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Inglesina, una historia italiana

El fabricante de cochecitos de bebé prevé un crecimiento del 10% en 2014

Laura Delle Femmine
Una pareja con un cochecito de Inglesina en el centro de Roma
Una pareja con un cochecito de Inglesina en el centro de Roma

Todo nació de la pasión por los go-karts, en las campañas del noreste de Italia. Después llegó una visita de Reino Unido, y con ella una idea que se convirtió en el principio de una historia de amor entre las familias italianas y una empresa, Inglesina, que el año pasado celebró su cincuenta aniversario.

Aunque el nombre engañe, lo único que Inglesina comparte con Reino Unido es el gusto por la elegancia. En 1963, Liviano Tomasi dio a luz su primer experimento en un pequeño taller de la provincia italiana de Vicenza, hervidero de otras compañías internacionalmente conocidas como Diesel o Bottega Veneta. Esa creación, de ruedas grandes y esqueleto de madera, fue bautizada London, en tributo al origen inglés de los cochecitos para niños. Un homenaje que fue reafirmado el año pasado, cuando la empresa mandó un ejemplar de ese primer modelo, aunque más moderno, a los príncipes de Inglaterra para el nacimiento de su primogénito.

Ese ejemplar representó la chispa que prendió un negocio ahora presente en 40 países, con una facturación superior a los 50 millones de euros y una previsión de crecimiento del 10% para 2014. La que nació como empresa familiar supo diversificarse y surcar horizontes gracias a la mejora de su tecnología. Pero lo que le permitió triunfar, su valor añadido, fue lograr mantenerse fiel a su identidad.

Luca Tomasi, hijo del fundador y actual consejero delegado de la compañía, sabe que su tarea va más allá de dirigir una empresa. Es consciente de que en sus hombros pesa la responsabilidad de custodiar una tradición. “Nuestra misión no es solamente aumentar el volumen de negocio”, manifiesta durante una visita a Madrid. “Cuando una compañía crece hay que preguntarse si su objetivo es únicamente la facturación o si quiere crear una historia”, agrega. Inglesina puede afirmar que, apostando por el primero, ha logrado también el segundo. “La historia que contamos está hecha de calidad y elegancia”, precisa Tomasi. La misión, resume el directivo, es convertirse en un punto de referencia para el consumidor. Propósito que parece haber logrado con el cochecito reversible Trilogy, que incluye capazo, portabebés y sillita. “Gusta en todo el mundo”, asegura.

La empresa factura más de 50 millones de euros anuales a sus 50 años de vida

La empresa no piensa entrar en nuevas áreas geográficas o lanzar productos por lo menos hasta 2015. “La verdadera novedad será el año que viene, pero todavía es un secreto. Solo puedo decir que será nuevo cochecito”, avanza Tomasi. De momento, Inglesina se dedicará a mejorar los productos ya disponibles en el mercado y a reforzar su posición, sobre todo en China —donde quiere aumentar su penetración— y en el Mediterráneo —que contribuye con más del 15% a su facturación—. “Los países latinos, así como los asiáticos, son los que más miran a la belleza del producto, además de su funcionalidad”, explica el directivo.

En los últimos años el peso de las exportaciones de Inglesina ha aumentado, y para 2014 Tomasi prevé que los mercados extranjeros acaparen el 55% de los ingresos, mientras Italia será el 45% restante. “Cuando eres líder es difícil crecer, pero hay países donde tenemos todavía margen de mejora, y entre ellos España”, especifica Tomasi, quien añade que se trata de un nicho de mercado muy pequeño, donde las empresas que más ganan no pasan de unos cientos de millones de euros. España actualmente representa entre el 5% y el 6% de la facturación de la empresa, pero en 2014 Tomasi estima ganar otros tres puntos. “España es uno de nuestros países objetivo, donde queremos que la marca sea percibida de la misma manera que en Italia”, detalla.

El éxito de Inglesina no está solo en el gran cuidado de la imagen del producto, que la ha llevado a colaborar con estilistas como Fendi, sino en su calidad. Según los cálculos de la empresa, un cochecito llega a ser abierto y cerrado por lo menos 6.000 veces. Por esto, la elección de los materiales y la fabricación, realizada en su mayoría en Italia, se convierten en aspectos prioritarios. “Comprar un cochecito Inglesina es casi una experiencia única, porque es un producto que dura para toda la vida. Desafortunadamente”, señala Tomasi entre risas.

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Sobre la firma

Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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