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Un fantasma lastra a Bank of America

El gigante financiero se ve atrapado por el legado de su anterior consejero delegado

Una oficina de Bank of America en Nueva York
Una oficina de Bank of America en Nueva YorkBRENDAN McDERMID (REUTERS)

Humillante; embarazoso. Ese fue el comentario que se hizo en Wall Street cuando la Reserva Federal pidió a Bank of America que le entregara un nuevo plan de capital. ¿Por qué? Porque había exagerado el colchón de liquidez que comunicó en las pruebas de resistencia. Es más que un pequeño error contable que llevará al accionista a recibir una rentabilidad menor de la prometida en dividendos. El origen del nuevo traspié está en la compra de Merrill Lynch, que se cerró el mismo fin de semana que quebró Lehman Brothers.

Es el último revés que asestan los reguladores en EE UU a la entidad que dirige Brian Moynihan, que no es capaz de quitarse de encima el fantasma de Kenneth Lewis, su predecesor. La otra fuente de problemas es Countrywide Financial, la hipotecaria que compró cuando tomaba cuerpo la crisis que taponó el mercado de deuda y puso a la economía global al borde del precipicio. El grupo tuvo que ser rescatado con una inyección pública de 45.000 millones de dólares (32.467 millones de euros) para ayudarle en la digestión.

El aprobado que recibió Bank of America hace un mes en las pruebas de estrés ayudó a restaurar la fe en el megabanco. Era la primera alza del dividendo que anunciaba desde la crisis. Pero, como coinciden los analistas en Wall Street, este modesto error de cálculo es una muestra más de que la entidad es demasiado grande para poder ser gestionada. Los reguladores en EE UU, además, no quitan la lupa de encima a los grandes bancos y no perdonan el más mínimo desvío, para evitar cometer los errores que llevaron a la crisis.

La compra de Merrill Lynch todavía no está digerida

La lista de coletazos es larga. El último es un problema subsanable y no plantea una vulnerabilidad en su balance. El desliz contable relacionado con la deuda que heredó de Merrill Lynch, sin embargo, aviva un debate sobre el tamaño de la banca, un negocio donde los números son clave para generar confianza. La reforma puesta en marcha por Moynihan buscaba limpiar su estructura, hasta el punto de que pretendía que Bank of America se presentara como una entidad completamente nueva y sana.

Este último episodio va a nublar la próxima junta general de accionistas, que se celebra el próximo miércoles 7 de mayo en Charlotte (Carolina del Norte). Los analistas, entre tanto, tienen visiones enfrentadas sobre el banco. El valor de Bank of America se apreció durante el último año más de un 30% antes del atracón por el anuncio de la Fed, un comportamiento mejor que el resto del mercado y de la banca. Es uno de sus puntos fuertes. También está ampliando su margen de beneficio gracias a la reducción de costes.

El plan de retorno a los accionistas, a la espera de que se concrete tras ponerlo en cuestión la Fed, también era muy atractivo. Pero ahora se comenta que podría llegar a renunciar al programa de recompra, valorado en 5.000 millones, para poder seguir adelante con la concesión del dividendo. Todo esto sucede mientras los ingresos de Bank of America no terminan de repuntar, un mal que también sufren los otros grandes bancos, y su beneficio se muestra muy volátil, lastrado por las continuas cargas.

Countrywide y Merrill Lynch emitieron antes de la crisis bonos hipotecarios por valor de 640 millones, buena parte de ellos de dudosa calidad. Moynihan heredó hace cuatro años toda esa basura, cuando Lewis decidió apartarse. Si a Bank of America le toca ahora limpiar los restos de aquellas dos desastrosas compras, el legado de su predecesor está claramente entorpeciendo la visión que tiene el banquero para el grupo financiero.

El banco envió a la Fed un plan de capital con fallos en las pruebas de estrés

Los resultados del primer trimestre ya reflejaron el coste de la herencia de Lewis, al registrar unas pérdidas de 276 millones por cargas de 6.000 millones. En el segundo trimestre, el golpe de los litigios en sus cuentas puede ser aún mayor. La entidad podría verse obligada a pagar más de 10.000 millones adicionales para cerrar todos los litigios pendientes con el Departamento de Justicia, como hizo JPMorgan Chase en otoño. Además, está la investigación por la supuesta manipulación del tipo de interés del líbor.

El total de la factura legal ascenderá así a 65.000 millones. Hasta el propio Bruce Thompson, director financiero de Bank of America, admitía durante la presentación de los últimos resultados que la factura final será muy “abultada”. “Tenemos que ser realistas”, apostilló, tras reconocer que le es difícil predecir en este momento cómo acabará todo. Nadie echa la culpa de esta situación a Brian Moynihan, pero sí se le pide que haga más para contener el daño en lugar de adoptar una posición de víctima ante las críticas.

Moynihan recibió el año pasado una remuneración de 14 millones de dólares por su gestión, un 17% más que en el ejercicio 2012. De ese total, 1,5 millones son en concepto de salario base, frente a 950.000 dólares un año antes. Reflejaba, por un lado, el alza del beneficio y la apreciación de su valor bursátil. El incremento es también una manera de entender cómo el consejo de administración del banco valora su trabajo, aunque sigue sin ganar tanto como sus pares en JPMorgan y Goldman Sachs.

La vuelta a la normalidad, por tanto, está siendo complicada en Bank of America pese a haber multiplicado por cinco su valor desde el momento más complicado de la crisis en marzo de 2009. Antes la acción se pagaba a 50 dólares; ahora ronda aún los 15 dólares, y la cotización máxima anual esta en 18 dólares por título. En paralelo, reduce costes y en los últimos tres años se desprendió de 40.000 empleados, en su mayoría relacionados con los servicios inmobiliarios. Y, por lo que dice Thompson, el proceso de ajuste de plantilla continuará.

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