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Vivir sobre el oro negro, en medio del mar y bajo las estrellas

Así es la vida de los trabajadores de Petróleos Mexicanos en las plataformas petroleras del Golfo de México

Sonia Corona
Una trabajadora de Pemex, en un camarote de la plataforma Ku-M en Campeche.
Una trabajadora de Pemex, en un camarote de la plataforma Ku-M en Campeche. SAÚL RUIZ

Son las 16.00 horas en el muelle de Ciudad del Carmen (Estado mexicano de Campeche, sureste de México) y cientos de hombres y mujeres llegan vestidos con monos de diferentes colores y con maletas con suficiente ropa para dos semanas. Besan a sus hijos y estrechan las manos de sus compañeros y amigos, algunos se persignan, contienen las lágrimas y abordan las embarcaciones que los llevarán mar adentro. No volverán a tierra hasta dentro de 14 días. Son los trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de otras compañías contratistas que laboran para la petrolera estatal en las plataformas del Golfo de México.

Casi todos se dirigen a alguna de las plataformas del yacimiento Ku Maloob Zaap, a 100 kilómetros de la costa. Son entre tres horas en barco o una media hora si logran transportarse en helicóptero. Un vendedor ofrece pastillas contra el mareo y tarjetas telefónicas en la puerta del muelle. Este hombre es su último contacto en tierra. A continuación se adentran en el mar y la imponente ciudad de plataformas se deja ver. Los quemadores con fuego en sus torres denotan que la mayoría de ellas obtiene petróleo y gas sin detenerse ni un minuto, ni un solo día.

Una de las plataformas que extrae crudo y gas de este yacimiento a la superficie es la Ku-M, donde viven y trabajan 209 personas en turnos de 12 horas diarias. La estructura está compuesta por tres módulos conectados por medio de puentes. Es una pequeña ciudad en la que los petroleros de Pemex trabajan y viven. Tiene pequeños muelles para recibir barcos con materiales y personal, además de un helipuerto. Un edificio habitacional de cinco plantas desde el que los trabajadores ven los mejores atardeceres y el resplandor de la estrellas por la noche. Les acompaña siempre un intermitente ruido del módulo de extracción de un pozo que produce 88.000 barriles de petróleo al día.

Espacios reducidos, largas jornadas de trabajo, alto estrés y largas distancias, es apenas parte de lo que hay que enfrentar en las plataformas

“Yo fui el único loco de la familia que se dedicó a esto”, comenta entre risas Néstor Rodríguez, ingeniero petrolero y superintendente de la plataforma Ku-M, mientras come una pechuga de pollo bajo la mirada de la imagen de la Virgen de Guadalupe que ilumina el comedor de la plataforma. Rodríguez es el responsable de toda la estructura. Es originario de Cuernavaca (Estado de Morelos, centro del país) y cada catorcena hace el viaje para convivir con su familia. Vivir en una plataforma no es fácil, asegura, aunque la mayoría se acostumbra.

Espacios reducidos, largas jornadas de trabajo, alto estrés y largas distancias, es apenas parte de lo que hay que enfrentar. Cada estructura cuenta con una zona habitacional donde un trabajador comparte dormitorio con al menos tres compañeros más, con los que se pone a prueba su capacidad de convivencia y tolerancia. Cuando los petroleros no están en el trabajo, tienen acceso a instalaciones como gimnasio, sauna, salas de lectura y televisión. La comunicación con los suyos tampoco facilita la estancia: cada trabajador puede conectarse a internet durante 30 minutos al día y para llamar por teléfono deben comprar en tierra tarjetas de telefonía satelital de 5 y 10 dólares. Algunas plataformas, las más modernas, ya cuentan con wifi. Pero la vocación puede más. “¿Qué quieres que te diga? Me enamoré de esto”, justifica Rodríguez su elección profesional. Acostumbrados a una rutina donde los días no tienen nombre y sólo son números, los petroleros se entusiasman con detalles como los platillos que ofrecen los comedores: el viernes hay mariscos; el sábado, un buen plato de mole poblano; y el domingo, cortes de carne a la parrilla. Aún así, los cuadros depresivos entre los trabajadores a bordo de las plataformas es común, asegura el médico de la plataforma Ku- M, Vidal Chávez. “Tratamos de seguir sus casos con terapia, por el tipo de trabajo que realizan no es posible medicar ansiolíticos”, reconoce.

Los trabajadores esperan con ansia el final de su catorcena para viajar a tierra y pasar tiempo con sus familias, pero también viven a merced de las condiciones meteorológicas que son las que finalmente deciden si es posible viajar o no fuera de la plataforma. El mal tiempo siempre puede echar a perder sus planes. “Es una lloradera cuando se enteran que hay que doblar turno y quedarse”, comenta Pedro Vargas, uno de los trabajadores que también menciona una razón más allá de la vocación para mantenerse en un trabajo tan duro: “Este es el trabajo más decente, mejor pagado de México”. Con retribuciones que, según varios trabajadores entrevistados, comienzan con 4.000 a 5.000 dólares mensuales y que van incrementando según el rango y la responsabilidad del puesto de trabajo.

Los trabajadores esperan con ansia el final de su catorcena para viajar a tierra y pasar tiempo con sus familias

Los colores a bordo de las plataformas también importan. Si un petrolero viste de amarillo es de Pemex, si viste de rojo es de la estadounidense Halliburton, los de naranja del resto de las compañías que llevan bordado en su mono el logotipo de cada una de estas empresas. Aunque Pemex mantiene hasta ahora el total control de los hidrocarburos del suelo mexicano, desde hace varios años recurre a diversas compañías para cubrir servicios tan diversos que van desde la alimentación abordo hasta el alquiler de una plataforma entera.

Tal es el caso de la Coslconfidence, una estructura semiflotante que sirve para la perforación de pozos y que es alquilada a la compañía China Oilfield Service Limited. Sus operadores, de origen chino, Lan Ming Feng y Zhao Fu Cheng, hacen estancias de un mes para trabajar en la cabina de operación de la perforadora. Se comunican con el resto de los trabajadores con un accidentado inglés, a veces a señas y también con un traductor que se asegura de que el mensaje sea el correcto porque un error podría costar millones de dólares. Los trabajadores extranjeros viajan desde países como Ucrania o Estados Unidos, pero en todo momento están bajo el mando de los ingenieros petroleros de Pemex.

En los últimos años, la mayoría de los petroleros mexicanos que dirigen las operaciones en el Golfo de México han egresado de universidades como el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), otros son técnicos preparados por pequeñas escuelas del norte del país o por la misma petrolera mexicana. La mano de obra de los petroleros mexicanos, aseguran los trabajadores de Pemex, tendrá un papel vital en los próximos años cuando se implemente la reforma energética. La faena en la que viven inmersos los 140.000 trabajadores de la petrolera mexicana es una parte que apenas cambiará: los petroleros seguirán estando a las 16.00 en el muelle de Ciudad del Carmen, listos para abordar.

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Sobre la firma

Sonia Corona
Es la jefa de la redacción de EL PAÍS en México. Cubre temas de Política, Economía, Tecnología y Medio Ambiente. Fue enviada especial para las elecciones presidenciales de 2020 en EE UU. Trabajó en Reforma y El Huffington Post. Es licenciada en Comunicación por la Universidad de las Américas Puebla y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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