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Objetivo: la internacionalización

Una obra dirigida por el catedrático Rafael Myro analiza con rigor la apertura al exterior de la economía española y de sus empresas

Emilio Ontiveros
Contenedores en la bahía de Algeciras.
Contenedores en la bahía de Algeciras. Claudio Álvarez

La bonanza financiera que alimenta la larga década expansiva de la economía española que concluye con el contagio a la eurozona de la crisis financiera estadounidense, en el verano de 2007, sirvió para algo más que intensificar la inversión en activos inmobiliarios. Un amplio número de empresas españolas aprovechó las favorables condiciones de financiación para intensificar su inversión directa en el extranjero. Hoy son alrededor de 2.300 empresas las que mantienen 4.500 filiales en el exterior, según el Registro de Inversiones Exteriores. Muchas de ellas, las manufactureras principalmente, eran ya destacadas exportadoras completando a través de su inversión directa su proceso de internacionalización.

España avanzó así por la senda propia de las economías maduras, igualando el volumen de activos productivos que sus empresas poseen en el resto del mundo con el que mantienen las filiales de EMN (empresas multinacionales) extranjeras en su territorio, dejando de ser un país receptor neto de flujos de inversión extranjera directa (IED). El stock acumulado de IED recibida y emitida supone hoy un 2,8% del total mundial, muy por encima del porcentaje de participación de España en el PIB mundial (1,5%). La continuación de esa misma senda podría convertir a España en un inversor neto en el exterior en los próximos años, imitando las trayectorias de Francia, Alemania o Reino Unido.

En este sentido, es importante señalar que la crisis no ha detenido este proceso, aunque lo ha ralentizado. La IED recibida y emitida ha seguido creciendo, aun cuando la mayor inserción de los países emergentes en los flujos de IED, como receptores y emisores, ha reducido el peso de los países desarrollados en el total, aunque el de España algo menos.

El proceso descrito requería una investigación detenida que diera cuenta de sus etapas, sus determinantes, sus logros y sus efectos sobre las empresas y sobre la economía española. Es la que ofrece el completo volumen España en la inversión directa internacional (Instituto de Estudios Económicos, 2014), dirigido por el catedrático de Economía Aplicada de la UCM Rafael Myro, en el que participan 12 destacados especialistas, que también explora la inversión de las filiales extranjeras en España. No es la primera vez que Myro se propone esclarecer con el rigor que le caracteriza los pormenores de la apertura al exterior de la economía española y la dinámica de internacionalización de sus empresas.

Se trata de un análisis ambicioso, con múltiples facetas. Compara las evoluciones de los stocks de IED a través de diferentes fuentes estadísticas, fundamentalmente la balanza de pagos y el Registro de Inversiones Exteriores, explota la perspectiva comparativa de países que permite la reciente estadística europea Foreign Affilates Statistics, y estudia diferentes aspectos novedosos. Destacan entre ellos la interacción existente entre inversión recibida del exterior y realizada en el exterior, que muestra a las filiales extranjeras como activas participantes en las inversiones realizadas desde España en otros países, al igual que lo son de los flujos de exportación; la rentabilidad de las inversiones recibidas y realizadas en el exterior, desglosando estas últimas por sectores y áreas, en donde sobresalen los excelentes resultados obtenidos por las empresas españolas desde 2003 a 2012, un 12% de beneficios sobre fondos propios; y diversos efectos sobre la economía española de la IED recibida y emitida.

De estos últimos análisis se concluye que el impacto de la actividad de las filiales de EMN extranjeras sobre la economía española ha sido positivo, propiciando el crecimiento del PIB, el aumento del empleo y de las exportaciones y una mayor eficiencia de las empresas nacionales. También ha sido muy favorable el impacto de las inversiones realizadas por las empresas ubicadas en España en otros países. En efecto, a pesar de tratarse de inversiones horizontales, potenciales sustitutivas de las efectuadas en el mercado interior, la repercusión sobre el empleo nacional parece haber sido positiva, y también parecen haberlo sido los efectos sobre la productividad de las empresas involucradas, la cualificación de sus trabajadores, el esfuerzo tecnológico y sus exportaciones.

Estos buenos resultados deberían incentivar las políticas de promoción de la IED seguidas, que merecen una alta cualificación, pero que pueden reforzarse con las orientaciones que emanan del examen de las mejores prácticas, las realizadas por las agencias de algunos de los países desarrollados que se estudian también en este ambicioso y excelente trabajo.

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