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Espirito Santo corta con las raíces familiares

El Banco de Portugal obliga a todos los miembros de la primera familia del país a abandonar la dirección de su banco en medio de peleas intestinas

Dos hombres charlan junto a la fachada del Banco Espírito Santo en Lisboa.
Dos hombres charlan junto a la fachada del Banco Espírito Santo en Lisboa.RAFAEL MARCHANTE (REUTERS)

Ni Salgados ni Ricciardis; el Banco de Portugal ha dicho basta. El Banco Espírito Santo (BES) dejará de estar dirigido, después de 144 años, por un Espírito Santo. El actual presidente, Ricardo Salgado, deberá abandonar el cargo en los próximos días, después de 22 años. Su primo, rival y aspirante José Maria Ricciardi nunca le relevará.

Lo que no es del Estado es del Espírito Santo, se dice en Lisboa.Cada país tiene su familia (Botín en España; Agnelli en Italia; Rockefeller en Estados Unidos); en Portugal se llama Espírito Santo desde la creación de su banco. El BES siempre se llevó bien con cualquier ideología que gobernara, del régimen nazi al dictador Salazar, con la única excepción de la revolución de 1974, que nacionalizó la banca. La familia conoció el exilio, pero 16 años después recuperó sus posesiones y las extendieron de Brasil a Mozambique, de Angola a Luxemburgo o España (45 oficinas).

Pese a la crisis financiera, el BES ha aguantado sin ayuda pública gracias a tres ampliaciones de capital de 3.300 millones de euros. Aún así, la familia mantiene el 25% de la propiedad.

El BES ha ampliado capital tres veces, pero la familia aún conserva el 25%

Los problemas del grupo no son del BES sino de las sociedades de inversión de la familia, el GES. En su banco angoleño se ha descubierto un agujero de 5.700 millones en préstamos de dudoso destino; una auditoría en Espírito Santo Internacional detectó irregularidades de 1.300 millones. El propio Salgado regularizó su situación tributaria, tras olvidarse, en 2012, que no había ganado 183.000 euros sino 8,5 millones.

Refugiado en el discreto Banco Espíritu Santo de Inversiones (BESI), el primo José María Ricciardi intentó en noviembre el asalto al poder. Le apoyaron tres de las cinco ramas de la familia; pero pocos días después, Salgado pidió repetir la votación: goleada a su favor (4-1). Lejos de iniciarse la paz, comenzó la guerra. Desde hace dos semanas llueven los comunicados de Salgado, de Ricciardi, del Banco de Portugal y hasta del delfín sin apellido ilustre, Amílcar Morais.

"En tres siglos de historia del Espírito Santo, jamás la familia había expuesto en público sus diferencias", puntualiza Maria Joao Gago, coautora junto a Maria João Babo, de El último banquero, que repasa el poder omnímodo de la familia y, fundamentalmente, de su patriarca durante 22 años, José María Salgado. "Es el típico banquero, frío, calculador, centralizador, discreto, workalcoholic", describe Babo. "Nada que ver con su primo Ricciardi, emotivo, impulsivo, volcánico...".

En un año, el BES de Salgado ha pasado de ganar 96 millones a perder 518; la acción ha caído de 6,13 euros en 2007 a 0,63 céntimos el lunes; sus accionistas no ven dividendos desde hace tres años, sin embargo la confianza de los inversores no se resquebraja. El 16 de junio el banco cubrió un aumento de capital por 1.045 millones, convirtiéndose en uno de los bancos mejor capitalizados de Portugal sin necesidad de los fondos de rescate.

Los problemas del grupo inversor GES se concentran en Angola y Luxemburgo

La alegría por la exitosa ampliación apenas dura cuatro jornadas. Una vez cerrada la operación, Carlos Costa, gobernador del banco central, llama a su despacho a Ricardo Salgado. En una tensa reunión, le comunica que no quiere ver un Espírito Santo en la futura administración del banco del mismo nombre. Ni Salgados ni Ricciardis ni ninguna otra rama de la saga.

"Ya he visto pasar a ocho gobernadores, bien puedo ver pasar al noveno...", aseguran que dijo Salgado. Aún así este cumple estrictamente con la orden de Costa. Anuncia su próxima dimisión y designa al sucesor, su brazo derecho Amílcar Morais Pires, que a sus probadas virtudes añade la de no llevar el apellido de la estirpe encima.

El primo Ricciardi, ofendido por la jugada, vende sus acciones del BES, renuncia a todos sus cargos en sociedades del grupo y anuncia que se dedicará desde la presidencia del BESI —el banco de inversiones del grupo— a convertirlo en una entidad independiente. Negocia con un grupo árabes para entrar en una ampliación de capital del banco que le daría el 45% de la entidad que más un 10% que tiene Ricciardi, le daría el control y se quitaría de encima al BES, o sea a su primo Salgado. El misterioso grupo árabe tiene mucho dinero, al parecer, pero la realidad es que solicita una línea de financiación al BES. Salgado la cortocircuita.

Al Banco de Portugal tampoco le gusta el recambio de Salgado por su hombre de confianza. Apoyado en una nueva ley financiera más transparente, aclara que no quiere a nadie implicado en investigaciones judiciales, presentes o futuras, directa o indirectamente.

El distanciamiento del regulador alienta la tensión sobre el BES, el grupo empresarial familiar GES y sobre la misma economía de Portugal. Desde el exitoso día de la ampliación de capital a este lunes, la acción ha caído casi a la mitad, la Comisión del Mercado de Valores ha prohibido la venta a corto para aplacar la especulación imperante, los intereses de la deuda pública del país han subido al nivel más alto en meses y en Brasil dimiten dos consejeros de la operadora OI (fusionada con Portugal Telecom, PT) al descubrirse sospechosas inversiones en el grupo.

El jueves, el Banco de Portugal emitió otro comunicado para aclarar que la situación del banco es "sólida" y que ha adoptado medidas de supervisión "para evitar riesgos de contagio" de empresas del grupo. El contagio existe: PT (10% del BES) cae en Bolsa al nivel más bajo (2,2 euros). En esta incertidumbre es imposible aguantar hasta la junta general del pasado día 31. En la tarde del viernes, por fin se llega al consenso: el consejero de Estado Vítor Bento será el nuevo presidente.

Para los Espírito Santo la suerte está echada. En días no habrá más familiares en la dirección de su propio banco. Ricciardi se quedará a las puertas y su primo Salgado entrará en la historia como el último de la familia en presidir la obra levantada en 1869 por José María do Espírito Santo Silva.

De Amílcar a Bento

La única excentricidad que se le conoce es la de envolverse en una bufanda blanquiazul y caminar hasta el estadio de su Benfica. Amílcar Morais Pires, el hombre de la bufanda, es, ante todo, una persona discreta. Pocos sabían que llevaba 28 años en la misma empresa hasta que hace dos semanas se convirtió en la primera persona que iba a dirigir el Banco Espírito Santo (BES) sin ser un Espírito Santo.

Nacido 53 años atrás en un Mozambique colonial; se trasladó a Lisboa durante las revueltas por la independencia. Pasó por la prestigiosa Universidad Católica tan discretamente que pocos le recuerdan. En 1986, cuando los Espírito Santo residían en el exilio y su banco estaba nacionalizado, Amílcar ya estaba allí.

La designación de Morais, apenas resistió una semana. El Banco de Portugal no la apoyó y el discreto hombre de gris se convirtió en el pim pam pum de las guerras intestinas de la familia y de ésta con el gobernador. Salieron a relucir sus problemas con Hacienda en 2012 y supuestas transferencias a paraísos fiscales. "Tengo la responsabilidad por el banco, pero también por el país, de resistir la campaña de insinuaciones que van surgiendo a un ritmo intolerable, dañando mi reputación y mi buen nombre", escribía el sábado en una carta al diario Expresso. El martes saltaba otro nombre, Joaquim Goes, y el viernes, el definitivo, Vítor Bento, consejero de Estado, presidente de la sociedad de pagos electrónicos SIBS, ya con la venia de los principales accionista: la familia (25%), el francés Crédit Agricole (15%) y el brasileño Bradesco (3,9%)

El discreto y respetado, Amílcar Morais Pires se irá a su casa y, como si nada hubiera pasado, se seguirá vistiendo con los colores del Benfica. Al fin y al cabo, los Espírito Santo siempre fueron del Sporting.

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