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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Cómo conjugar en presente el verbo despegar?

En enero leíamos en EL PAÍS que España, merced a una cifra récord de llegada de turistas, recuperó en 2013 el tercer puesto en la clasificación de países más visitados del mundo. Tras desbancar a China del podio, solo otros dos gigantes como Estados Unidos y Francia superan ya nuestra capacidad de atraer visitantes extranjeros. De los más de 60 millones que eligieron nuestro país para disfrutar de sus vacaciones sobresalen dos nacionalidades: la británica, que creció más de un 5% con respecto a 2012, y la alemana, con un aumento próximo al 6%. Británicos y alemanes no solo coinciden en sus preferencias turísticas, sino también en una especial predilección por frecuentar los establecimientos hosteleros durante el periodo vacacional. Tal y como refleja el informe Peso de la cerveza en la economía nacional, elaborado por PwC para la Federación Española de Hostelería (FEHR) y Cerveceros de España, “la oferta hostelera constituye una razón de peso en la elección de España como destino turístico para el 36% de los visitantes extranjeros”.

Más allá del consabido argumento de sol y playa, museos, monumentos históricos, parques naturales, los restaurantes y bares que pueblan la geografía nacional se alzan cada vez más como reclamos fuera de nuestras fronteras. En este paisaje merece una mención especial el estatus de referente del mundo de la gastronomía que ha alcanzado España en los últimos años. Un prestigio construido sobre reconocimientos como las numerosas estrellas Michelin que atesoran nuestros restaurantes, así como por la remarcable labor de la restauración española en su proyección internacional. De esta reputación se beneficia, según indica el estudio Percepción de los productos y marcas agroalimentarias de España en turistas extranjeros, de la FIAB, el posicionamiento de nuestros alimentos y bebidas, ya que los visitantes extranjeros reconocen una media de nueve productos de esta categoría, entre los que se encuentran el vino y la cerveza. No es de extrañar, por tanto, que cerca del 90% de los turistas encuestados en el informe anteriormente mencionado señalen la cerveza como su bebida predilecta durante sus vacaciones.

Traducido a cifras macroeconómicas, el boom del turismo ha supuesto un incremento del PIB turístico del 0,6% y la creación de más de 22.000 puestos de trabajo. Si ponemos la lupa en cómo esto ha podido repercutir en el sector hostelero, hallaremos, al menos, un par de motivos para albergar cierto optimismo respecto a 2014. El más esperanzador, sin duda, tiene que ver con la mejora de la situación de miles de personas que han encontrado un empleo gracias a la hostelería. La otra buena noticia, aunque más tímida, es el frenazo de la caída de la facturación de la restauración, que ha pasado del 6,2% en 2012 al 1,5% en 2013. A ello creemos firmemente que han contribuido la incipiente confianza del consumidor en el futuro y el mantenimiento de la fiscalidad reducida a la hostelería reconocido por el Gobierno en los dos últimos años junto con la decisión de no subir el impuesto a las bebidas con mayor peso, como son el vino y la cerveza.

Precisamente en aras de proteger este marco fiscal, no podemos ver con buenos ojos ninguna propuesta —como la del reciente Informe Lagares— que recomiende una subida impositiva a las bebidas con contenido alcohólico incluyendo a las bebidas fermentadas (vino, cerveza y sidra) y una armonización de los tipos con Europa sin valorar las diferencias entre nuestro país y los del resto de la UE en función de renta per cápita, nivel de producción, pautas de consumo y peso de la hostelería y el turismo. En este sentido, una de las principales conclusiones del estudio de PwC muestra que una subida del 10% del impuesto especial de la cerveza podría producir una caída del consumo de más de 20 millones de litros, 12 millones de ellos en el sector hostelero.

Las ondas sísmicas de esta hipotética reforma fiscal también alcanzarían al empleo, ya que desaparecerían más de 1.300 puestos de trabajo en bares y restaurantes, y a las arcas del Estado, que verían mermados sus ingresos derivados del consumo de cerveza, estimados actualmente en más de 3.300 millones de euros (el 81% en hostelería). Más sensible con la importancia de la hostelería y el turismo en nuestra economía es la recomendación de la comisión de expertos de excluir ambos sectores del aumento del tipo de IVA reducido al general. Una variación que, tal y como pone de manifiesto el informe elaborado por PwC, destruiría más de 15.000 empleos y condenaría el consumo de cerveza, ya afectado por la coyuntura de los últimos años, a una reducción superior a los 163 millones de litros.

Si antes nos referíamos al panorama macroeconómico, nos gustaría ahora mover el foco a los miles de hosteleros que cada mañana abren sus locales con la ilusión de atender a nuevos clientes. Para los miles de bares con menos de 10 empleados, negocios familiares en su mayor parte, servir una cerveza no solo es un gesto cotidiano, sino que supone cerca del 40% de sus ingresos, la nada despreciable cifra de 10.000 millones de euros. Ellos, los hosteleros, deben ser, junto con los consumidores que, pase lo que pase, encuentran en el bar un lugar donde reunirse con sus allegados, los auténticos protagonistas de la política fiscal de nuestro país. Siguiendo este camino y con la confianza de los consumidores cada vez más afianzada, desde los sectores cervecero y hostelero estamos convencidos de que podremos dejar de conjugar en futuro el verbo despegar para empezar a hacerlo en presente.

Jacobo Olalla Marañón es director general de Cerveceros de España. Emilio Gallego Zuazo es secretario general de la Federación Española de Hostelería.

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