de Ruanda. Hace unos años logró un encuentro con el presidente de Costco, que ahora compra el 25% de la cosecha de café premium. Celebró reuniones similares con los consejeros delegados de Starbucks, Howard Schultz, o Microsoft, Satya Nadella. El año pasado presentó personalmente 15 proyectos de inversión a los asistentes del Africa Investment Summit en Londres. Tampoco ha dudado en pasarse al inglés e ingresar en la Commonwealth, esto pese a que Ruanda fue una colonia belga. Ha sido hábil en lograr la amistad de políticos como Tony Blair o Bill Clinton, que le apoyan en sus proyectos, con sus consejos y con dinero.

Pese al fuerte crecimiento, el país sigue como uno de los más pobres de África. El 90% de la población vive aun de la agricultura de subsistencia. Y como el crecimiento demográfico es veloz (2,7% al año), el Gobierno considera urgente encontrar trabajo para una población que crecerá de 12 a 16 millones hasta el 2020. Además, como carece de infraestructuras, se han puesto en marcha un nuevo aeropuerto, dos líneas de ferrocarril, carreteras y centrales eléctricas. En el plano de la transformación económica el país tiene su programa de desarrollo Visión 2020, una estrategia montada sobre cinco áreas: un nuevo modelo productivo, desarrollo rural, productividad, empleo juvenil y transparencia gubernamental. Ruanda ha empezado a crear zonas económicas especiales para la industria y el turismo.

Las inversiones directas empiezan a multiplicarse. Este año se firmó un acuerdo con la china C&H Garments para una fábrica de tejidos; Korea Telecom ha invertido 130 millones de dólares en una nueva red, y la estadounidense Symbion Power ha desembolsado 160 millones para extraer gas en el Lago Kivu. Howard Buffet, el hijo del billonario, ha invertido 500 millones en proyectos agrícolas. Ruanda está interesado en proyectos tecnológicos y de telecomunicaciones. En el reciente Mobile World Congress de Barcelona, el país fue calificado como el que cuenta con el servicio de Internet más barato de África. La presencia española es aún escasa. Un informe de la Oficina de Información Diplomática señala que el único contrato de peso obtenido por una firma española ha sido el de Isolux para la construcción de subestaciones eléctricas.

El gran riesgo que se cierne sobre el país es el aumento de la inestabilidad política ante la impisibilidad legal de Kagame de optar a un tercer mandato. El temor a lo que pueda venir después ha generado un debate sobre si debía modificarse el texto constitucional. Se especula con que Kagame, de un modo u otro, buscará la forma de seguir en el poder. El político está bien visto en Europa y EE UU pese a su pasado como líder del Ejército Patriótico de Ruanda (EPR) o sus métodos de gobierno. Kagame ha sido objeto de denuncias por sus actividades antes y durante el genocidio, por su apoyo a los rebeldes de Congo (que le costó el que diversos países de Europa le retiraran la ayuda) y por la persecución de disidentes. Esta tolerancia, según muchos expertos, se debe a la creencia de que Kagame es el único que puede garantizar la estabilidad, a sus políticas de apertura económica, y al hecho de que Ruanda es uno de los países que más soldados aporta a las misiones internacionales de la ONU.

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