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Sacyr en el país de los problemas

El conflicto de la constructora en el canal de Panamá debilita su imagen y la de España

Miguel Ángel García Vega
Aspecto de las obras de ampliación del canal de Panamá.
Aspecto de las obras de ampliación del canal de Panamá. Cristóbal del Valle

Si hubiera sido posible, Sacyr habría borrado esta última semana del calendario. Sin más. Las tribulaciones (amenaza con suspender las obras) en el canal de Panamá y la aparición de las cuentas suizas del expresidente de la constructora, Luis del Rivero, son un ejemplo de libro de lo que es tener una semana horribilis para una empresa. Y tanto horror pasa factura. La imagen de la empresa queda tocada, la imagen del país queda dañada y al sector constructor español se lo van a poner más difícil cuando compita fuera con firmas estadounidenses o alemanas. Pocos lo dudan. Aunque hará falta más tiempo para averiguar la profundidad de la herida.

Lo que ya se puede notar es el enfado con Sacyr de sus correligionarios. Y sorprende. La construcción siempre ha sido un sector muy competitivo, pero, a la vez, ha generado un profundo sentido de grupo, como demuestra la capacidad lobbysta que despliega Seopan, la patronal de las grandes constructoras. Pero en este mundo saben que algo, en el istmo centroamericano, se ha quebrado. ¿Para siempre? “No podemos engañarnos, el primer impacto, por la repercusión mundial de esta obra, ha sido negativo para la imagen del país y de sus compañías. Aunque confío en que, a pesar de la importancia, los clientes internacionales lo juzguen como un caso aislado, debido a que se ha producido por una forma de actuar que ninguna otra constructora española ha practicado ni practicará con sus clientes”, relata, con evidente enojo, una fuente que lleva tiempo en el sector.

Porque en un mundo tan interconectado, las debilidades de unos son las fortalezas de otros. Ver a la ministra de Fomento, Ana Pastor, salir corriendo en plena Navidad rumbo a Panamá para sofocar el incendio puede interpretarse como cintura política y económica (la cartera española de obras en Latinoamérica fue de 7.000 millones de euros en 2013) o como evidencia de la magnitud del desastre. Imaginen qué opción escogerá cualquier competidor. Sacyr va a sufrir. Ya lo está haciendo, y traerá consecuencias. Tanto “en la credibilidad de la constructora”, avisa Víctor Mirabet, consejero delegado de la consultora especializada en marcas Coleman CBX, como “en la apreciación que de la compañía van a tener sus stakeholders (grupos de interés)”, advierte Oriol Iglesias, de Esade.

La posición de las empresas españolas se debilita con vistas a próximos concursos

Incluso el hipersensible mundo financiero mira hacia Panamá con inquietud porque sabe que la reputación, como la cuenta de resultados, se labra con años y se pierde con minutos. Dice Juan Moreno, analista de Construcción de Ahorro Corporación, que lo que sucede “puede afectar a Sacyr a la hora de conseguir nuevos proyectos, sobre todo en el corto plazo”. Mientras que Nuria Álvarez, de Renta 4, templa sus palabras. “Desde luego, no resulta positivo en función de imagen. Siempre existe un efecto contagio, por mínimo que sea”. Unas consecuencias de las que nadie —ni si quiera quienes están dentro— duda. “Afecta a nuestra imagen y otros países lo aprovecharán”, refrenda un directivo de una gran compañía que trabaja para el consorcio Grupos Unidos por el Canal (GUPC), adjudicatario de la obra y que, liderado por Sacyr, alberga a Impregilo (Italia), Jan de Nul (Bélgica), CUSA (Panamá) y la Autoridad del canal de Panamá (ACP).

La polvareda panameña también pone en riesgo lo que tanto había costado ganar. Desde el verano pasado, la imagen del país había ido mejorando, según el Real Instituto Elcano. En su barómetro de diciembre, estadounidenses, alemanes y británicos daban a España una puntuación de 6,8 en una escala de 0 a 10. El mejor dato en dos años. Ahora habrá que esperar a un próximo informe para ver si la crisis panameña pasa factura. Por ahora se pueden recoger voces que relatan una pérdida. “La imagen de las compañías españolas en América Latina se estaba empezando a reconstruir huyendo de esa presencia que teníamos en los años noventa de conquistadores, y esto es un freno”, dice Cristina Manzano, directora de la revista online de política internacional esglobal.

Porque en función de la imagen resulta básico mirarse como te miran los demás y no como se mira uno mismo. “Piensan que todavía tenemos el plumero en la cabeza”, se quejaba estos días Jorge Quijano, administrador de la ACP, en una entrevista con este periódico. Esa mirada de los otros hace tiempo que en España se perdió bajo el obligado mantra de la “eficiencia, profesionalidad y alta calidad de la construcción e ingeniería española”. Es cierta esta excelente imagen —“es un sector con muy buena reputación técnica”, asevera Justo Villafañe, presidente de la consultora Villafañe & Asociados—, pero transmitida como dogma de fe genera monstruos. Para todos. “Panamá podría verse afectada por un mayor precio de la licitación en futuras infraestructuras, ya que el constructor incluirá un margen significativo que cubra posibles sobrecostes”, prevé Juan Moreno, de Ahorro Corporación.

La cartera nacional de obras en América Latina

Quizá donde la repercusión será más evidente es en los próximos concursos internacionales que afronten empresas españolas. Sobre todo porque “pueden dejar de invitarte”, e incluso algunos contratistas “podrían rechazar” participar en consorcios que incluyan a firmas nacionales, comenta Joaquín Garralda, profesor de IE Business School. Este es el peor escenario; hay otros. “Los licitadores de los grandes proyectos internacionales ahora van a ser más sensibles a la posibilidad de que una empresa española dé un precio muy bajo y se lleve un concurso”, explica un ex alto cargo de una de las constructoras que en 2009 licitó, y perdió, por el canal de Panamá.

Pero, según Ramón Poch, socio responsable de Infraestructuras de KPMG, “los grupos españoles de infraestructuras cuentan con un excelente track récord en todo el mundo. A la hora de licitar son básicas las credenciales en la construcción de infraestructuras similares, y hoy en día pocas empresas pueden poner encima de la mesa una experiencia análoga a la de las compañías nacionales”. Y remacha: “El caso del Canal no debe tener impacto en los volúmenes globales de contratación”. En la misma línea camina Javier Parada, socio de Infraestructuras de Deloitte. “La repercusión será bastante limitada. Hay experiencias de obras con problemas (canal de la Mancha, aeropuerto de Berlín), y esta es una más”. Al final, como asegura Julián Núñez, presidente de Seopan, “no es una crisis nacional ni de la marca España, es un contratiempo común en muchas grandes infraestructuras”.

Puede ser, sin embargo, que lo que duele en el sector es que si bien siempre ha habido conflictos en la actividad exterior de las grandes constructoras, se han solucionado usando las cláusulas de resolución de disputas de los contratos, y en “ningún momento esos desencuentros han dañado la buena imagen de las constructoras españolas”, aseguran fuentes de esta industria. Pero Sacyr y sus socios han usado su propia estrategia. Primero, tensionar, y luego... Ya se verá cómo acaba el tema. Por ahora, tanto su bonus por finalizar las obras como su imagen están en el aire.

“Afecta a nuestra imagen y otros lo aprovecharán”, dice el consorcio GUPC

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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