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La justicia europea allana el camino al BCE para la compra de deuda pública

El letrado de la UE da luz verde al programa de adquisición de bonos con condiciones Draghi reitera que hace falta una política más expansiva

Claudi Pérez
El presidente del BCE, Mario Draghi, el pasado mes de diciembre.
El presidente del BCE, Mario Draghi, el pasado mes de diciembre.BORIS ROESSLER (EFE)

Alfombra roja para Mario Draghi, prima donna de la política económica europea. El abogado general del Tribunal de Justicia de la Unión Europea —el encargado de dar un primer punto de vista en los grandes asuntos jurídicos continentales— ha dado este miércoles luz verde a las compras de deuda pública por parte del Banco Central Europeo (BCE). Los tribunales avalan, con condiciones y de forma preliminar, un programa de adquisiciones de deuda aprobado en septiembre de 2012, que acabó de un plumazo con una de las fases más agudas de la crisis del euro. La decisión es importante porque respalda esa controvertida decisión, muy discutida en Alemania, pero se convierte en fundamental porque aclara el horizonte más inmediato del jefe del BCE: allana el camino para la compra de deuda a gran escala que lanzará Draghi la semana próxima ante la recuperación de cartón piedra, con serios riesgos de deflación, que tiene Europa delante de sus narices.

Draghi obtiene así un apoyo legal crucial para aquel “haré lo que sea necesario” que sacó al euro de aguas turbulentas. Esa victoria es proporcional al revés que encaja el establishment financiero alemán más conservador, que ha tratado de paralizar los planes del BCE de imprimir dinero. Porque la sentencia definitiva aún tardará unos meses en llegar, pero el veredicto inicial del letrado Pedro Cruz Villalón —expresidente del Constitucional español— es una derrota para los halcones que llevaron el caso al Tribunal Constitucional germano. Karlsruhe, en una decisión sin precedentes, decidió inhibirse y referir el caso a los tribunales europeos, para desesperación de los críticos del BCE. Ahora, el abogado general concluye que si el Eurobanco compra deuda “no está financiando a los Estados” y por lo tanto no contraviene los Tratados.

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La contundencia de Cruz Villalón fue bien recibida en los mercados, que ven en esa decisión la luz verde judicial necesaria para permitir que Draghi apriete el próximo jueves el botón nuclear de las compras de bonos. Eso sí: fija condiciones —la mayoría puramente formales— para ese futuro programa. Una: el BCE debe dejar tiempo, antes de comprar bonos, para que los mercados realineen los precios de esos activos con sus expectativas. Dos: el Eurobanco “debe motivar adecuadamente” la adopción de medidas no convencionales. Y sobre todo tres: el BCE tendrá que abandonar la troika —la terna que forma junto a la Comisión Europea y el FMI— si se decide a comprar deuda de alguno de los países rescatados. Eso podría suponer una estocada para la citada troika en Grecia y Chipre si Draghi sigue adelante con sus planes.

Frente a esas exigencias, la opinión legal deja un pescozón a la afición de los alemanes más ortodoxos por llevar a los tribunales las medidas extraordinarias que salen de Fráncfort: “El BCE debe gozar de un amplio margen de actuación a la hora de diseñar y ejecutar la política monetaria”; los tribunales “deben controlar la actividad de la entidad con un grado considerable de contención”, al carecer “de la especialización y de la experiencia” del Eurobanco. Los programas como el activado en 2012 —que permitió salvar el euro sin un solo disparo: nunca se ha puesto en marcha— cumplirían así con los Tratados aun en el caso de que el Eurobanco incurriese en pérdidas a causa de una reestructuración de deuda. Si el futuro programa de compra de activos se rige por esa opinión jurídica, podría tener un volumen ilimitado (siempre que deje suficiente tiempo a los mercados para volver a fijar los precios), permitiría al BCE tener los mismos derechos que los demás acreedores (para no ahuyentar a los inversores) y ni siquiera sería necesario que comprara deuda con una calificación crediticia mínima.

El BCE no reaccionó a esa opinión jurídica, pese a que Draghi se ha reunido este miércoles con Angela Merkel. La canciller apoyó en su día ese programa de compras, a diferencia del presidente del Bundesbank, el banco central alemán, Jens Weidmann, que ha mostrado también su rechazo a un nuevo programa de adquisiciones a gran escala. En una entrevista a Die Zeit, Draghi dejó claro que el quantitative easing europeo —las compras de activos para combatir la baja inflación— está en la agenda de la semana próxima: “El BCE debe mantener los tipos de interés bajos y trabajar en pos de una política monetaria expansiva que acompañe el crecimiento”, dijo. Las críticas arrecian en Alemania. De menos a más: el Bundesbank guardó silencio; el presidente del think tank IFO, Hans-Werner Sinn, aseguró que da “carta blanca” al BCE, y Hans Michelbach, de la CSU (aliado de la CDU de Merkel), apuntó que el Eurobanco “podría convertirse en un banco malo” y que esa decisión “es el inicio de una unión de transferencias por la puerta de atrás”. Y la guinda: Alternativa por Alemania, el partido antieuro, apuntó a que esa decisión podría llevar a Berlín “a abandonar el euro”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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