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Tribuna
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México en construcción

La clave del plan de reformas del Gobierno serán las mejoras que consigan crecimientos sostenidos y acaben con la pobreza

José Carlos Díez

Escribo este artículo desde México DF. Después de muchos años ya no se habla de México sólo por el narcotráfico sino porque es uno de los países más atractivos para invertir. La causa es el ambicioso plan de reformas que ha aprobado el gobierno de Peña Nieto. Supuestamente, eran las reformas que la derecha iba a poner en marcha, pero tras gobernar durante doce años, fracasó en el intento. Por lo tanto, hay que poner en valor lo que ha conseguido Peña Nieto.

Tras un año 2013 con la economía estancada, las perspectivas para 2014 y 2015 son de crecimientos del PIB próximos al 3%. Si las comparamos para las perspectivas para Europa y para España son envidiables. Sin embargo, la sorpresa es que la sociedad y los medios siguen hablando de crisis. La estabilidad de precios se ha conseguido a cambio de un deterioro de los salarios reales, especialmente en las rentas más bajas que son mayoritarias en México. Pero las rentabilidades exigidas a las inversiones siguen siendo de dos dígitos. El gobierno ha iniciado una reforma empresarial y ha regulado varios oligopolios para mejorar la competencia y reducir esos márgenes tan abultados. Esto es determinante para que el resto de reformas consigan mejorar el salario real y el nivel de vida de los mexicanos que en buena parte vive por debajo del umbral de la pobreza.

La otra tarea titánica es reducir el racionamiento del crédito que no se ha resuelto desde la crisis del Tequilazo en 1994, donde quebró buena parte del sistema bancario. Los bancos pagan por los depósitos el 3% y pueden comprar bonos a 10 años del gobierno al 6%. Pero dan créditos a tipos del 15% a las pymes y exigen niveles desorbitados de garantías. Habrá que resolver la inseguridad jurídica en la recuperación de los impagados y exigir a la banca que baje los tipos de interés reales o México no podrá resolver sus problemas estructurales y el bajo nivel de capitalización que condiciona su productividad y su competitividad global.

Todo esto debe conseguirse sin poner en riesgo los avances conseguidos en la estabilidad de precios y sin permitir un boom de crédito que genere burbujas, sobre todo inmobiliarias. La actividad de construcción de oficinas en el centro de la capital es desenfrenada. Para ello, hay que reforzar la supervisión bancaria y poner en marcha las recomendaciones de Basilea en supervisión macroprudencial.

El otro riesgo es que las reformas mueran de éxito. La elevada rentabilidad de la inversión junto a la ausencia de muchas alternativas en países emergentes donde los inversores están en retirada puede provocar una llegada masiva de flujos de capitales. Los que generen inversión real y creación de empleo siempre deben ser bienvenidos.

Pero el gobierno mexicano debería aprender la lección de otros países emergentes y prevenir la llegada masiva de flujos financieros especulativos con alto potencial de generar inestabilidad. Como recomienda el FMI, el control de cambio es una herramienta más de la que disponen los gobiernos para conseguir el objetivo último de la estabilidad macroeconómica. La otra desde la experiencia española es que tampoco hay que descartar límites cuantitativos al crédito si crece fuera de control y genera burbujas.

México ha generado expectativas positivas. Ahora toca no defraudar y gestionar activamente los riesgos asociados a las mismas. La clave serán las reformas en educación, tecnología e infraestructuras que consigan crecimientos sostenidos en el tiempo y acaben con la pobreza que es la principal causa que está detrás de la violencia. Y la reforma fiscal y la lucha contra el fraude serán claves, para el desarrollo de un Estado de bienestar.

José Carlos Díez es Economista jefe de Intermoney y profesor de economía de la Universidad de Alcalá de Henares.

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