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Crisis de mal tiempo en el mar

Las embarcaciones de los pescadores gallegos llevan dos meses paralizadas por los temporales El sector, que atraviesa una crisis grave, pide ayudas públicas

Un barco de pesca entra en el puerto de A Coruña.
Un barco de pesca entra en el puerto de A Coruña.GABRIEL TIZÓN

Desde vísperas de Navidad lleva la costa gallega de sobresalto en sobresalto, con temporales consecutivos como no se recuerdan que han limitado severamente la capacidad de los pescadores para salir al mar. Casi dos meses después la situación se ha agravado hasta el punto de que en el sector empieza a haber problemas serios para pagar siquiera las cuotas de la Seguridad Social. “Es que no para”, lamenta Benito González, presidente de la Federación Galega de Cofradías de Pescadores, que negocia estos días ayudas públicas con la Xunta para resistir hasta que el tiempo mejore.

Las caídas de las cifras de capturas dan idea del estado del mar. Desde el día de Navidad al 14 de febrero se vendieron en las lonjas gallegas 12.700 toneladas de pescado por las 18.500 del mismo periodo un año antes, según los cálculos de la Xunta. La cuenta está algo amortiguada porque incluye también las descargas de los barcos de altura en puertos como el de Vigo, pero aún así supone en cifras de venta 46 millones de euros, 12 millones menos que el ejercicio previo, una caída del 20%. La situación ha llevado a la federación a pedir al Gobierno gallego que interceda ante el Instituto Social de la Marina para que perdone cuotas de la Seguridad Social y al menos fraccione el pago de las próximas. La Xunta dice que lo está estudiando y que ya ha entablado “contactos”.

Así las cosas, los patrones buscan el mínimo resquicio para salir y limitar pérdidas. En las rías el abrigo es mayor, pero enfrentarse al mar abierto es una temeridad. “Donde más parados están es en A Guarda y en la Costa da Morte”, estima González. “Desde el 6 de diciembre hemos salido solo una vez”, señala Francisco Pérez, patrón mayor de la cofradía de A Guarda. “Yo empecé en 1970 y no recuerdo nada parecido, ni siquiera cuando era niño”, explica, tras calcular que por cada día que no se trabaja cada embarcación —hay unas 50— pierde entre 300 y 1.000 euros, según el tamaño. Ni siquiera han podido ir a recuperar las nasas del pulpo, caladas desde final de año y hasta ahora inaccesibles. “Hemos perdido entre el 60% y el 70% de los aparejos y entre la cuota de la Seguridad Social, el recibo del puerto por el almacén, llega un momento en que te llega el agua al queixo [el mentón, en gallego]”.

Cada día sin salir a faenar supone una pérdida de entre 300 y 1.000 euros

Al norte en la Costa da Morte, el puerto de Camelle es uno de los que históricamente más naufragios ha visto en sus costas, así que los pescadores saben bien con qué se la juegan. “En enero salimos tres o cuatro días, pero muy malamente”, apunta Xosé Xoán Bermúdez Tajes, patrón mayor, que calcula que las pérdidas desde que empezó el desfile de temporales rondará los 400.000 euros. “No es ya que no podamos salir a faenar, es que el temporal nos rompió el galpón donde guardábamos las artes. El agua entró por la puerta y salió por la ventana, se llevó las redes, las nasas, tiró un muro”, enumera. “Estamos apretadísimos, entre la luz de casa, la contribución, ni siquiera podemos guardar una caja de lo que pescamos para consumo propio”. Se suman a las estrecheces del clima las de la macroeconomía. “Los bancos te cobran igual los intereses. El Gobierno debería hablar con ellos”, se queja.

Los efectos del temporal también se dejan sentir ampliamente en el sector marisquero. Uno de los factores que explica la riqueza de las Rías Baixas es el especial equilibrio salino de sus aguas, pero las lluvias inclementes están provocando un peligroso incremento de los niveles de agua dulce. “Nos tememos una mortandad masiva”, indica Natalia Laíño, presidenta de la Asociación Galega de Mariscadoras, que ve en el mal tiempo persistente otra pulla más a su muy castigada actividad. Además de que “la marea baja menos” en época de tempestades, el sector se enfrenta al aumento del furtivismo, en auge con la crisis. “En el año 2000 había unas 7.000 mariscadoras a pie y ahora estamos en 3.800, y unos ingresos medios que andaban entre 800 y 1.200 euros, y ahora los hay de 300”, lamenta.

Quienes trabajan en las bateas del mejillón también ven negro el panorama, según indica Francisco Alcalde, presidente del consejo regulador de la denominación de origen del mejillón, a quien se le acumulan los contratiempos. Tres vedas en 2013 dejaron muy afectadas las cuentas, a las que no ayudó que el último cierre coincidiese con la época navideña. “Fue un año nefasto”, señala Alcalde.

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