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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Urge un golpe de timón

Xavier Vidal-Folch

España, Italia y la entera eurozona estaban en 2012 al borde del abismo. Nuevas operativas del BCE y las palabras mágicas de su presidente ahuyentaron la catástrofe. España, Italia y la eurozona acaban de salir de la recesión, de la UVI, pero sus heridas las han dejado tan débiles, tan vulnerables, crecen tan poco, que siguen en planta hospitalaria, bajo riesgo de volver a cuidados intensivos. El BCE debe apresurarse a actuar, como viene sugiriendo desde hace meses. Fue en 2012 la institución de la UE más eficaz, pero en 2013 hizo poco más que bajar (sustancialmente) los tipos de interés. Casi se durmió en los laureles: y se comprende a Mario Draghi, preso en un gallinero donde mandan mucho los zorros.

Eurolandia (como España, esta en exagerado) afronta tres nudos gordianos: colapso del crédito; cuasi-deflación; peor entorno, por la crisis de los emergentes.

* El crédito al sector privado, empresas y familias cayó en España, en 2013, un 5,6% respecto a 2012, aunque mejoró en diciembre. Ha capotado un 29,15% desde 2009. En la eurozona, el crédito privado al sector privado cayó un 2,3%, y un 3,9% (a noviembre) a las empresas. Causas: los propios bancos están sobreendeudados y tienen dificultades (que van reduciéndose) para financiarse a sí mismos; las exigencias de regulación (Basilea III y otras) les exigen acumular más capital para garantizar su solvencia (y que no tengamos que rescatarlos otra vez), así que les queda menos para prestar; tienen pánico al (brutal) aumento de los morosos.

El BCE salvó a la UE de la catástrofe: ahora debe evitar su colapso y relanzarla

Remedios: mientras llega la Unión Bancaria que debe acabar con la fragmentación financiera en la UE, cabe una acción decidida del Gobierno. Se la espera, acumula en la mesa decenas de proyectos, también del Banco de España. Y sobre todo del BCE, que alberga mayor potencia de fuego, y prometió actuar. Esperamos.

*Cuasi deflación. El alza de precios en 2013 fue mínima. En España, del 0,3%; en la eurozona, del 0,7%. Trompazo: el BCE auguraba el 1,4% para 2013; un 1,1% en 2014; un 1,3% en 2015. Y nos acercamos a la deflación, un descenso general y sostenido de precios, la enfermedad japonesa. Aún no llega, pero bajar del 1% sí es “zona de peligro”, según Draghi. Cuando los precios bajan, las empresas ganan menos, recortan costes, despiden y se alimenta la espiral funeraria. Y se dificulta el pago de la deuda (todavía enorme): la inflación beneficia al deudor (rebaja el coste pendiente) y la deflación le perjudica (lo aumenta).

Los bancos centrales combaten la deflación con inundaciones monetarias: el quantitative easing en EEUU o las barras de liquidez del BCE. Pero ahora las barras se encogen (los bancos las devuelven con antelación) y el expansionismo de 2012 (un billón de euros) se troca, por vía de hechos, en política restrictiva, que amenaza con (aún) menor inflación. El BCE prometió actuar. Esperamos.

* Contagio de los emergentes. Los calmantes repartidos por el presidente del Eurogrupo (la situación de la eurozona “es diferente” a la de los emergentes, farfulla) inquietan. No sólo porque Jeroen Dijsselbloemes es el dirigente más incompetente de la UE (recuerden Chipre). También porque otros, más sólidos, advierten que esa crisis de divisas genera “muchos riesgos que se pueden materializar” (Angel Gurría OCDE). Y porque si baja el crecimiento de los emergentes, bajarán las exportaciones europeas (el salvavidas contra la segunda recesión), porque una Turquía low-cost absorbería el turismo griego, porque cuando el enfermo está aún débil, cualquier virus lo machaca, porque en el mundo global las turbulencias atraviesan fronteras. El BCE debe actuar.

¿Cómo? Quizá con tasas negativas a los depósitos de los bancos en el propio BCE; o bajando aún el tipo de interés (del 0,25%); o con nuevas barras de liquidez, condicionadas a que los bancos las trasladen a las pymes; o comprando deuda privada empresarial, o bonos titulzados, o...

El BCE debe dar un golpe de timón, también por coherencia: porque su Consejo de Gobernadores fijó en 2008 el objetivo de inflación por “debajo del 2%” y en mayo de 2003 precisó: “debajo, pero cerca del 2%”. ¡Y estamos a menos de la mitad! ¿Cómo lee Fráncfort la cercanía? Y porque su primer objetivo estatutario es la estabilidad de precios, luchar contra la inflación y contra... la deflación. Pero también debe apoyo a las "políticas económicas generales" derivadas del cumplimiento de los objetivos acordados en el Tratado de Lisboa (art. 3.3). Entre ellos, el “crecimiento económico”, “tendente al pleno empleo”. Eso que demasiados olvidan.

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