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Tribuna
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Buitres o Empresarios

Las leyes de los países civilizados limitan o evitan lo que se llama “abuso de derecho”

Hay una lógica de vida que entienden muchos empresarios, banqueros, abogados de empresa, operadores de bolsa, brokers e inversores financieros. Es la lógica según la cual las ganancias monetarias son lo único que importa, deben ser todo lo grandes que se pueda y deben realizarse lo antes posible. De acuerdo a esa visión, lograrlas justifica todo y para obtenerlas se puede hacer casi todo. En ese “casi” existe un margen, pues para algunos será “todo lo que la ley no prohíba”, para otros incluso “todo lo que se pueda construir dentro de los vacíos de la ley”, para unos terceros “todo lo que, aún fuera de la ley, no se pueda detectar” y, para varios, “casi todo” significa cualquier cosa.

Esa lógica, ¿es la única lógica posible para la convivencia en paz o para organizar una sociedad? Sus defensores dirán que sí: “o sigues estas reglas o te caes del mundo; el mundo es así”. Escueto, contundente, conveniente para quienes están en la parte alta de la ola (a los que les molesta aún que siquiera se discuta esto), y falso.

La respuesta a si esa es la única lógica posible de organización social, sin ninguna duda, es no. Hay otras lógicas. Por ejemplo la de Cristo, la de Buda, la de Sócrates, la de Séneca, la de Cicerón, la de Jefferson, la de Adenauer, la de Schumpeter, la de la preocupación de Keynes acerca de qué era lo que justificaba socialmente a los empresarios y la de la respuesta de Novack, según la cual se justificaban y obtenían ganancias por la satisfacción de necesidades de sus semejantes.

Por eso las leyes de los países civilizados limitan o evitan lo que se llama “abuso de derecho” (que se da cuando alguien parado en una palabra ambivalente genera un gran daño para obtener un gran beneficio) o las “prácticas depredatorias”, concepto básico del derecho de la competencia en Europa o en los Estados Unidos. Por eso la definición clásica de “justicia” es “dar a cada uno lo suyo” y los jueces cuando imparten justicia buscan la equidad, la equivalencia de las prestaciones, lo equitativo.

El juicio de los “fondos buitres” (esos que compran carroña y buscan vender la muerte como si fuera vida) contra la Argentina en Nueva York, es un típico caso de ganancias abusivas (se obtuvo una sentencia por 1600 millones de dólares por unos títulos que se compraron a 48 millones), basadas en un silencio de la ley. Sencillamente no existe una ley de quiebras de países y eso permitió que un solo acreedor del 0,1% de la deuda, hiciera esa ganancia. Más allá de cualquier razonamiento jurídico, lo cierto es que a un juez le pareció equitativa la solución de que el 92,4% de los acreedores cobraran algo más del 60% de sus créditos y este otro, el 3300% de su inversión de unos pocos años antes. Cuando uno juzga sobre una parte chiquita de la realidad y no mira toda la realidad, suele errar.

El fallo sobre “fondos buitre” contra la Argentina seguramente obedeció a una posición muy provocativa e ignorante de su gobierno y a que no se exploraron caminos alternativos como el de tratar que los tribunales de Estados Unidos (la jurisdicción pactada en los bonos defaulteados por el país) crearan una jurisprudencia de quiebras soberanas, como propusimos, sin éxito. El efecto sobre el crédito de las naciones, es negativo, aunque ahora se empiecen a incluir en los bonos que se emiten, cláusulas de arreglos colectivos de deuda. Pero más allá de eso, sería deseable que los académicos y los políticos liberen sus intelectos de la dependencia de la ideología de los flujos financieros globales, y vuelvan a las fuentes para establecer pactos de convivencia virtuosa y en paz.

Yo soy pro capitalista, creo en las ventajas indescontables de la libertad personal, creo en la necesidad de promover la iniciativa y la innovación, creo en los derechos de propiedad como motores de cambio y de protección contra los tiranos (como diría John Locke). Pero también creo que todos esos valores no pueden subsistir si no trabajamos por la dignidad de todas las personas y por la igualdad de oportunidades para que cada uno desarrolle su potencial de acuerdo a sus habilidades y esfuerzo, de forma libre y cooperativa.

No hay sociedad sin confianza. Los emprendedores, empresarios, financistas, tienen derecho a sus ganancias, pero tienen que saber que en un sistema sostenible (sin fenómenos como Lehman), esas ganancias estarán relacionadas con las necesidades reales que satisfagan de sus semejantes.

(*) El autor preside el grupo parlamentario PRO, partido de oposición al gobierno argentino, que es además el partido de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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