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NEGOCIOS
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal sin troika

Como en otras economías periféricas, el principal indicador de solvencia no ha mejorado precisamente tras la aplicación de tres años de ajustes

El Gobierno de Portugal ha dado por finalizado el programa de asistencia que le ha mantenido bajo la tutela de la troika (Comisión Europea, FMI y BCE) durante tres años, a partir del ataque que sufrieron los títulos de su deuda pública en los mercados. Como consecuencia de las condiciones exigidas por el rescate, las autoridades adoptaron drásticas decisiones de ajuste fiscal —reducciones de inversión y gasto público y pensiones públicas, elevaciones de impuestos— y de recortes de salarios, entre otras medidas, que han disminuido de forma significativa el bienestar de la población, aunque no han tenido éxito en bajar la deuda pública, por encima del 130% del PIB. Como en otras economías periféricas, el principal indicador de solvencia no ha mejorado precisamente tras la aplicación de esos ajustes, sino que ha acusado los efectos de tres años de recesión.

Esa salida de la intervención ha sido presentada como un éxito de la política económica. Los tipos de interés desorbitados sobre los bonos públicos (10,6% en la referencia de vencimiento a 10 años) que llevaron al Gobierno portugués a pedir el rescate en mayo de 2011 han caído de forma espectacular. Pero no ha sido únicamente el caso de Portugal. En todas las economías, desde Grecia hasta Italia, con bastante independencia de la ambición de sus programas de ajustes, han caído los tipos de interés. Esa confianza y tranquilidad en los mercados financieros está mucho más amparada en la presunción de actuaciones excepcionales por el BCE y en la baja inflación que en las decisiones de austeridad desmedida que se han adoptado en las economías periféricas.

En realidad, los efectos de la política fiscal procíclica se manifiestan en una tasa de desempleo elevada, del 15,2% en Portugal. Al igual que la economía española, el excelente comportamiento de las exportaciones no ha podido compensar el desplome de la demanda interna. El aumento de la competitividad internacional se sostiene por la contención de las rentas salariales, limitadoras a su vez del restablecimiento de la confianza de los hogares mínima para que el consumo repunte de forma significativa. También como en otras economías periféricas ha quedado erosionado el crecimiento potencial, difícil de restaurar en ausencia de estímulos externos como los que se espera del BCE.

Con todo, la troika, al tiempo que ha concluido su última evaluación de esa economía y desembolsado el último tramo de su ayuda, ha recordado al Gobierno portugués que no debe confiarse excesivamente. Es decir, que deberá continuar con reformas y ajustes. Una continuidad tal será un empeño difícil y de resultados magros si no se acompaña de una mayor flexibilidad, de mayores estímulos de aquellos países europeos que pueden adoptarlos y, en todo caso, de la concreción de las actuaciones que ha prometido el presidente del BCE para neutralizar los peligros deflacionistas y reducir la excesiva apreciación del tipo de cambio del euro. De no ser así, Portugal, como otras economías del Sur, seguirán expuestas a unos mercados financieros absolutamente confiados en que las autoridades de la eurozona terminarán adoptando las mismas decisiones que contribuyeron a que otras economías, como la de EE UU y Reino Unido, salieran antes de la crisis.

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