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El último penalti de Botín

El presidente del Santander compartió el viernes en una cena en Milán con periodistas su preocupación por Cataluña y por el auge de Podemos

Miguel Jiménez
Fernando Alonso y Emilio Botín, recorriendo en bici el circuito de Singapur.
Fernando Alonso y Emilio Botín, recorriendo en bici el circuito de Singapur.EDGAR SU (REUTERS)

“He intentado tirar el penalti como Messi, he mirado a un lado y he chutado al otro, pero no ha entrado”. El presidente del Banco Santander llegó el viernes a las 20.30 de la tarde a la Casa Manzoni, en el centro de Milán, bromeando y enseñando las fotografías que se había hecho, vestido de corto con la equipación de la Juventus, en un partido que había jugado con el presidente de Fiat, John Elkann, y con otros amigos y socios italianos en el Juventus Stadium de Turín. “Vengo un poco perjudicado”, admitió, como reconociendo que a sus 79 años no estaba para grandes esfuerzos físicos, pero a la vez mostrando una energía y vitalidad que sorprendió a los presentes.

Botín había invitado a un pequeño grupo de periodistas de los principales periódicos españoles, entre ellos EL PAÍS, a una cena en Milán aprovechando la celebración del Gran Premio de Monza de Fórmula 1 el pasado fin de semana. Llegó de buen humor, con la piel bronceada, vistiendo unos pantalones rojos, una americana azul marino y una camisa blanca sin corbata con el nombre y logo del Santander bordados en rojo.

Emilio Botín.
Emilio Botín.NICOLÁS AZNÁREZ

Durante la cena, le preguntaron por la transición en el banco y dejó muy claro que no pensaba jubilarse, que se veía con fuerzas para seguir 10 o 20 años más, según dijo en tono de broma. “He descubierto que puedo ser presidente sin trabajar”, siguió la chanza. “Tengo un consejero delegado tan bueno y un equipo tan fantástico que podría desaparecer cuatro meses y no se notaría”. Pero era obvio que en realidad no dejaba de trabajar. El domingo volvió a Madrid antes del Gran Premio porque había convocado una reunión para preparar la junta de accionistas de la semana próxima.

Se suponía que era un encuentro distendido, pero Botín había preparado a conciencia una presentación sobre la situación del banco, sus grandes cifras, sus planes de futuro. Las reglas marcaban que todo lo que se contase allí era lo que en la jerga periodística se denomina off the record, es decir, confidencial; solo contexto, pistas, impresiones, pero no para publicar y, menos aún, para atribuírsele. Botín, sin embargo, ponía nerviosos a sus colaboradores al señalar que a él no le importaba que se publicase lo que decía, algo a lo que la entidad ha accedido ahora, omitiendo solo algunas cifras y referencias personales.

Sobre la situación política, Botín mostró una doble preocupación: por las tensiones independentistas en Cataluña y por el auge de Podemos. Sobre Cataluña, esperaba que se llegase a algún tipo de acercamiento y se planteaba si sería conveniente que los empresarios hiciesen un pronunciamiento público sobre las ventajas de la unidad de España y la necesidad de entendimiento. Temía que el enfrentamiento por la consulta se radicalizase y que pusiera en riesgo la estabilidad del Gobierno catalán.

Para el presidente del Santander, era importante que hubiera un partido socialista fuerte como alternativa. Por eso, tras los buenos resultados de Podemos en las elecciones europeas y en las encuestas, Botín temía que la división y fragmentación del voto acabasen provocando un escenario político de ingobernabilidad.

La situación del banco

El presidente del Santander mostró cómo había mejorado la situación de la entidad (y de la economía española) en los mercados, enseñó la clasificación mundial de los bancos por capitalización bursátil y proclamó su objetivo inmediato de situarse entre los 10 primeros. Ascender a las primeras plazas lo veía más difícil: “Si hiciéramos una gran operación de transformación al comprar un gran banco italiano o alemán, pues sí, pero no estamos ni de lejos en eso”. Tampoco mostró interés en Novo Banco, la entidad sucesora del Espírito Santo portugués. Y sí, en cambio, en invertir en Reino Unido y Brasil.

El objetivo de Botín era que el banco volviese a los niveles de beneficio de antes de la crisis (más de 9.000 millones anuales) en cuatro o cinco años. Presumió de que durante la crisis, el Santander había sido capaz de lograr beneficio todos los trimestres y de no recortar el dividendo, a diferencia de sus competidores. Y se mostró confiado en que el banco iba a salir muy bien parado de las pruebas de resistencia la banca europea, cuyos resultados se conocerán en octubre. “No todo el mundo tiene necesidad del mismo capital”, señaló, destacando su modelo de negocio de bajo riesgo, la calidad de sus activos y la elevada generación de ingresos.

El encuentro se prolongó tres horas. Botín no rehuyó ninguna pregunta. Bebió algo de vino durante la cena y un pequeño whisky a los postres. Ninguno de los presentes podía imaginar lo que sucedería cuatro días después.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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